Los vencejos
de Fernando Aramburu
Publicación: 25 agosto 2021
Editorial: Tusquets Editores
Páginas: 672
ISBN: 978-8490669983
Biografía del autor
Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) está ya considerado como uno de los narradores más destacados en lengua española. Es autor de los libros de cuentos Los peces de la amargura (2006, XI Premio Mario Vargas Llosa NH, IV Premio Dulce Chacón y Premio Real Academia Española 2008) y El vigilante del fiordo (2011), así como de novelas como Fuegos con limón (1996), Los ojos vacíos (2000, Premio Euskadi), que junto con Bami sin sombra (2005) y La gran Marivián(2013) conforman la «Trilogía de Antíbula», El trompetista del Utopía (2003), Viaje con Clara por Alemania (2010), Años lentos (2012, VII Premio Tusquets Editores de Novela y Premio de los Libreros de Madrid) y Ávidas pretensiones (Premio Biblioteca Breve 2014). Pero ha sido su novela Patria, de apabullante éxito entre los lectores y merecedora de unánime reconocimiento ya internacional (Premio Nacional de Narrativa, Premio de la Crítica, Premio Euskadi, Premio Francisco Umbral, Premio Dulce Chacón, Premio Arcebispo Juan de San Clemente, Premio Strega Europeo, Premio Lampedusa, Premio Atenas…), la que lo ha situado como un escritor llamado a marcar época. Suyos son también los recientes Autorretrato sin mí, tal vez su libro más personal y hermoso, y Vetas profundas, un volumen de celebración de la poesía.
Sinopsis
La nueva y extraordinaria novela de Fernando Aramburu, tras el éxito mundial de Patria.
Mediada la cincuentena, Toni, un profesor de instituto decepcionado con el mundo, decide poner fin a su vida. Meticuloso y sereno, tiene elegida la fecha, dentro de un año. Hasta entonces cada noche redactará, en su piso de la Guindalera, que comparte con su perra Pepa y una biblioteca de la que se va desprendiendo poco a poco, una especie de crónica personal a ratos dura y descreída, a ratos tierna y humorística. Con ello espera ponerse en claro consigo mismo, contar los principales hechos de su pasado, y una multitud de asuntos cotidianos en una España sacudida por las convulsiones políticas. Aparecerán sus padres; su hermano, con quien nunca mantuvo una buena relación; su exmujer Amalia, de la que, aunque quisiera, no logra desconectarse del todo; su problemático hijo Nikita; su amigo Patachula, aún más cáustico y desengañado que él; la bondadosa Águeda, que regresa de un antiguo amor truncado, y tantas otras figuras que el narrador disecciona con implacable bisturí. Todas van conformando una fascinante y adictiva constelación humana, en la que se suceden los episodios amorosos y familiares, y peripecias de toda índole que trazan la radiografía de un hombre desorientado, que vuelca hasta la última partícula de su intimidad, pero que, queriendo hacer recuento de sus ruinas, insufla una inolvidable lección de vida.
Ácida y enternecedora, Los vencejos es la nueva obra maestra del autor de Patria, que lo confirma como uno de los mejore escritores europeos.
LOS VENCEJOS, a punto de echar a volar
Ácida y enternecedora, Los vencejos es la nueva obra maestra de Fernando Aramburu.
Una novela que lo confirma como uno de los mejores escritores europeos.
Toni, un profesor de instituto enfadado con el mundo, decide poner fin a su vida. Meticuloso y sereno, tiene elegida la fecha: dentro de un año. Hasta entonces cada noche redactará, en el piso que comparte con su perra Pepa y una biblioteca de la que se va desprendiendo, una crónica personal, dura y descreída, pero no menos tierna y humorística. Con ella espera descubrir las razones de su radical decisión, desvelar hasta la última partícula de su intimidad, contar su pasado y los muchos asuntos cotidianos de una España políticamente convulsa. Aparecerán, diseccionados con implacable bisturí, sus padres, un hermano al que no soporta, su exmujer Amalia, de la que no logra desconectarse, y su problemático hijo Nikita; pero también su cáustico amigo Patachula. Y una inesperada Águeda. Y en la sucesión de episodios amorosos y familiares de esta adictiva constelación humana, Toni, hombre desorientado empeñado en hacer recuento de sus ruinas, insufla, paradójicamente, una inolvidable lección de vida.
