RESEÑA DE EL VUELO DE LAS RATAS, DE ALICIA MARÍN LÓPEZ. Santiago de Compostela, ed. Tandaia, 2018.

Con solo dos libros en su maleta y apenas dinero en los bolsillos, la joven Anabel abandona Salinas sin una despedida que pueda retenerla y con la firme intención de no volver nunca más. Con sus polvorientas plazas de arena “color canela” y sus “barrios muertos de vida”, Salinas es descrito como un lugar inmerso en un ambiente urbano y social tan denso como decadente, en especial La Colmena, el llamado “barrio de las ratas” en el que ha crecido. Bajo esa sensación de opresión del entorno hostil que la rodea, la historia de Anabel cobra por momentos la misma aura que la protagonista de Nada, de Carmen Laforet, cuando filtra y analiza a través de su mirada el espacio y la gente que habita en él. Pero su sed de libertad, de levantar el vuelo, se cataliza cuando, tras un suceso trágico, se vuelve plenamente consciente de que debe salir de allí para que su destino no quede truncado o engullido en una inercia destructora de la que muy pocos han conseguido salvarse.

Tomar las riendas del propio destino es una idea que la protagonista lleva marcada en cada latido, en cada susurro de sus pensamientos y de sus recuerdos. No en vano, «El vuelo de las ratas» comienza cuando Anabel rememora una escena, casi onírica, que vivió en su niñez: el día en el que una gitana le leyó la mano, advirtiéndole enigmáticamente sobre funestos presagios. La necesidad imperante de romper con el vacío anodino de lo cotidiano y de rebelarse a ese determinismo encarcelador, la impulsan a abordar un coche aparcado en el arcén. Al volante se encuentra con un muchacho desconocido, a pesar de resultarle familiar. Es entonces cuando, sin cruzar palabra pero con la fuerte pulsión de escapar de allí, ambos emprenden un viaje por carretera que ocupa buena parte de la obra.

Como toda novela donde se relata un viaje, este no es meramente un cambio continuo de escenarios, sino que es una trasposición de un viaje interior del personaje principal. Así, Anabel, inicia este roadtrip creyendo dejar a los fantasmas del pasado en el retrovisor y adentrándose junto a su misterioso y callado compañero por tortuosas carreteras y solitarios pueblos. Sin un rumbo marcado, se dejan llevar únicamente por la luz cambiante de las horas sabiendo que, en algún momento, no podrán esquivar el inevitable final de su huida hacia delante.

Marín, tras haber ganado algunos premios de relato corto además del VII premio de novela de la editorial Tandaia, realiza su debut novelístico desplegando un estilo muy personal, demostrando una capacidad natural en el manejo de la introspección y de la plasticidad descriptiva con la que nos sumerge en la historia mediante potentes imágenes y un lirismo que centellea en medio de la crudeza de la realidad. De esa manera, las palabras se transforman en verdaderos fotogramas ante nuestros ojos cuando nos volvemos polizones dentro del automóvil y vemos los bosques y la lluvia a través de los cristales, oímos el viento silbar en la carrocería, anhelamos el silencio consumido por las “zancadas neumáticas de los camiones” a lo lejos o directamente nos transportamos al estado de ánimo de Anabel cada vez que los acordes y la letra de alguna canción se escapan de los altavoces del coche.

La autora demuestra una gran sensibilidad en la recreación de una voz femenina con la que nos inunda de sensaciones. A cada momento nos hacemos partícipes de lo que siente Anabel mientras nos cuenta, por ejemplo, cómo la adrenalina la asalta cuando comprende que no tiene nada que perder al ponerse a prueba a sí misma; su miedo al fracaso, a ceder ante la culpabilidad de su decisión o la rabia que le produce cuando los demás juzgan sus actos. Esto le lleva a reflexionar sobre cómo se proyectan nociones sexistas sobre las mujeres cuando alguna rompe las expectativas que se tiene sobre ella. De ahí que, al contrario de su madre, se rebele ante la idea de quedarse atrapada en un lugar que la ahoga o de que su fuerza interior esté guiada por el recuerdo de un amor. Igualmente, durante el viaje, debe hacer frente a los prejuicios que se despiertan al viajar en compañía masculina, además de situaciones que no se darían si ella no hubiese sido una chica.

En definitiva, El vuelo de las ratas se trata de una novela de superación por alcanzar una individualidad personal; una identidad que no quede difuminada entre otras historias y otras vidas que ya estaban trazadas, y también de desprenderse de aquello que nos impide volar, despegar los pies de la tierra y encontrar respuestas desde otras alturas. Aunque todo parezca creado para sucumbir, aunque el mundo siempre intente poner en su sitio a las ratas.

Por Mª Angeles Gutiérrez

Título: El Vuelo de las ratas
Autor:  Alicia Marín López
Editorial: Tandaia S.C.
Publicado: 1 diciembre 2018
Páginas: 226
ISBN: 978-8417393526
Artículo anteriorGambito de dama
Artículo siguienteLos libros más vendidos en noviembre de 2020
Mª Angeles Gutiérrez
Marian Gutiérrez. Filóloga por trabajo y vocación. A veces intento no ser el cliché de la típica lectora con libros por todas partes y un gato, sin éxito.