Descifrando el Vaticano
de Juan Vicente Boo

Publicación: 17 febrero 2021
Editorial: Espasa
Páginas: 272
ISBN: 978-8467059878

Biografía del autor

Juan Vicente Boo es corresponsal del diario ABC de Madrid en el Vaticano desde hace veintidós años, después de otros trece en Bruselas y Nueva York, con un breve parénte­sis en Hong Kong. Su trabajo combina la cercanía diaria con el Papa con la perspectiva mundial de economista y periodis­ta veterano. En Espasa ha publicado El Papa de la alegría y Píldoras para el alma.

Sinopsis

El Vaticano es, a la vez, misterioso y atractivo, complicado y desconcertante. ¿Es posible descifrarlo?

Con sus dos mil años de historia, el corazón de la Iglesia es punto de referencia artístico, espiritual y político para todos los países y religiones, como demuestran las continuas visitas de jefes de Estado y personalidades de la ciencia, la cultura, la economía o el arte. Es la institución más longeva del planeta y, a la vez, la más enrevesada, repleta de organismos peculiares y misterios difíciles de descifrar. Es un fascinante cóctel de lo más divino y lo más mundano, casi imposible de relatar correctamente en los medios de comunicación.

Juan Vicente Boo, veterano vaticanista desde hace veintidós años, explica ese curioso mundo desde dentro y desde fuera, y lo hace a partir de un original esquema de doce columnas y siete arcos que permite «ver» y entender el funcionamiento de la estructura como paso previo a la descripción de las tareas del Papa y sus principales desafíos, teniendo como referencia la historia del cristianismo.

Nunca nadie había osado describir el organismo más complejo del mundo en un lenguaje que los lectores no especialistas, pero sinceramente interesados en descubrir lo que hay ―y en comprender lo que sucede― dentro de los muros del Vaticano, pudieran entender.

Nota de prensa

El Vaticano es, a la vez, misterioso y atractivo, complicado y desconcertante. ¿Es posible descifrarlo?

Con sus dos mil años de historia, el corazón de la Iglesia es punto de referencia artístico, espiritual y político para todos los países y religiones, como demuestran las continuas visitas de jefes de Estado y personalidades de la ciencia, la cultura, la economía o el arte. Es la institución más longeva del planeta y, a la vez, la más enrevesada, repleta de organismos peculiares y misterios difíciles de descifrar. Es un fascinante cóctel de lo más divino y lo más mundano, casi imposible de relatar correctamente en los medios de comunicación. Juan Vicente Boo, veterano vaticanista desde hace veintidós años, explica ese curioso mundo desde dentro y desde fuera, y lo hace a partir de un original esquema de doce columnas y siete arcos que permite «ver» y entender el funcionamiento de la estructura como paso previo a la descripción de las tareas del Papa y sus principales desafíos, teniendo como referencia la historia del cristianismo. Nunca nadie había osado describir el organismo más complejo del mundo en un lenguaje que los lectores no especialistas, pero sinceramente interesados en descubrir lo que hay — y en comprender lo que sucede— dentro de los muros del Vaticano, pudieran entender.

Las páginas de Descifrando el Vaticano son comentarios de un periodista, son opiniones muy personales que, por lo tanto, no debían figurar en las crónicas escritas como vaticanista. En el Vaticano, lo único que de verdad importa es el Papa.

La estructura destinada a ayudarle adolece de lentitud e hipertrofia. Su plantilla sumaba a principios del siglo XXI nada menos que cinco mil empleados, entre los que se cuentan muchas personas admirables, santas, pero también algunas que no deberían estar ahí. La tarea del Vaticano solo se entiende mirando hacia el Papa y mirando con él «desde dentro hacia afuera» a los mil trescientos millones de católicos a los que directamente sirve, y también al resto de la humanidad: a la «familia humana», una y única, como enseña el cristianismo.

Pero, al mismo tiempo, es necesario mirar el Vaticano «desde fuera hacia adentro», para evitar la autorreferencialidad, y el curioso culto a su cargo, o a sí mismos, que algunos todavía reclaman. La primera parte de este volumen describe los principales apoyos del Papa, «Las doce columnas», así como «Los siete arcos» que permiten ver el mensaje cultural y espiritual que el Papa intenta transmitir. La segunda parte del libro —«¿Cómo funciona?»—, refleja el trabajo del Papa en sus múltiples facetas y niveles, así como los desafíos a que debe enfrentarse.

También encontramos el aspecto esencial de la Iglesia: Pueblo de Dios y Cuerpo místico de Cristo, formado en un 98,9% por mujeres y hombres laicos. Algunos capítulos del libro incluyen historias importantes como el escándalo Vatileaks o episodios tragicómicos como la boda del exarzobispo de Lusaka o los ascensos del norteamericano Theodore McCarrick.

