Mil lunas
de Sebastian Barry
Publicación: 11 marzo 2021
Editorial: AdN Alianza
Páginas: 264
ISBN: 978-8413622156
Traductor: Susana de la Higuera Glynne-Jones
Biografía del autor
Sebastian Barry nació en Dublín en 1955. Sus novelas y obras de teatro han recibido numerosos galardones, entre los que destacan el Kerry Irish Fiction Prize, el Irish Book Awards Best Novel, el Independent Booksellers Prize y el James Tait Black Memorial Prize. Tres de sus novelas han sido finalistas del Premio Man Booker: «A Long Long Way» (2005), «La escritura secreta» (2008) y «Días sin final» (2016), estas dos últimas también ganadoras del Premio Costa. «Días sin final» también ha recibido además el premio Walter Scott de Ficción Histórica 2017. También disponible de Sebastian Barry en AdN: «Días sin final«.
Sinopsis
Del autor de Días sin final, ganador del premio Costa 2016 a la mejor novela
Winona es una joven huérfana lakota, adoptada por los antiguos soldados Thomas McNulty y John Cole. Vive con Thomas y John en la granja donde ambos trabajan en la década de 1870 en Tennessee; recibe educación y cariño, lo que la ayuda a forjarse una vida por sí misma superando la violencia y los expolios de su pasado. Pero en los tiempos que siguen a la guerra de Secesión, la frágil armonía de su insólita unidad familiar pronto se verá amenazada por otro traumático acontecimiento, que a Winona le costará afrontar y mucho más comprender.Narrada con la magnífica y excepcional prosa de Sebastian Barry, Mil lunas es el poderoso y conmovedor retrato del viaje de una mujer, de su determinación por escribir su propio futuro y de la inquebrantable capacidad humana de amar.
Nota de prensa
Sebastian Barry: «No siempre deberíamos querer ser tan grandes como Joyce o Beckett
ENTREVISTA REALIZADA POR JOHN SELF PARA THE IRISH TIMES
«Estaba hablando con Graham Norton cuando dijo, de manera bastante elocuente: “¡No creía que fueras un hombre de secuelas!” Pensé: “¿Qué demonios es un hombre de secuelas?». Sebastian Barry se ríe. Nos encontramos en el Brooks Hotel en Drury Street mientras, afuera, la tormenta Ciara azota Dublín. Barry está aquí para hablar sobre Mil lunas, su nueva novela, que sigue los pasos a varios de los personajes de su última obra, Días sin final. Pero, ¿es realmente una secuela?
«Técnicamente es una secuela —dice Barry—, porque en mi contrato cinematográfico de Días sin final, cualquier obra que tenga que ver con esas personas será considerada como una secuela. Es bastante inusual en el mundo de la ficción literaria hacer algo así».
«Esas personas» son la familia en el corazón de Días sin final: Thomas McNulty, el emigrante irlandés en el oeste estadounidense, John Cole, su compañero, y Winona, la muchacha sioux, adoptada por ambos de manera informal. Aquí, la acción ha dado un salto a la década de 1870, y la historia es contada por Winona.
Días sin final es quizá la novela con más éxito de la carrera de Barry, galardonada con el premio Costa Book del Año y el premio Walter Scott de Ficción Histórica en el Reino Unido, y que ha sido considerada por The Guardian como una de las mejores obras literarias del siglo xxi. La amplia repercusión que obtuvo sigue siendo un estímulo muy gratificante. «Una vez que pasas de los 60 años, resulta bastante emocionante sentir cómo puedes encontrar en tierras lejanas un libro que ha salido de tu granja de subsistencia».
Thomas McNulty y John Cole se convirtieron en personajes muy queridos, de esos con los que los lectores se identifican y a los que apoyan. «Alguien dijo en internet que yo había echado a perder su vida a menos que encontrara a alguien que la amara como Thomas ama a John». Pero en Mil Lunas los dos hombres aparecen como telón de fondo, como sucede con los padres de cualquier joven que está creciendo, y esta es la historia de Winona.
