Nadie en esta tierra
de Víctor del Árbol

Julián Leal es un inspector de la policía en Barcelona que no está pasando por su mejor momento. El médico le ha detectado un cáncer y no le da mucho tiempo de vida, además acaba de ser expedientado por darle una paliza a un sospechoso de abusos de menores. Después de una visita a su pueblo en Galicia empiezan a aparecer unos cadáveres que pueden tener relación con él y su superior le quiere cargar con las culpas para vengarse por unos rencores del pasado. Él y su compañera Virginia se verán arrastrados a una investigación mucho más profunda y complicada de lo que podrían pensar y que podría costarles la vida a ellos y a todos los que aman. Julián no deberá ajustar cuentas solo con su presente, sino también con su pasado.

Esta es una historia sobre el camino que a veces recorren los sueños hasta convertirse en pesadillas.

Víctor del Árbol (Barcelona, 1968) es escritor. Suyas son las novelas El peso de los muertos (Premio Tiflos de Novela 2006), La tristeza del samurái (Prix du Polar Européen 2012), Respirar por la herida (finalista en el Festival de Beaune 2014 a la mejor novela extranjera), Un millón de gotas (ganadora en 2015 del Grand Prix de Littérature Policière y uno de los libros más destacados del 2021 en Estados Unidos según Publishers Weekly), La víspera de casi todo (Premio Nadal de Novela 2016), Por encima de la lluvia (2017), Antes de los años terribles (2019) y El hijo del padre (2021). Sus libros se han traducido a numerosos idiomas y gozan de un éxito extraordinario en Francia, donde en 2018 fue nombrado Caballero de las Artes y las Letras.

Sobre el libro

La novela negra que todos esperábamos
de Víctor del Árbol.

Nadie en esa tierra era inocente.
Nadie olvidaba. Nadie perdonaba.

«Puede que esta novela sea el principio de un héroe que no podemos dejar de amar y de odiar. Quién sabe a dónde nos llevará el mar. Mi deseo es que remueva vuestras cenizas. Porque debajo sigue ardiendo, estoy seguro, la rebeldía.»
Víctor del Árbol

«A los trece años maté a la primera de mis víctimas. Podría justificarme diciendo que se lo merecía, como todos los que vendrían después, pero el merecimiento es subjetivo. La respuesta a por qué hago lo que hago es mucho más sencilla: se me da bien hacerlo. Podría habérseme dado bien escribir y sería escritor, cantar y sería cantante, o hacer ceniceros de barro y tener contenta a mi madre, que los coleccionaba. Pero mato a gente por dinero y en ello he encontrado mi modo de estar en el mundo.»

Maestro consumado del género negro y el thriller, con títulos aclamados en el extranjero como La tristeza del samurái (2012) y Un millón de gotas (2015), entre otros, Víctor del Árbol es además un agudo observador de la naturaleza humana y un pertinaz psicólogo que pone a prueba a sus personajes llevándolos a situaciones límite. Eso es lo que ocurre con el inspector Julián Leal en su nueva novela Nadie en esta tierra, para conducir al lector de forma vertiginosa a través de una trama sin respiro hacia lugares que lo obligan a reflexionar sobre la banalidad del mal y los dilemas morales que surgen al enfrentarlo, sobre la lealtad y la traición, sobre la enfermedad y nuestra condición mortal, sobre la amistad. Víctor del Árbol nos pregunta, en última instancia, si estamos dispuestos a ser héroes —cuando ser un héroe es, simplemente, hacer lo correcto— y a pagar el precio por ello.

¿Hasta dónde está dispuesta una persona a llegar para hacer justicia? Justicia cuando hay que enfrentarse a aquellos que harán lo necesario para ser parte de la fraternidad de los intocables.

Esa es sin duda la cuestión de fondo, la naturaleza del Poder y el coraje para enfrentarse a quienes lo corrompen, que plantea Víctor de Árbol de un modo sutil en una narración rompedora, efectiva e innovadora, que traspasa los límites del género; tan logrado como revelador y efectivo. Una narración en dos tiempos, en contrapunto. Dos narradores que nos muestran diferentes visiones de los mismos hechos, un duelo tenso de puntos de vista. Y un viaje físico y mental. Por un lado, Barcelona en 2005, en la que trascurre la mayor parte de la acción, y por el otro, una aldea de la costa gallega en 1975, cuando el futuro inspector asiste de niño al traumático incendio de su casa y al probable y jamás esclarecido asesinato de su padre. Cuando todo está perdido, solo nos queda llegar a la verdad.