Un primer paso para evitar la confusión es distinguir bien entre la Santa Sede y el Estado Vaticano, dos criaturas muy distintas y que responden a lógicas diferentes. Ambos son sujetos de derecho público internacional y, por lo tanto, reconocidos por los Gobiernos y las organizaciones supranacionales como Naciones Unidas, la Unión Europea, etc.

En cambio, son entidades muy distintas en sus funciones. Las de la Santa Sede son doctrinales y de gobierno, desde una encíclica o una canonización hasta el nombramiento o cese de un obispo. En definitiva, las tareas religiosas. Las del Estado Vaticano son logísticas, desde la distribución del correo o el cuidado de los jardines hasta el servicio de policía que realiza la Gendarmería Vaticana.

Tanto la Santa Sede como el Estado Vaticano tienen como jefe supremo al Papa, pero la Santa Sede se ocupa de ayudarle a dirigir la Iglesia universal, mientras que el Estado Vaticano le proporciona un soporte geográfico y logístico, algo parecido a lo que los militares llaman base. El conjunto de organismos de la Santa Sede que ayudan al Papa en la tarea de pastor de la Iglesia universal y de las Iglesias locales se llama técnicamente «Curia romana», aunque a efectos periodísticos predomina la expresión «Curia vaticana».

En el aspecto geográfico, la Iglesia universal está organizada en unas tres mil doscientas diócesis o estructuras similares, cuyo obispo o responsable es nombrado por el Papa. En cuanto a la normativa espiritual, la Santa Sede tiene sus propios tribunales que dictan sentencia en asuntos religiosos, desde la anulación de un matrimonio a la expulsión del sacerdocio de quienes se comporten de modo gravemente indigno, ya sean presbíteros, obispos o cardenales.

El Estado Ciudad del Vaticano —oficialmente llamado Status Civitatis Vaticanæ— es, en cambio, un Estado soberano como los demás del planeta. Su «rasgo peculiar» consiste en ser el más pequeño del mundo, con una superficie de 0,44 kilómetros cuadrados. El Estado Vaticano es, por así decirlo, una mera plataforma, con su gendarmería, servicios técnicos, servicio sanitario, servicio de correos, un observatorio astronómico muy interesante…

Su gran joya son los Museos Vaticanos, más de una docena, con tesoros únicos como la Capilla Sixtina. Este pequeño Estado cuenta con tribunales civiles y penales y, naturalmente, con calabozos, que han tenido más de un huésped a partir del pontificado de Benedicto XVI.

 


Los siete arcos

Ahora es un buen momento para explorar los «arcos» que nos permiten ver desde fuera lo que sucede dentro y que, al mismo tiempo, son utilizados para comunicar con el exterior. El primero y más evidente es el departamento de Comunicación, pero hay otros seis arcos que abren panoramas complementarios y más profundos.

1. Departamento de Comunicación:

El mensaje Durante el Concilio Vaticano II (1962-1965), la enorme afluencia de periodistas de numerosos países obligó a la Santa Sede a establecer un sistema estable de comunicación con la prensa. Juan Pablo II desató el Big Bang de la comunicación oficial vaticana en 1984 nombrando director de la Oficina de Prensa a Joaquín Navarro-Valls, entonces corresponsal del diario ABC de Madrid y presidente de la Asociación de la Prensa Extranjera en Italia. Fue una «edad de oro» de la comunicación. El Papa y su portavoz hablaban varias veces a la semana para estudiar de antemano el impacto que algunas decisiones podrían tener en la opinión pública, pensar el mejor modo de explicarlas, de dosificar las noticias, de salir al paso de las crisis, etc.

A diferencia de su predecesor, Benedicto XVI no consideraba importante la figura del portavoz y, por lo tanto, limitó el acceso de Navarro-Valls, quien continuó en su puesto, pero terminó dejándolo en el verano de 2006. Le sustituyó Federico Lombardi, quien hizo su trabajo con gran dignidad dentro de los límites de su contacto con Benedicto XVI, y se ganó el respeto de los periodistas porque siempre nos decía la verdad, virtud muy poco frecuente en un comunicador oficial. Tras el cónclave de 2013, Lombardi continuó al servicio del nuevo Papa hasta que, en el verano de 2016, Francisco nombró al tándem ideal para la Oficina de Prensa.

Lo formaban el periodista norteamericano Greg Burke, antiguo corresponsal del semanario Time y del canal televisivo Fox News, y la periodista española Paloma García Ovejero, corresponsal de la cadena de radio COPE, la primera mujer en la historia que hablaría en nombre del Papa. Eran dos periodistas de gran simpatía personal, inteligentes, muy trabajadores y absolutamente leales al Papa, pero que, por desgracia, nunca pudieron hacer a fondo su trabajo. El motivo es que asumieron la tarea cuando había sido ya creada la nueva Secretaría de Comunicación, articulada como un «Ministerio de Información» al antiguo estilo.