Barry explica que sintió que tenía la responsabilidad de contar la historia desde el punto de vista de los nativos americanos, porque a pesar de la bondad de los personajes de Thomas y John, «seguía acuciándome en la cabeza la idea de que eran cómplices de la destrucción del pueblo [de Winona]».
De hecho, aunque se trata de la vida de Winona narrada con su propia voz, la mano del colonialista aparece ahí, en el fundamento mismo de su historia: lo primero que nos dice es que su nombre no es Winona, sino Ojinjintka; pero como Thomas no era capaz de pronunciar el nombre sioux , «me puso el nombre de mi prima muerta, porque era más fácil en su boca». «Por lo tanto», dice Barry, «ella está a un grado de distancia» de su propia historia. Por supuesto, añade, «para nosotros, como irlandeses, eso también implica pensamientos secundarios muy complejos, ¿no? ¿De quién es el idioma que hablamos?»
La América del siglo xix
En Mil lunas, Winona se nos presenta como una muchacha ingeniosa y valiente, destinada a ser un personaje tan ampliamente querido como lo fueron Thomas y John antes que ella, y sometida a una serie de pruebas que ponen de manifiesto el trato dispensado a los indios en la América del siglo xix.
No es desvelar demasiado decir que una de las tramas refleja «todo el estallido del movimiento Me Too», inspirada en las «muy activas» hijas
de Barry, al igual que Días sin final retumbó con la salida de armario de su hijo Toby.
«He tenido el privilegio de estar cerca de dos ejemplos de este asombroso valor que requiere» ser una mujer en la sociedad. «Es probable que no haya una sola mujer joven viva que no haya experimentado algún maldito problema con alguna maldita persona y lo que intento es reconocerlo. No intento compensarlo, solo mostrarlo».
Otros ecos de los códigos modernos recorren el libro, como la fluidez de género: Winona se presenta como un chico durante un tiempo y, en su familia, Thomas es «mamá» y John Cole encarna la figura paterna.
El título de la novela es un indicador de esta circularidad: nada nuevo bajo el sol. «Para mi madre», escribe Winona, «el tiempo era una especie de aro o un círculo, no una cuerda larga. Si caminabas lo bastante lejos, decía, podías encontrar a la gente que todavía vivía, que había vivido en los tiempos remotos. “Mil lunas todas a la vez”, lo llamaba ella».
Un aspecto destacable de Días sin final era la voz con la que Thomas McNulty contaba su historia: una gran y fluida ola de lenguaje, más o menos elocuente, cuando las novelas anteriores de Barry habían sido conocidas por su cuidadosa precisión. Winona de nuevo es diferente: menos extravagante, más directa y «mucho más silenciosa», dice Barry ahora, «porque sus preocupaciones son más delicadas»: las preocupaciones de una joven de color que se abre camino en el mundo del hombre blanco.
Mil lunas también está llena de personajes secundarios que agarran al lector por las solapas, con nombres vívidos para saborear en boca y nos recuerdan el talento de Barry con su manejo del lenguaje: Jas Jonski, que se cree enamorado de Winona; el reverendo Wynkle King; Aurelius Littlefair, el juez, «nombrado así por un emperador filósofo» como dice Winona. El lector percibe que Barry debió de divertirse mucho inventando todos estos coloridos nombres.
«No siempre los invento», nos dice. «Dos de ellos proceden de cuando estuve en el entierro de un amigo en Mount Jerome, ya sabes, de unas placas en la pared». No quería que los personajes tuvieran esa «característica dickensiana», según la cual el nombre refleja las cualidades del personaje. Y sí, Aurelius Littlefair fue nombrado así en honor al emperador romano. «Uno de mis filósofos favoritos».
