Los ingratos
de Pedro Simón

Publicación: 7 abril 2021
Editorial: Espasa
Páginas: 288
ISBN: 978-8467060867

Biografía del autor

Pedro Simón (Madrid, 1971) es periodista y escritor. Actualmente trabaja en el diario El Mundo. Como periodista ha ganado el Ortega y Gasset de 2015 y el Premio al Mejor Periodista del Año de la APM en 2016. En 2020, fue finalista de los premios de la Fundación Gabo. Entre sus libros destacan dos antologías de reportajes (Siniestro total y Crónicas bárbaras) y su novela Peligro de derrumbe.

Sinopsis

Premio Primavera de Novela 2021

«Nos rezaban que cuatro esquinitas tenía mi cama y que cuatro angelitos nos la guardaban, pero mi cama por lo menos tenía cinco. Y uno de ellos era una señora de campo que pinchaba cuando te daba un beso».

1975. A un pueblo de esa España que empieza a vaciarse llega la nueva maestra con sus hijos. El más pequeño es David. La vida del niño consiste en ir a la era, desollarse las rodillas, asomarse a un pozo sin brocal y viajar cerrando los ojos en el ultramarinos. Hasta que llega una cuidadora a casa y sus vidas cambiarán para siempre. De Emérita, David aprenderá todo lo que hay que saber sobre las cicatrices del cuerpo y las heridas del alma. Gracias al chico, ella recuperará algo que creyó haber perdido hace mucho.
Los ingratos es una emocionante novela sobre una generación que vivió en aquella España donde se viajaba sin cinturones de seguridad en un Simca y la comida no se tiraba porque no hacía tanto que se había pasado hambre. Un homenaje, entre la ternura y la culpa, a quienes nos acompañaron hasta aquí sin pedir nada a cambio.

Nota de prensa

Una emocionante crónica familiar y sentimental.
El retrato de un país que miraba al futuro y se olvidó de dar
las gracias a la generación que lo hizo posible

25.º ANIVERSARIO. PREMIO PRIMAVERA 2021

EL FALLO DEL JURADO El viernes 19 de febrero se dio a conocer el fallo de esta vigesimoquinta edición del Premio Primavera de Novela. El jurado, presidido por Carme Riera y compuesto por Antonio Soler, Gervasio Posadas, Fernando Rodríguez Lafuente y Ana Rosa Semprún, falló por unanimidad que la obra ganadora de este año sea Los ingratos, de Pedro Simón.

LA EDICIÓN DEL 25.º ANIVERSARIO Esta era una convocatoria muy especial del premio, puesto que alcanza su 25.ª edición. Se presentaron 1543 obras, la cifra más alta de su historia. España, con 645 novelas, encabezó la lista de participantes por países, seguida de Argentina y México, con 225 y 122 originales, respectivamente. Y Madrid, la lista de Comunidades Autónomas con 188 originales, seguida de Andalucía, con 96, y Cataluña, con 75.

LOS MÉRITOS DE LA NOVELA El jurado destacó de Los ingratos que es un relato con imágenes poderosas e inolvidables sobre la pérdida de la inocencia y el paso de la infancia a la edad adulta, a la vez que un homenaje, entre la ternura y la culpabilidad, a los que nos trajeron hasta aquí sin pedir nada a cambio. Una auténtica historia de amor en toda la extensión de la palabra.

EL PREMIO PRIMAVERA Dotado con 100.000 euros, el Premio Primavera es, desde su primera edición en 1997, uno de los más prestigiosos en lengua española. Lo convocan la editorial Espasa y Ámbito Cultural de El Corte Inglés con el fin de apoyar la creación literaria y contribuir a la máxima difusión de la novela como forma de expresión artística de nuestra época.

UN PALMARÉS CON GRANDES NOMBRES El Premio Primavera de Novela ha recaído en años anteriores en autores de muy diferente índole. Entre los galardonados figuran Rosa Montero, Juan José Millás, Juan Manuel de Prada, Nativel Preciado, Use Lahoz, Juan Eslava Galán o Carlos Montero, entre otros; las cuatro últimas ediciones han reconocido novelas de Carme Chaparro, Javier Moro, Juan del Val y José María Pérez, Peridis.

