El ladrón de veranos
de María Soto
LA NUEVA MAESTRA DE LA NOVELA DE MISTERIO El hallazgo de un valiosísimo lienzo de Velázquez y un hombre enigmático con mucho que esconder.
Verano de 1935. Clara tiene once años y ha conocido al hombre más fascinante del mundo: Roberto Montenegro, pintor y aristócrata, que acaba de llegar a Deauville, la capital extravagante y frívola de la costa normanda donde se reúnen príncipes y millonarios. Poco se sabe de su pasado y su fortuna tiene orígenes inciertos, aunque los rumores hablan de obras de arte robadas y golpes de tahúr en los casinos. El único que conoce sus secretos de juventud es Gabriel Caron, el tío de Clara, pero los guarda en silencio, fiel a un pacto de amistad establecido entre ambos hombres quince años atrás.
Sin embargo, cuando Clara encuentra el cadáver del pintor, asesinado durante una noche de fiesta, empieza a desvelarse paulatinamente todo cuanto Montenegro escondía. El descubrimiento de un valiosísimo lienzo de Velázquez, en el que el maestro sevillano retrató a su amante Flaminia Triunfi, quizá oculte la clave de lo ocurrido.
Un adictivo rompecabezas ambientado en la glamurosa costa francesa de los años treinta sitúa a María Soto como la nueva maestra de la novela de evasión y misterio.
María Soto nació en Madrid y estudió Periodismo en la Universidad Complutense porque pensaba que así podría vivir de escribir y viajar por el mundo. Después de trabajar como periodista en varios medios y darse cuenta de su error, regresó a la universidad y obtuvo dos posgrados(en Literatura Moderna en la Universidad Complutense y en Historia Moderna en la Universidadde Cádiz) mientras trabajaba de traductora literaria, pero nunca reunió fuerzas para escribir una tesis. Actualmente vive entre Madrid y Cádiz y escribe novelas, que es lo que siempre quiso hacer. En 2014 publicó Corona de damas con seudónimo y a cuatro manos, una novela de intriga, con ambientación histórica, que alcanzó 18.000 lectores. El ladrón de veranos es su primera novela en solitario.
Nota de prensa
El hallazgo de un valiosísimo lienzo de Velázquez y un hombre enigmático con mucho que esconder.
El ladrón de veranos es un viaje a ese otro mundo del arte del que no se habla en voz alta, un mundo de trucos y engaños habitado por multimillonarios sin escrúpulos y habilidosos pícaros, especialistas en conseguir obras maestras de incierta procedencia, por métodos legales o ilegales.
Un adictivo rompecabezas ambientado en la glamurosa costa francesa de los años treinta sitúa a María Soto como la nueva maestra de la novela de evasión y misterio.
*SABÍAS QUE…, para poder dedicarse a tiempo completo a la escritura, María Soto estuvo varios años participando en distintos concursos televisivos como, por ejemplo, Saber y Ganar (llegando a ser «Magnífica») y Quién quiere ser millonario (donde participó en dos ocasiones). Gracias a los premios obtenidos ha publicado su primera novela El ladrón de veranos.
Diego Velázquez es un personaje inasible, cuya personalidad permanece oculta tras su magnífica obra y de cuyo carácter y vicisitudes vitales se sabe muy poco. Llegó a Madrid desde Sevilla en 1622, con veintitrés años, y en toda su vida no se alejó de la Corte más que en dos ocasiones, para realizar sendos viajes a Roma.
Fue durante la segunda de estas estancias en la ciudad italiana, que se prolongó dos años, cuando pintó la Venus del espejo, una de las obras más misteriosas de la historia de la pintura y el primer y único desnudo pintado por un español hasta entrado el siglo XIX.
¿Quién posó para la Venus del espejo? ¿Y por qué oculta su rostro? ¿Pudo ser la pintora Flaminia Triunfi, la amante del genio sevillano durante sus largas vacaciones romanas?
Sabemos que durante su estancia en Roma Velázquez mantuvo una relación con una misteriosa mujer con la que tuvo un hijo, y que pintó al menos otro retrato femenino, el de una pintora italiana, Flaminia Triunfi. Un lienzo desaparecido del que no se sabe apenas nada. Hasta ahora…
«Disculpadme, pero no sé si hablamos de la misma persona. El Montenegro del que se hace lenguas todo Deauville es un aristócrata sevillano. Un tipo un tanto misterioso y con una, digamos, ambigua reputación. Una especie de Arsenio Lupin del sur. ¿Seguro que es el mismo que vosotros conocéis?»