El protagonista de Los vencejos es Toni, un hombre de cincuenta y cinco años, divorciado y con un hijo que ya no vive con él. Es profesor de filosofía en un instituto y vive en Madrid, en el barrio de La Guindalera. Huraño y enemistado con el mundo, que le ha decepcionado, su vida se reduce a trabajar, pasear a su perra Pepa y tomarse alguna cerveza con su amigo Patachula. Por muchos libros que haya leído, Toni confiesa que hay cosas que no entiende. También cree que lo importante ya lo ha vivido, y que no merece ya la pena seguir en el mundo, por lo que toma la firme decisión de ponerse una fecha para quitarse la vida. Se concede un año para poner en orden todos sus asuntos, y averiguar las verdaderas razones de su determinación. Sólo la llegada de los vencejos, en primavera, le confirmará si ha tomado la decisión correcta. En la cuenta atrás que va del 1 de agosto de 2018 hasta la fecha elegida para su suicidio, Toni se deshace poco a poco de sus pertenencias y escribe un diario: una anotación cada día, durante los 365 días que faltan hasta llegar al 31 de julio del 2019; en esas anotaciones repasa, sin filtros y con una franqueza desacostumbrada, lo que ha sido su vida, con sus altibajos, sus momentos de gloria pero también sus fracasos. Y sobre todo la constelación de personas a las que ha conocido y que forman su particular universo. Como si necesitara despojarse también de los recuerdos, Toni revive su niñez, una infancia durante la cual vivió convencido de que sus padres no lo querían, con un padre violento que ofrece algunas de las escenas más hilarantes de esta novela, y también algunas de las más tiernas, y una madre de fuerte carácter que vive amargada a la sombra de su marido; también rememora al nuevo novio de su madre, un dentista jubilado cuya relación trataron de boicotear Toni y su hermano; su fallido matrimonio con Amalia, en quien nunca deja de pensar —aunque ahora sea para odiarla con todas sus fuerzas—, el nacimiento de su hijo Nikita, que desde pequeño muestra problemas de maduración y comportamiento, la relación siempre problemática con su hermano Raúl o la enfermedad de su madre, que, ingresada en una residencia, se deteriora cada día más debido al alzhéimer que padece. Y también su encuentro con una antigua novia, Águeda, que aparecerá de repente en estos últimos meses, y que va a introducirse en su vida y dará lugar a una particular historia de amor. Las conversaciones que todas las tardes mantiene en su cita en el bar de Alfonso con su amigo Patachula, cáustico y desacomplejado, nos ofrecen una lúcida panorámica de la situación política y social más reciente. Con la misma precisión descarnada con que dibuja sus relaciones familiares, Toni recoge en su diario asuntos candentes al hilo de la actualidad de ese año —desde los desahucios hasta la violencia de género o la situación de los ancianos en los geriátricos—, y muy particularmente la crispación política instalada en nuestra sociedad: el conflicto catalán, el ascenso de nuevos partidos extremistas… Por si fuera poco, Toni se encuentra cada cierto tiempo mensajes anónimos en el buzón, que parecen provenir de alguien que le espía muy de cerca. Los vencejos es un hermoso canto a lo verdaderamente importante: la amistad, el amor, la libertad y, sobre todo, la vida: una vida que puede tener sus sombras, pero que también, si se sabe apreciar, es luminosa. Con un sentido del humor corrosivo, una gran dosis de ironía y una afiladísima mirada al mundo que vivimos, Fernando Aramburu consigue interpelar al lector con las numerosas cuestiones que plantea, pero sobre todo hace un retrato prodigioso de un hombre de nuestro tiempo, superado por los acontecimientos, víctima de una deficiente educación sentimental de otra época, y perdido en un mundo postmachista, el del fin del heteropatriarcado.
CLAVES DE LA NOVELA
LA SOLEDAD A fuerza de desengaños, Toni disfruta de la soledad y la considera uno de los mejores estados en los que puede estar un hombre. Le permite rutinas sin interferencias —como las visitas al mercado los miércoles o los paseos con Pepa por el parque—, y, sobre todo, no tener que prodigar a nadie un afecto que, en su caso, sería impostado. Por eso, cuando Águeda reaparece en su vida, Toni lo afronta con cierto nerviosismo: teme que ella acabe invadiendo su intimidad. No hay mejor imagen de su misantropía que la de desear ser como los vencejos, que vuelan y no tocan tierra, ni se mezclan con los otros seres humanos.
LA AMISTAD Poco dado a hacer confidencias o a compartir demasiados detalles de su vida, Toni tiene en Patachula al amigo ideal: tan solitario como él, discreto con las interioridades de su amigo, Patachula trata de aconsejar y de proteger a su amigo sin agobiarlo, dejándole su espacio. Les une esa camaradería que les permite enfadarse una tarde y volver a verse al día siguiente, en su mesa de siempre de su bar de siempre, sin necesitar siquiera mencionar lo ocurrido la víspera. Y aunque defienden visiones de la vida muy diferentes, cada uno es para el otro un ancla que lo ata a la realidad. Patachula y su amistad son de las pocas cosas valiosas que atesora Toni.