 

UNAS NOTAS DEL AUTOR SOBRE LOS INGRATOS

Los ingratossomos los hijos de una generación un tanto deslocalizada, cuya infancia quedó
marcada por la dureza de la larguísima posguerra y que vivió en primera persona las luces
y las sombras de la Transición.
La novela habla de aquella España que iba sin cinturón de seguridad en un Simca
1200, y se trasladó en aluvión desde los pueblos hacia las ciudades. También habla de
Orzowey, del Un, dos, tres, de la televisión en blanco y negro y de todo aquello que se
fue para no volver.
Nuestra —mi— generación fue educada bajo unos parámetros que se resumían en
tres palabras: por favor (entendida como un solo término), perdón y gracias. Las dos
primeras las pronunciábamos con intención utilitarista. Sabíamos que el «por favor»
abría muchas puertas, mientras que «perdón» estaba ligado a la educación católica que
recibimos y servía para limpiar tu conciencia y para aliviar al otro; te permitía dormir
tranquilo sin que vinieran a visitarte monstruos y fantasmas.
La palabra «gracias», en cambio, creo que la pronunciamos poco. De verdad. Es
una palabra que no se la hemos dicho lo suficiente a esa gente que hizo posible que yo,
por ejemplo, me pueda dirigir a vosotros tras recibir un maravilloso premio literario.
Repito: no sé si hemos dado suficientemente las gracias, pongamos por caso, a ese
matrimonio de agricultores que trabajaba de sol a sol para darnos una vida mejor. Hay
un momento en el libro en el que se habla de la señora Trini, cuyo mayor éxito, sin haber
salido del pueblo, era que su hijo hubiera podido ir a la capital. Ese hijo vuelve al pueblo
veinte años después, una sola vez, subido en un cochazo y hecho un san Luis, con zapatos
relucientes, bien vestido y con el pelo engominado. Pero vuelve al entierro de su madre,
y ya es tarde.
Creo que es una imagen metafórica de cómo nos hemos comportado nosotros.
Repito: no sé si hemos dado las gracias lo suficiente. Yo no.
Escribir es bajar a un trastero y ponerse a abrir cajas. Cajas que contienen cosas
que te afectan: recuerdos personales, objetos singulares, fotos antiguas… olores. Todo
eso que no quieres tirar a la basura y guardas ahí sin saber muy bien por qué. Escribir es
rescatar esas cosas. Supone también pasar apuntes a limpio tras ese ejercicio de remover
el trastero, de verte a ti mismo muerto o congelado en un momento concreto.
Creo, además, que la novela es oportuna. La COVID-19 se ha llevado a mucha gente
de la generación que protagonizó el gran cambio de nuestro país en el último medio
siglo. El suyo fue un viaje social, político y personal muy difícil.
Con Los ingratos os invito también a reflexionar sobre los cambios profundos que
ha experimentado, en las últimas décadas, la forma de vivir la infancia y la juventud. Y
no me refiero solo a cuestiones materiales. El nuestro fue un mundo más fácil para los
jóvenes que el de ahora. Aunque hoy no hay pozos con brocales rotos, nos encontramos
con cosas mucho más peligrosas: las pantallas, las relaciones con los otros mediatizadas
por esas pantallas, el tema de la autoimagen y la autoestima… a un golpe de dedo. Creo
que, en determinados aspectos de la vida, más es menos.
Pedro Simón, febrero de 2021

LA VOZ NARRADORA (Y UN CUADERNO) La novela está narrada en primera persona por David, el protagonista. Lo que vemos y sabemos nos llega a través de él. Es una voz desde la actualidad, que rememora su vida en un innominado pueblo pequeño y agrícola; vivió allí solo un puñado de años, a partir de 1975, en los que pasó de la infancia a la adolescencia. Completan el relato un preludio en tercera persona, situado en 1961, y fragmentos del cuaderno personal y de una carta de Emérita.