2. Departamento de los Santos:

Dios es Bondad En la era cristiana, el culto a los mártires nació de modo espontáneo con las primeras persecuciones en Jerusalén, desde la lapidación de san Esteban hasta la decapitación de Santiago. Después se va introduciendo la costumbre de una «canonización» a cargo del obispo local. A partir del siglo XII, los Papas empiezan a dar indicaciones, hasta que, en 1234, Gregorio IX se reserva en exclusiva los procesos.

El reparto de tareas entre las diócesis y Roma se produjo a partir de 1588, cuando Sixto V crea lo que hoy es el departamento de las Causas de los Santos. Se trata de un equipo de personas que ayudan al Papa a documentarse y discernir facilitándole datos sobre la vida de los siervos de Dios, sus escritos, la devoción privada después de su muerte, los posibles milagros, etc.

Juan Pablo II simplificó mucho los procedimientos y, a lo largo de sus veintiséis años de pontificado, proclamó nada menos que 1.341 nuevos beatos —incluyendo numerosas causas de martirio colectivo en los últimos siglos— y 482 nuevossantos. A su vez, Francisco puso orden en un aspecto secundario de los procesos que había dado lugar a muchas corruptelas: la falta de transparencia en el manejo de fondos de las causas y en los costes de cada fase.

3. Los Jardines y los Museos Vaticanos:

Dios es Belleza El lugar más sereno y hermoso de Roma está, paradójicamente, fuera de Italia. Nada iguala la tranquilidad de los Jardines Vaticanos. No se oye el tráfico. Solo el canto de los pájaros, en un marco rebosante de belleza y de historia junto a un tesoro absolutamente único de la cultura mundial: los Museos Vaticanos.

La belleza y tranquilidad de los Jardines Vaticanos, donde el presente enlaza con el pasado, lleva el pensamiento hasta el Jardín del Edén, primer hábitat humano en el hermoso relato del Génesis. Tanto esos Jardines, iniciados en 1279, como el Museo Capitolino de Roma —el más antiguo del mundo—, creado por Sixto IV en 1471, o los Museos Vaticanos, que son de 1506, tienen un significado más allá del cultural.

Su verdadero motivo de fondo es el religioso: mostrar de modo visible que Dios es Belleza. Los Museos Vaticanos se llaman así, en plural, porque son una veintena. Forman un asombroso «museo de museos», con piezas antiguas mesopotámicas, egipcias, griegas, etruscas y romanas absolutamente únicas. Y eso solo para comenzar…

4. La Biblioteca Vaticana y el archivo:

Dios es Verdad Igual que los Museos, la Biblioteca Apostólica Vaticana es, en realidad, una «biblioteca de bibliotecas», enriquecida por continuas donaciones de otras entidades que deciden poner sus fondos en manos seguras. La Biblioteca cuenta hoy 1.600.000 libros impresos, entre los que figuran más de 8.000 incunables, 180.000 manuscritos, incluidas obras de los grandes filósofos y poetas de la Antigüedad, o el Papiro 75 (Papiro Hanna), regalado al papa Benedicto XVI por el empresario y filántropo norteamericano Frank Hanna III en 2007, datado a principios del siglo III y que contiene los evangelios de Lucas y Juan en griego.

5. Departamento de Desarrollo Humano Integral

Si la parábola del Buen Samaritano es el modelo para cada cristiano, para cada obispo y cada conferencia episcopal, el departamento de Desarrollo Humano Integral asume la promoción de esa tarea en todo el planeta, tanto en lo que se refiere al desarrollo de la doctrina social de la Iglesia como a la coordinación de la ayuda práctica.

En el documento de creación, en 2016, el papa Francisco encargaba al Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral ocuparse de «las migraciones, los necesitados, los enfermos, los excluidos, los marginados y las víctimas de conflictos armados y catástrofes naturales, los encarcelados, los desocupados y las víctimas de cualquier forma de esclavitud y de tortura» junto con —por si fuera poco— la protección del medio ambiente, la «casa común».

En definitiva, es el departamento al servicio práctico de todos los malheridos en el camino, pero también el encargado de divulgar la teología moralsocial, reunida sistemáticamente desde 2004 en el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia. También se encarga de actualizarla a medida que cambia el contexto socio-cultural, proponiendo al Papa el magisterio que se vaya haciendo necesario frente a nuevos problemas.

6. Departamento de Caridad del Papa:

la ayuda ¿Por qué es tan importante la atención a personas reales una por una? Porque el cristianismo se resume en amar a Dios y al prójimo, al cercano. Quien lo predica, pero nunca lo practica con las personas necesitadas, cae en una vida hipócrita.

