QUE RULE EL AMOR (Let Love Rule)
de Lenny Kravitz
Publicación: 19 de noviembre de 2020
Editorial: Libros del Kultrum
Páginas: 304
Traductor: Ignacio Julià
Biografía del autor
LENNY KRAVITZ es cantautor, compositor, productor discográfico y actor. Además de sus propias composiciones, ha escrito y producido, por encargo, canciones para Michael Jackson, Mick Jagger, Madonna y David Bowie. Cosechó grandes elogios por su interpretación en sus escarceos con la cámara en largometrajes como Precious, Los juegos del hambre y El mayordomo. Es, además, alma mater de una próspera empresa internacional de diseño. Publicó, en fecha reciente, un libro con su obra fotográfica, Flash.
Tras su épico debut con el álbum que da título a la edición original de este volumen de memorias — grabación para la que tomó la legendaria decisión de tocar todos los instrumentos a fin de dar con el esquivo sonido que se le resistía— y la meteórica consagración con los nueve trabajos que seguirían y le catapultarían a lo más alto de las listas de éxitos, Lenny se regaló esta suerte de regresión introspectiva, con el fin de consignar e inventariar todo lo vivido en sus azarosos comienzos. Marcado por su necrofílica militancia en el rock clásico a la par que depositario del latido funk más templado del rhythm & blues primigenio, acabó reclamando para sí un lugar singular en el panteón de la cultura popular. Pocos dan con la proteica combinación que asiste a los alumbrados epicúreos: dar con la piedra filosofal que une a generaciones de amantes de la música de los últimos 25 años.
Sinopsis:
QUE RULE EL AMOR es una ferviente y sentida invocación al principio activo que enhebra la vida y obra del roquero judeoantillano acaso más ecléctico que diera aquella quinta estadounidense, mas también un alto en el camino que anuncia tiempo de reflexión. De ese afán por echar la vista atrás y desgranar las esencias de una obra tildada de extemporánea en sus primeros compases, y encumbrada ahora a lo más alto del pedestal roquero, emerge este pausado alegato —no exento de cierta candidez, inopinada psicogeografía, autoanálisis panteísta e inmisericorde humor—, narrado a capela, y escrito a cuatro manos, con la inestimable ayuda de David Ritz; escriba y confesor, entre otros, de Ray Charles, Aretha Franklin, Marvin Gaye, Etta James y B. B. King. No corrían buenos tiempos para el rock cuando, tras unos primeros tientos inciertos, Kravitz enfrentábase —a contracorriente, para mayor gloria— a las modas del momento: en la cresta de la ola, rugía la incipiente insurgencia que, a hombros de sus conversos, hacía que el hip hop arrasara con los cimientos de la propia industria discográfica y, en el extremo más conservador, se resistía a fenecer la despampanante opulencia de las reliquias del rock más duro y grandilocuente que gastaban por aquel entonces sus más pálidos coetáneos. «Mi vida tiene que ver con los opuestos», subraya. «Blanco y negro. Judío y cristiano. Jackson Five y Led Zeppelin. Puro Géminis.» Es esta la historia de una vocación temprana que, pese a una muy lenta germinación —rechazaría contratos con las más grandes discográficas hasta dar con su propia voz— tendría fin feliz: Lenny, mientras se curtía tocando por doquier, y sobrevivía pinchando en fiestas, rebozando pescado y alquilando el asiento trasero de un auto como vivienda, encontraría la salvación en la música, en el Todopoderoso (Little Richard mediante) y en el amor incondicional de los suyos.
En prensa:
«El inefable profeta del rock vintage pasa revista, en este primer volumen de sus memorias, a los primeros veinticinco años de su carrera, entregado a la remembranza de su infatigable empeño por dar con una estética y una voz propias, alumbrado siempre por el amor que recibe y la no violencia que predica.» The New York Times
«De los roqueros ungidos a las puertas de los noventa, Kravitz no solo se ha convertido en el más ineluctable de cuantos esgrimieron y reivindicaron el acervo sonoro afroamericano, en su más amplio espectro, sino también en el más ecléctico e impredecible de los bendecidos por la presencia en sus vidas de tan variada constelación de referentes artísticos. No solo alcanzaría el estatus de una superestrella cósmica, sino que acabaría congregando en torno a su vida y obra a una secta insobornable de fans del uno al otro confín de la aldea global.» Rolling Stone
«Kravitz tuvo el privilegio de codearse con las amistades de sus padres. Guateques por los que pululaba lo más granado de la intelligentsia afroamericana —Duke Ellington, Diahann Carroll, Langston Hughes, Sarah Vaughan, etc.— en la Costa Este, pero serían las amistades que cultivó en la California hippie (los Steinberg, el hijo del fundador de Motown, Kennedy Gordy) las que imprimirían un sello tan especial a su obra.» O’s
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