UNA NOVELA DE APRENDIZAJE Y MUCHO MÁS Los ingratos es un emocionante relato sobre la pérdida de la inocencia y el paso de la infancia a la edad adulta. David llega al pueblo como un niño y sale como un adolescente. En Leganés, al final del libro, se convierte en un adulto que, poco a poco,se va olvidando de aquellos años rurales y de quienes estuvieron a su lado. También es el retrato de un periodo que cambió la historia de España y sentó las bases de su modernización. La crónica familiar recoge perfectamente aquellos cambios: la transformación económica, la vida en la ciudad como objetivo, los problemas sociales, la evolución de los roles familiares, el empoderamiento de la mujer, etc. Ofrece también una mirada muy lúcida sobre el ámbito rural, mitificado en los últimos años. La vida en el pueblo, en aquellos setenta y primeros ochenta, era muy dura. Incluso con la mirada del niño, el lector capta las privaciones, la miseria, los esfuerzos por salir adelante… e, incluso, una violencia soterrada.

SOBRE LOS REGISTROS LINGÜÍSTICOS Pedro Simón muestra en Los ingratos su dominio de distintos registros lingüísticos. Se nota especialmente en los diálogos. Cada personaje tiene una identidad propia también al hablar. El autor lo ha conseguido sin necesidad de impostar ese habla ni de trufarla de supuestos ruralismos o arcaísmos. Un ejercicio técnico difícil y muy meritorio. En la construcción de David ese dominio alcanza una cota muy alta: nuestro narrador utiliza un lenguaje distinto cuando reflexiona sobre sus cosas, cuando se dirige a su familia o cuando está con sus amigos. A partir de un léxico muy rico, Pedro Simón se mueve con soltura entre la prosa directa y engañosamente simple de las escenas más costumbristas y la prosa poética de las reflexiones más profundas.

LAS SUTILES REDES DE RELACIONES PERSONALES La construcción de los personajes es uno de los puntos fuertes de la novela. Se escapan del papel, porque tienen vida propia y volumen; no hay ninguno de ellos que sea plano ni puramente instrumental. Los vemos. Los dos retratos más sutiles, sin duda, son los de Emérita y el de la madre de nuestro protagonista, a ratos «la señorita Mercedes», a ratos «mamá», según su momento anímico. La relación de David con sus amigos —en especial, con Vicente Jesús, Gregorio y Tomás— es otro ejemplo de la capacidad del autor para tejer redes muy sutiles de emociones que nos acaban atrapando.

UN RETRATO DE ÉPOCA CON SENTIMIENTOS Y SIN SENTIMENTALISMO David narra desde los sentimientos del niño que intenta adaptarse a un nuevo entorno. Nos muestra su amor por sus padres y por Emérita, la dificultad para establecer relaciones con fecha de caducidad cada vez que Mercedes, maestra rural, cambia de destino, y pinta un freso extraordinario de la vida rural vista con ojos infantiles. Pedro Simón elude las trampas del sentimentalismo y de la nostalgia gratuita, que deforman la realidad y embellecen los recuerdos. La naturalidad con las que David muestra las escenas de brutalidad con los animales —desde la óptica actual— o los diálogos tejidos alrededor de la muerte de Luis «el subnormal de la cueva» sobrecoge gracias a su austeridad, a su sencillez libre de adjetivos grandilocuentes.

*Contenido original proporcionado por la editorial Espasa (Grupo Planeta)

Por qué leer ‘Los ingratos’

  • Para los que no tienen pueblo, porque nunca lo tuvieron o ya no se acuerdan de que vienen de ahí.
  • También para los que lo tuvieron, se fueron pensando que podrían volver y lo perdieron para siempre.
  • Encuentra la sensibilidad hacia la infancia de Matute y el conocimiento rural de Delibes.
  • El autor, Pedro Simón, premio Ortega y Gasset, es un prestigioso periodista.

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