Gabriel Martínez, autor de novela histórica y thriller: «En general, termino odiando cordialmente a mis personajes».
Meticuloso y disciplinado en el arte de escribir y de documentarse, Gabriel Martínez (Rafal, Alicante, 1952) asegura que un día sin escribir es para él una traición a sus personajes, a los que necesita dotar de vida incluso aunque termine odiándolos cuando son ellos los que toman el control de su historia y le dictan qué y cómo debe escribir. Sobre esta relación de amor-odio y otras cuestiones literarias hemos charlado con él.
A la hora de escribir novela histórica, ¿tienes alguna época predilecta?
Me apasiona la historia en general. Pero, sin duda, por su complejidad, interés, e influencia, que llega incluso hasta nuestros días, mi época predilecta son los años 30 de la historia de España.
Seguramente, una de las cosas más complejas a la hora de escribir en este género es reunir la documentación, ¿cómo llevas a cabo este proceso?
Una vez tengo la trama, me dedico a estudiar desde todos los ángulos la época en la que se desarrolla. Leo historia, sociología, novelas… Para el siglo XIX, por ejemplo, Galdós es una fuente inapreciable. Analizo exhaustivamente a los personajes históricos que aparecen en la novela, leo sus autobiografías, si es que las hicieron, aunque las considero poco fiables por la tendencia de casi todos a ser benevolentes consigo mismos, y lo que los demás escribieron sobre ellos. Estudio su manera de pensar y de expresarse para que sus diálogos sean coherentes. A veces me he leído un libro para, al final, escribir un párrafo de la novela.
Con La estirpe del Cóndor lograste ser finalista del Premio Azorín de Novela, ¿qué significó esto para ti?
La satisfacción del trabajo bien hecho y de que el jurado de un premio literario importante considerara a mi obra entre las mejores. Nada más. Ninguna editorial mostró interés en su publicación.
En cuanto al thriller, ¿cuál dirías que es la principal dificultad que debes tener en cuenta?
La verosimilitud. No me gustan los ases en la manga que algunos autores se sacan en el último momento para dar un giro a la novela. Tampoco me importa demasiado que el lector intuya al asesino en la primera página, a mitad, o al final, porque lo que me interesa, más que el quién, es el por qué.
El comandante Roncal te ha inspirado una serie de libros, ¿dirías que es tu personaje más logrado?
Roncal es un personaje complejo, con sus errores y aciertos, con sus dudas e inseguridades, por eso me gusta. No es un héroe, pero tampoco un antihéroe, es una persona bastante normal.
¿Hay algún personaje que te haya costado especialmente escribir, que digas «a este no lo soporto»?
Empiezo cada proyecto enamorado de la historia y de los personajes (si no, no podría escribir la novela), soy amable y generoso, pero al cabo de 70/80 páginas, cuando ellos toman el control de la historia y empiezan a dictarme el qué, el cómo y el cuándo, comienzan a molestarme. En general, termino odiándoles cordialmente.
¿Cuál dirías que es tu mayor satisfacción como escritor?
Escribir, sin duda. Los días que, por cualquier razón, no puedo sentarme ante el ordenador, no solo me falta algo, la sensación es más bien la de haber traicionado a mis personajes no dejándolos vivir ese día.
¿Qué puedes contarnos sobre tus próximos proyectos?
En estos momentos estoy terminando una novela sobre la apasionante vida de dos personajes históricos durante los años 30 y 40. Puede que en realidad sea una biografía novelada y desmitificadora.
Por Eva Fraile, de La Reina Lectora
@reinalectora
La estirpe del Cóndor
de Gabriel Martínez
La estirpe del Cóndor es la crónica dramática de los últimos estertores del Imperio Inca, y su lucha por mantener sus creencias y costumbres frente a los conquistadores españoles.Es al mismo tiempo el relato de la búsqueda, por parte de una profesora de Historia española, del Punchao, el gran icono de la religión inca.
El asesino de la Vía Láctea
de Gabriel Martínez
Se produce un asesinato en un albergue de Saint Jean Pied de Port, y la Gendarmerie francesa comienza a investigar, pero al día siguiente se comete otro asesinato, de idénticas características, en el albergue de Roncesvalles. La conclusión es que un asesino en serie anda suelto por el Camino de Santiago. Se esperan más crímenes, y el comandante Roncal, de la Guardia Civil, es llamado para resolver el caso.