«—¿Y yo soy un hombre decente?

—No lo eres, claro que no. Pero, al menos, lo intentas. No eres malo, pero no eres bueno. Sabes y callas, no sabes y buscas. Estás arriba y abajo, entre el sueño y el abismo. No estás muerto, pero no estás vivo. Algo te come por dentro. Y cada uno debe cumplir con su propósito.»

A veces los tiempos piden héroes, y Nadie en esta tierra es una novela sobre los héroes. Tal vez no sean los héroes que imaginamos, los que querríamos tener, pero son los que necesitamos: héroes sin épica, cuando lo heroico es hoy hacer lo correcto, no rendirse a las evidencias, no ceder ante la resignación, no doblar la rodilla ante los monstruos, por poderosos que sean. En una tierra donde nadie quiere serlo, donde todos miran a otro lado, en una tierra en la que nadie es inocente, en la nadie olvida ni perdona, Julián Leal es la excepción.

Julián Leal es un inspector de policía en Barcelona que hace honor a su apellido: siempre ha sido leal al cuerpo al que pertenece, a los suyos e incluso a su origen, en una remota aldea de Galicia. Por eso cuando le detectan una grave enfermedad regresa al pueblo tras treinta años de ausencia, por lealtad a su vieja cuadrilla de infancia y para hacer las paces con su pasado.

Entonces solo eran unos chiquillos inconscientes que andaban por el mundo sin conocerlo. «Nosotros contra todos», decían creyendo que las deudas no se pagan y que las leyes de la infancia son más poderosas que las de los adultos. Niños que no sabían que lo eran. Niños que habían olvidado su niñez. Siempre los cinco juntos, la cuadrilla del cruceiro donde estaban grabados sus nombres con una navaja: Carmen, Susana, Fouliña, Julián y Gregorio. Una hermandad juramentada. «Una familia elegida, eso era la amistad; la promesa de que ninguno de ellos estaría solo frente al mundo, que se protegerían unos a otros. Que no se harían daño. Que no se traicionarían.» Pero en la aldea lo reciben con desconfianza y hostilidad. Como decía su padre: «A veces, buscando las raíces uno acaba encontrando la tierra».

En Barcelona las cosas no le van mucho mejor. Apartado del cuerpo de policía con un expediente disciplinario, pendiente de una causa penal tras agredir brutalmente a un distinguido empresario catalán muy bien relacionado, nadie se explica por qué este inspector ejemplar ha cometido semejante atrocidad. Julián calla empecinado en sus razones, pese a la presión de sus superiores, especialmente del comisario Heredia, interesado en cargar sobre su antiguo subordinado viejas culpas.

Extrañamente, por allá por donde pasa el inspector Leal aparecen nuevas víctimas, tanto en su pueblo de Galicia como en Barcelona. Detrás de los asesinatos se adivina la mano de un profesional, pero todos los indicios apuntan al inspector, a tal punto que Virginia, fiel compañera de fatigas en el cuerpo de policía y vieja amiga, también duda de su inocencia. Acosado por las supuestas evidencias y por su propia enfermedad, rodeado por los fantasmas del pasado, empeñado en hacer justicia antes de morir, Julián Leal se encuentra en tierra de nadie.

¿Quién quiere ver al inspector muerto y enterrado? Julián ya no tiene nada que perder. Ha cruzado una línea roja para salvar a un niño, Chinchilla, «y con él salvar a todos los niños del mundo», y ya no va a detenerse. Un último acto de heroísmo, un acto de redención que justifique una vida.

Y mientras él se debate por demostrar su inocencia, asistimos a la intromisión más perturbadora de la novela. El verdadero culpable, el asesino, sigue los pasos del inspector y nos cuenta su versión de los hechos en primera persona. No sabemos de él más que lo que quiere contarnos. Sin embargo, a su manera, descubrimos que a veces los héroes pueden tener motivaciones muy distintas para su heroísmo. Desapasionado, culto, refinado, se nos presenta como alguien a quien no podemos dejar de temer y al mismo tiempo admirar. Dos caras de la misma moneda, Julián Leal y esta misteriosa voz deberán enfrentarse y descubrirán, paradójicamente, que en sus contradictorias naturalezas se ven reflejados el uno en el otro.

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