EL AMOR Para Toni, desengañado por experiencias previas, que ha sufrido y no quiere volver a pasar por ello, el amor es «un coñazo. Es estresante y fatigoso, un pésimo invento del género humano»; además, da mucho trabajo. Aparentemente es maravilloso si lo lee en un libro, si lo ve en una película, o en alguien lejano, pero en cuanto detecta su cercanía, lo espanta como a una mosca fastidiosa. Se lo tiene prohibido y asume una vida aburrida y sin emociones como escudo contra él. Pero aparece Águeda, y por más que la rehúya, se convertirá en la compañera de tertulia con Patachula, descubrirá en ella a una persona desinteresada y sin prejuicios, y una tarde se reirán en una inesperada excursión…
LA MUERTE La muerte natural, y la «voluntaria», como llama Patachula al suicidio, son motivo de continuas alusiones en la novela. Frente a quienes creen que «quitarse la vida es casi siempre un error», Toni no está seguro de que vivir sea de por sí un acierto. Parece tener claro que el sentido de la vida radica en aportar algo a lo que te rodea y que, si eso no ocurre, mejor acabar cuanto antes. Para él, cincuenta y cinco años de una vida carente de interés son suficientes. Y saber qué día exacto va a acabar tu existencia sólo tiene ventajas. Toni quiere quitarse la vida de un modo discreto, que no manche ni perjudique a otros, una muerte en consonancia con lo que siempre ha intentado: vivir sin molestar.
EL SEXO Es uno de los asuntos latentes de la obra: una de las relaciones más duraderas que tiene Toni en esta etapa de su vida es Tina, una love doll que le regaló Patachula cuando este se compró un modelo más sofisticado. Para Toni, asiduo visitante de prostíbulos desde que su matrimonio empezara a hacer aguas, la muñeca hinchable es la pareja sexual perfecta: alguien a quien, además de no tener que pagarle y que le exime de contraer enfermedades venéreas, no plantea discusiones, ni pide ni recrimina nada… Tal vez sea también la imagen de un hombre que, en un mundo donde la mujer se ha empoderado, no sabe tratar con mujeres de carne y hueso.
LA POLÍTICA Las conversaciones con Patachula y Águeda en el bar de Alfonso dan lugar a agudas reflexiones sobre la actualidad. Así, de estas páginas surge un perspicaz retrato del año 2019: el conflicto catalán y las manifestaciones a favor de sus líderes encarcelados, la inestabilidad que llevó al país a celebrar dos elecciones generales en un año, la polarización de la política y la irrupción de nuevos partidos de ultraderecha —que alcanzó un punto álgido en la foto de la plaza de Colón—, el populismo ansioso, la exhumación de los restos del dictador del Valle de los Caídos, la corrupción para conseguir títulos de máster… Hasta las magdalenas que Manuela Carmena regalaba en su campaña electoral asoman en la novela. Pero, sobre todo, Aramburu —nada complaciente con unos ni con otros— pone de manifiesto con este retrato la mediocridad de una clase política que provoca en Toni un hartazgo que reconocemos vivamente: el protagonista elige papeleta con los ojos cerrados.
EL DESENCANTO Toni es presa de la gran decepción que le produce una sociedad cada vez más ajena. Tal vez por eso decide quitarse la vida, y tal vez por eso decide escribir este diario. Águeda, comprometida con lo que Patachula llama «el izquierdismo moderno» y con los movimientos sociales en pro de los más desfavorecidos, es un personaje clave para abordar los muchos conflictos sociales que llenaron las páginas de los periódicos en 2019: la especulación inmobiliaria y los fondos buitre, las familias sin recursos desahuciadas de sus casas, la violencia de género y la dependencia de las mujeres maltratadas de sus maltratadores, la falta de una ley que regule la muerte digna… A través de Amalia se despliega una reflexión sobre los medios de comunicación: el sensacionalismo de la prensa en sucesos como el del niño Julen, la falta de objetividad en temas políticos y el deseo de complacer a partidos afines a ellos; también la homofobia o el acoso escolar sufrido por su hijo Nikita se abordan en estas páginas. Y la enfermedad de la madre de Toni permite reflexionar sobre la vejez y denunciar las condiciones en las que viven los ancianos en los geriátricos. El trabajo de Toni como profesor de filosofía permite al autor cuestionar el enfoque de la educación en España: lejos de ser un asunto de Estado, sufre continuos cambios legislativos con cada nuevo Gobierno, como los implantados por Rajoy en 2014, que relegaron las Humanidades e incorporaron asignaturas que deben impartir profesores sin formación específica.
LA VIDA SENCILLA A medida que avanzan las páginas del diario de Toni, y los lectores con ellas, parece que este va teniendo más claras qué cosas importan de verdad en la vida; son, decididamente, aquellas que pueden hacerle feliz: acariciar la cabeza de Pepa para calmarla durante una tormenta, los libros que ha disfrutado, el recuerdo de algunos momentos felices junto a su madre o el de la primera sonrisa de su hijo, ver volar a los vencejos… Sentirse como ellos, libre, sin pretensiones ni autoexigencias; poder ver el mundo sin preguntarse nada. Oír sus chillidos en el cielo azul de la Guindalera es para él un pequeño placer secreto.
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