Apropiación cultural
Parece poco probable que el sensible y compasivo retrato que hace Barry de una mujer nativa americana sea pasto de las críticas por razones de apropiación cultural, como le ha sucedido recientemente a Tierra americana de Jeanine Cummins. Algunos novelistas se han unido a la crítica, pero los escritores, dice Barry, «nunca deberían criticar a otros escritores».
Barry es un narrador cálido y afable, y persuasivo cuando habla. Sus respuestas llegan de forma indirecta, generalmente al final de una anécdota: es un contador de historias hasta la médula. Y lo que hace que Mil lunas destaque sobre algunas de sus anteriores novelas es la garra de la trama, que hace que el final parezca casi un thriller.
(Aunque, como señala Barry, dados los acontecimientos que se narran, más que suspense podría hablarse de una novela de terror.) ¿Quería conscientemente darle a la novela un fuerte impulso narrativo?
«Bueno, eso es algo que me interesa mucho ahora», dice. «Porque todos somos hijos presos del modernismo.
Me educaron para que pensara que debía seguir, evidentemente, los pasos de Joyce y Beckett. Por desgracia, el pensamiento que aquello conlleva es que todos los demás son basura». Se ríe.
Barry explica que comenzó intentando escribir ficción experimental (The Engine of Owl-Light, su segunda novela, fue el resultado de uno de esos esfuerzos). El novelista Brian Moore dijo que los grandes motores de la trama —el thriller y la estructura de viaje— eran «las tripas de la ficción, pero se les deja a escritores de segunda fila porque los escritores de primer nivel están arrastrando al autor a la novela y todas esas aportaciones del nouveau roman».
«Una maldad»
Barry está de acuerdo: «Esto es lo que, incluso en la época de Dickens, hizo que algunas personas pensaran que era el artista de baja estofa más espantoso». Se dio cuenta de que «una trama natural» se iba dibujando mientras escribía Días sin final, que continuó con Mil lunas, permitiendo que el personaje de Winona, sus respuestas y su deseo de «arreglar las cosas por sí misma» pilotaran la historia.
«Y casi parece una apostasía o una maldad ceder ante ello. ¡Pero no se trata de una rendición, sino de una agradecida acogida de la trama!»
Además de novelista, Barry es un aclamado dramaturgo y The Steward of Christendom, su obra de teatro más famosa, está inspirada en su bisabuelo, el exjefe de la Policía Metropolitana de Dublín, que aparece en la obra como Thomas Dunne.
Mil lunas amplía la secuencia de las novelas de Barry, que se centran en los mundos de los Dunne y los McNulty. «Es como un microcosmos o un pequeño planeta. Las novelas se miran las unas a las otras. Y ya hay ocho de ellas ahora, estoy muy contento por eso, y tienen una cierta gravedad que les permite permanecer en órbita las unas respecto a las otras».
¿Y qué vendrá después? ¿Más historias de los McNulty? «Bueno —contesta—, mi encantador abuelo pintor tenía en la pared trasera de su jardín unas enormes arañas que vivían en la pared. Y me acercaba y él tocaba las telarañas, las rozaba levemente, sin romperlas, para que las arañas salieran. Y ahora estoy tocando la telaraña de otro libro que está relacionado con todo esto. Así que serían tres». Sonríe. «¡La secuela de una secuela!»
Ah, entonces Graham Norton tenía razón.
*Contenido original proporcionado por la editorial Alianza Editorial
Críticas
«Nadie escribe, ni asume tantos riesgos líricos, ni espolea el lenguaje y el corazón, ni los dos juntos, como lo hace Sebastian Barry». Ali Smith
«Una novela absorbente con alma y corazón, tan fresca como una luna nueva». The Times«Espeluznante, conmovedora e hipnótica. Una prosa tan magnífica que más parece un hechizo y trasciende las convenciones que supuestamente nos definen para hablar con una voz verdaderamente universal». Observer«Uno de los extraordinarios talentos de Sebastian Barry como escritor es su infinita capacidad de empatía, de habitar la piel, los nervios y las bocas de personajes que las aguas de la Historia tienden a borrar». Irish Times
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