El mar que respiras
de Roberto Hurtado García
Cuando su madre muere, Carmen recibe una novela titulada “Felicia” y, al mismo tiempo, sentirá una irrefrenable necesidad de emprender la búsqueda de su origen. Su infancia y juventud han sido un cúmulo de huidas con mil preguntas y ninguna respuesta. Se encuentra sola, desesperada y llena de complejos que le provocan una terrible inseguridad en un mundo machista. Al leer la novela, descubrirá un lejano pasado en la España de posguerra. En él, Juan y Miguel, dos hermanos pescadores viajarán a través del mar huyendo de la miseria ―económica y emocional― que su mundo les ofrece.
En Lanzarote ―también envuelta en la neblina oscura del franquismo― conocerán a Blanca y Emilia, dos hermanas muy distintas, unidas en su determinación de sobrevivir. Junto a ellas emprenderán un largo y tortuoso camino. Olvidarán todas las trabas de la sociedad y regresarán al pueblecito alicantino de Guardamar, pero lo que pretendía ser una bonita historia de supervivencia, se convertirá en una pesadilla tropezando con la realidad en la que viven. En el pueblo se oculta un comisario corrupto que pretenderá truncar las tenues esperanzas que afloran en sus corazones. Tal vez Carmen encontrará una solución a sus inseguridades.
Roberto Hurtado García nació en Alicante en 1976 y se crió entre Elche y Guardamar del Segura. Es médico especialista en Medicina Interna en el Hospital Vega Baja de Orihuela (Alicante) con varias publicaciones en la literatura médica. Realiza fotografía de forma aficionada ganando premios a nivel nacional como el Concurso de Fotografía Artística Julio Montes de 2021. Su carrera como escritor comenzó en 2019 con Cartas a Liz (Létrame), diario en el que relata su experiencia en un barco de rescate, con un notable éxito de ventas. En 2020 le siguió Los que piensan en la nada (Létrame) con la que inició una nueva etapa en la novela de autoayuda y en la que se aborda el enfrentamiento a la muerte por parte de los pacientes. En El mar que respiras, su primera novela histórica, el autor se adentra en el oscuro mundo de la posguerra española, en una trepidante aventura en la que la supervivencia abrirá nuevos caminos inexplorados a los protagonistas.
Extracto del libro «El mar que respiras» de Roberto Hurtado García
Pronto Juan pensó que debía salir de aquel nido de desesperación y que, en la medida de sus posibilidades, intentaría sacar también a su hermano pequeño. Sin embargo, Miguel ya había tomado esa decisión por sí mismo y, cumplidos los catorce, dos perspectivas se abrían en su mente como salvoconducto para la huida: el servicio militar o la pesca.
Como para lo primero todavía era muy chico, la segunda opción tomó fuerza. Y muy pronto se adentró en el mar Mediterráneo, escapando del infierno periódico del hogar ―aunque aquello no podía llamarse hogar― para labrarse un futuro, una salida, un brote verde de esperanza que le llevara muy lejos, acompañado solo por el silencio del mar en calma o el fragor de la tempestad azotando la cubierta del pesquero.
No había muchas más opciones que acercarse a Santa Pola o bien a Torrevieja y probar suerte en alguno de los motoveleros que se movían por aquella época. No era tan difícil encontrar algo, ya que el oficio de pescador siempre estaba disponible, sino para trasportar esparto o palma del Cabo de Gata, sería para echarse al mar en busca de atún, bonito o lo que fuera por toda la costa del Mediterráneo o quizá incluso mucho más allá.
El dos de julio de 1947 comenzó todo, Miguel embarcó en el Gasparito desde Torrevieja con un destino incierto, hasta octubre. Posteriormente en el Adelina, inmediatamente hasta enero de 1948, para volver de nuevo al eterno reparto en bicicleta por los pueblos de la comarca, anhelando que volviera a llegar la hora para salir de nuevo a faenar. Y así pasaban los meses, deshojándose cual margarita, sin casi ni darse cuenta.
En abril de 1949, Miguel abrió los ojos, encontrándose embarcado en el San Miguel. Persiguiendo atunes en las islas Columbretes, se sentaba en cubierta a reparar mallas tras las madrugadas arriesgadas en las que no pocas veces pudo acabar con su cuerpo en el agua. Unas horas antes, la cubierta estaba llena de sangre de atún. Tras dar unos buenas cubos de agua, para evitar que se resbalaran con la sangre, había dejado descansar su cuerpo en una hamaca.
En el silencio de la noche, recordaba a su madre y se preguntaba, con lágrimas en los ojos, qué habían hecho ellos para merecer todo eso. Mientras, un bello amanecer se asomaba por entre el islote del Bergantín, llenando su mundo de incertidumbres que solo el tiempo conseguiría responder. Ya lejos quedaban los tiempos en que a Juan o a Miguel le importara lo que las mozas del pueblo dijeran de ellos, ni siquiera para recordar aquellos atardeceres en el castillo junto a Armando. Ya no había tiempo para creer en los cuerpos atléticos, en las facciones de actor de cine, en la vida disoluta y sin preocupaciones.
Nunca hubo lugar para esos pensamientos en las mentes de los hermanos. Ahora tocaba escapar, buscar un destino donde hubiera futuro, encontrar un lugar donde obtener un porvenir. Y ese futuro, por el momento, se encontraba en el mar.
*Contenido original proporcionado por el autor
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