Reseña del libro «Fahrenheit 451» de Ray Bradbury. Por Paqui Bernal.

El arranque de “Fahrenheit 451” es una pieza narrativa absolutamente impresionante. “Era un placer especial ver cosas devoradas, ver cosas ennegrecidas y cambiadas. Empuñando la embocadura de bronce, esgrimiendo la gran pitón que escupía un queroseno venenoso sobre el mundo, sintió que la sangre le golpeaba las sienes, y que las manos, como las de un sorprendente director que ejecuta las sinfonías del fuego y los incendios, abatían los harapos y las ruinas carbonizadas de la historia.”

Este universo distópico donde la lectura está prohibida, creado por Ray Bradbury en 1953, sorprende si lo comparamos con “Un mundo feliz” (novela publicada anteriormente) o con “1984” (escrita a finales de los cuarenta). Porque, aunque en la obra de Huxley también se destruye la literatura y en la de Orwell se deforma intencionadamente el léxico, ambas son en gran medida la novela de aventuras mezclada con política ficción o sociología que esperamos encontrar en una distopía.

En cambio, en “Fahrenheit 451” se dan dos características que la hacen -para mí- aún más especial. Por una parte, el peso de las vivencias de sus protagonistas (Morgan, -uno de los bomberos que queman los libros- y Mildred, su mujer) en la trama. Por la otra, la poesía con la que su autor es capaz de describir la atmósfera de ese mundo programado y rutinario y de narrar las sensaciones y sentimientos de los personajes.

En cada observación del narrador se intuyen el empobrecimiento, la indiferencia y la crueldad en los que han caído los seres humanos, manipulados por un poder que -teóricamente- vela por su felicidad. Pero además el autor consigue algo casi imposible: que apreciemos la belleza de ese mundo envuelto en la luz del fuego y de la luna, donde los colores de las enormes pantallas caseras de televisión y el exotismo de sus imágenes son el refugio de unas mentes vacías. Bradbury consigue sumergirnos en la humedad de las gotas de lluvia que caen sobre el rostro de uno de los personajes, en el olor del papel quemado, en el ruido de las alas batientes de los pájaros que perecen en los incendios.

Después de una escena más plana, tan prosaica como necesaria, vuelve el enfrentamiento con un disidente que intenta proteger sus libros, mientras grita una cita alusiva de una obra literaria. Y -con la precisión de una cámara de cine- todo, los árboles, la brisa… todo se vuelve rojos y ocres y destellos, como la sangre de una humanidad embrutecida. El lector pasa una página y, con una brusquedad que impresiona, regresa a la monotonía y la oscuridad de la casa de Montag, donde su mujer adormilada y permanentemente dopada se protege de su propia soledad con la música de los auriculares. Y ese contraste sobrecogedor entre las vidas pública y privada de Montag pone en valor ambos extremos, al tiempo que los justifica. Y disfrutamos.

“Quemar era un placer”, dice el bombero al empezar su historia. Leer “Fahrenheit 451” es un verdadero placer. Os lo garantiza una lectora y escritora al acabar esa historia.

Por Paqui Bernal
@_PaquiBernal

Título: Fahrenheit 451
Autor:  Ray Bradbury
Editorial: DEBOLSILLO
ISBN: 978-8466356718
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Paqui Bernal
Paqui Bernal es una escritora nacida en Andalucía. Publicó su segunda novela, “La mirada vaciada” (Nova Casa Editorial) en abril de 2021. También es autora de varios cuentos y artículos de prensa. Licenciada en Filología, estudió el Máster en Creación Literaria en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.