«Un gentleman-amateur. Así es como habla de él la prensa. Un aristócrata español, coleccionista reputado, pintor de talento y solicitado retratista de la alta sociedad, que ha vivido en Holanda, Londres y Florencia antes de establecerse en París, y cuya glamurosa vida no está claro si se mantiene gracias al comercio del arte, a una sospechosa buena fortuna en los casinos o a alguna herencia.»
Roberto Montenegro acaba de llegar a Deauville, la opulenta y extravagante ciudad de la costa normanda. Estamos en agosto de 1935. Y falta una semana para que muera asesinado.
Ha venido a negociar con un magnate americano la compraventa de un valioso lienzo de Diego Velázquez que hasta ese momento se creía desaparecido: el retrato de la pintora italiana Flaminia Triunfi, la mujer que fue probablemente su amante y la modelo de la Venus del espejo.
Montenegro es un hombre misterioso. Un aristócrata sevillano con fama de tahúr. Un pintor talentoso con un pasado opaco, implicado en la desaparición de varias obras de arte y a quien la policía sigue la pista. El hombre de moda, de quien todos hablan, fascinados por su novelesca reputación.
¿Pero quién es en realidad? ¿Quién va a acabar con su vida dentro de una semana y por qué? Solo una persona conoce su pasado, su amigo de la adolescencia, Gabriel Caron, que recibe el inesperado reencuentro con Roberto con una mezcla de alegría, envidia y rencor por las historias que quedaron sin cerrar en el pasado.
Verano de 1935. Clara tiene once años, veranea junto a su familia en Deauville, una ciudad extravagante y frívola de la costa normanda frecuentada por príncipes y millonarios, y hace una semana que ha conocido al hombre más fascinante del mundo: Roberto Montenegro, pintor y aristócrata, de cuyo pasado apenas se sabe nada, aunque los rumores hablan de obras de arte robadas y golpes de tahúr en los casinos.
Una noche de fiesta, la niña se encuentra el cuerpo sin vida del enigmático personaje en un jardín solitario y ese hallazgo nos lleva a retroceder una semana en el tiempo para desentrañar los secretos de Montenegro, averiguar quién era realmente y descubrir quién ordenó que lo asesinaran y por qué.
El único que sabe quién era realmente Montenegro es Gabriel Caron, el tío de Clara. Se conocieron con quince años, cuando Roberto, recién llegado de la lejana Sevilla, se instaló en la pequeña aldea normanda en la que vivía Gabriel, y la fascinación inicial por el recién llegado y su mágico talento con el pincel dio paso a una amistad intensa, rota tras la marcha de Roberto, con diecisiete años, en pos de una bailarina parisina de la que ambos se habían enamorado.
Ahora, catorce años después, Montenegro regresa a Normandía, convertido en un personaje novelesco, para firmar con un magnate estadounidense el millonario acuerdo de venta del retrato de Flaminia Triunfi, un lienzo de Velázquez que se creía perdido y que ha aparecido en manos de una noble familia italiana que huye del fascismo de Mussolini.
Gabriel es reacio a recuperar su amistad, pero las deudas de juego de su cuñado Léon le obligarán a pedir ayuda a su viejo amigo, lo que acabará implicando en los misteriosos negocios del sevillano a buena parte de su familia, sobre todo a su sobrina Clara, una imaginativa niña fascinada por Montenegro.
Mientras, Félix Oriot, un ambicioso periodista para el que Gabriel trabaja como fotógrafo, ha descubierto que la intermediaria del negocio entre el millonario americano y Roberto Montenegro es la bella Elena Voloshina, prometida del magnate e hija de un emigrado ruso al que Roberto robó un lienzo de El Greco, la única riqueza familiar que le quedaba, en una tramposa partida de cartas. Una extraña coincidencia que le hace ponerse en guardia.
Poco a poco, todas las piezas de la trama irán encajando, como en un rompecabezas, hasta dejar al protagonista sin escapatoria, mientras el lector va conociendo el pasado del misterioso Roberto Montenegro en un apasionante viaje por el mundo del comercio del arte.
Un universo de millonarios sin escrúpulos y pícaros buscavidas en el que los profesionales de las galerías más prestigiosas recurrían a prácticas más que dudosas para envejecer obras de arte, hacerlas más comerciales o atribuirlas a un artista de su elección, y en el que los falsificadores más habilidosos desarrollaban técnicas increíblemente sofisticadas para que sus osadas y fraudulentas creaciones resultaran indetectables.
*Contenido original proporcionado por la editorial
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