El 17 de diciembre de 2013, primer cumpleaños de Jorge Bergoglio como Papa, el Limosnero Konrad Krajewski se fue muy temprano al pórtico de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, donde todas las noches duermen personas sin casa, e invitó a Martin, checo, otro Martin, eslovaco, y a Wojczech, polaco, a desayunar con el Papa. Los tres homeless eran amigos y se reunían en el mismo sitio para dormir.

Martin, que perdió su trabajo de camionero en Chequia, llevó naturalmente a su perro y el Pontífice le preguntó cómo se llamaba. —Marley, Santidad. Como Bob Marley. Francisco lo acarició y el perrito se quedó con ellos mientras los cuatro desayunaban. Cada uno de los vagabundos fue contando su historia o sus opiniones al Papa, que les escuchaba pero sin preguntar los porqués de decisiones erróneas ni hacerles ninguna prédica. Quería tan solo que pasasen un rato a gusto con alguien que les trataba con respeto.

En este tipo de conversaciones, Francisco descubrió que las personas sin casa siempre encuentran comedores de caridad y pueden dormir en refugios si se adaptan. Pero, en cambio, les da vergüenza entrar en cualquier otro sitio porque, debido a la dificultad para el aseo personal diario, tienden a oler mal y algunas personas los miran con asco.

Unos meses después llegó la solución: el Papa ordenó instalar tres duchas en la parte derecha de la columnata de Bernini, uno de los dos semicírculos que «abrazan» la plaza de San Pedro. Unas religiosas coreanas tienen siempre champús individuales, varias colonias para elegir y ropa interior limpia, procedente de donativos, para sustituir a la que llevan en ese momento. Ellas mismas se encargan de limpiar delicadamente los cuartos de baño y las duchas después de cada uso.

7. Academias Pontificias y Universidades Pontificias:

el análisis Así como los seis «arcos» anteriores proyectan el riquísimo patrimonio religioso, ético y cultural del Vaticano hacia afuera, las Pontificias Academias permiten, en cambio, que el Papa y sus colaboradores «vean» la primera línea de avance de las ciencias y las perspectivas de futuro de la humanidad. Son datos imprescindibles para aportar la dosis de «espíritu» que será más acertada en cada caso, especialmente en teología moral y doctrina social. Los académicos provienen, lógicamente, de cualquier cultura o religión, y Pío XII les aseguró en 1940 que «a vosotros, nobles campeones de las artes y las ciencias humanas, la Iglesia os reconoce completa libertad de método y de investigación […]».

A los científicos no se les llama para darles lecciones de nada, sino para que ayuden al Vaticano a entender el mundo. O, a veces, entender el universo. Roma cuenta con muchas otras instituciones educativas especializadas, como el Pontificio Instituto Bíblico o el Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islamística (PISAI), que desempeña un papel clave en el conocimiento y acercamiento al mundo musulmán.

*Contenido original proporcionado por la editorial Espasa

Curiosidades

• La Santa Sede forma parte de Naciones Unidas, pero no como «Estado miembro», sino
como «observador permanente», un estatuto especial que le permite participar en los
debates y ser miembro de pleno de las agencias especializadas que le interesen.

• A comienzos de los años veinte del siglo XXI, el número total de obispos rondaba los
cinco mil cuatrocientos, pues las diócesis grandes cuentan con varios obispos auxiliares.

• La Iglesia está compuesta en su 98,9% por fieles laicos, hombres y mujeres de a pie
frente al 1,1% que representa el conjunto de sacerdotes, religiosos y religiosas.

• A comienzos de los años veinte del siglo XXI, el número total de sacerdotes era de unos
414.000, sumando los 282.000 diocesanos y los 132.000 religiosos.

• A comienzos de la tercera década del siglo XXI, los religiosos varones ascendían a
183.000. Las religiosas eran muchísimas más: 648.000, es decir, más del triple.

• La Guardia Suiza, el ejército del Vaticano, es el más pequeño del mundo, formado por
solo ciento treinta y cinco soldados.

• Los Museos Vaticanos reciben siete millones de visitantes anuales. Es el cuarto museo
más visita del mundo después del Louvre, El Museo Nacional de China y el Metropolitan
Museum de Nueva York.

• La Santa Sede no puede vender ni regalar ninguna pieza de sus museos por los Pactos
Lateranenses.

• La Biblioteca Vaticana es la 2ª más antigua del mundo, después de la del monasterio de
Santa Catalina del Monte Sinaí (desde el siglo VI).

• La Santa Sede tiene relaciones diplomáticas con 183 Estados, la Unión Europea y la
Orden de Malta. Los 185 embajadores acreditados son el cuerpo diplomático más
numeroso después de Washington.

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