Sangre en la nieve
de Jo Nesbo
Publicación: 28 de mayo de 2020
Editorial: RESERVOIR BOOKS
Páginas: 208
ISBN: 978-8417910501
Traductor: Mariano González Campo, Bente Gundersen
Biografía del autor
Jo Nesbø nació en Oslo en 1960. Graduado en Economía, antes de dar el salto a la literatura fue futbolista, cantante, compositor y agente de Bolsa. Desde que en 1997 publicó El murciélago, la primera novela de la serie protagonizada por el policía Harry Hole, ha sido aclamado como el mejor autor de novela policíaca de Noruega, un referente de la última gran hornada de autores del género negro escandinavo. En la actualidad cuenta con más de 45 millones de ejemplares vendidos internacionalmente. Sus novelas se han traducido a 50 idiomas y los derechos se han vendido a los mejores productores de cine y televisión.En Roja y Negra se ha publicado al completo la serie Harry Hole, compuesta por doce títulos hasta la fecha: El murciélago, Cucarachas, Petirrojo, Némesis, La estrella del diablo, El redentor, El muñeco de nieve, El leopardo, Fantasma, Policía, La sed y Cuchillo. También se han publicado en España las novelas independientes Headhunters, Macbeth y El heredero.
Nota de prensa:
Uno de los libros más maduros y personales de Nesbø, en el que aplica magistralmente las lecciones aprendidas con Jim Thompson y Knut Hamsun.
Las cosas van a complicarse para el encantador y peculiar Olav, el mejor asesino a sueldo con el que cuenta Daniel Hoffmann, capo local que anda teniendo problemas con su mujer, Corina.Hoffman, que pese a dirigir parte del negocio de la heroína en Oslo es un apasionado de lo británico que vive como si acabara de abandonar un despacho en Oxford, sabe que Corina le engaña, así que ha decidido que estaría mejor sin ella. Por eso le ha pedido a Olav que la “despache”. Sin embargo, por una vez, Olav ha decidido pensar por su cuenta y acabar no con la mujer de Hoffmann, por quien siente una predilección especial, sino con su amante. Y al hacerlo, ha puesto, sin querer, precio a su cabeza. Porque el amante de Corina no es otro que el único hijo del magnate.
¿Pedirá Olav ayuda a El Pescador, líder de la banda rival, para acabar con Hoffmann antes de que Hoffmann acabe con él y con Corina? Y si lo hace, ¿no estará jugando con fuego, y dispuesto a quemarse?
LA OBRA
Oslo, en invierno. Nieve por todas partes. Nieve que, tras los pasos de Olav, el protagonista de esta historia, un asesino a sueldo al que nada se le da bien excepto matar, se vuelve a veces roja. Olav, de quien desconocemos el apellido, disfruta especialmente del momento en el que aún tiene el destino de la víctima en sus manos. El momento en el que sostiene la pistola, apunta, pero no dispara. El momento en el que puede decidir que el mundo se detenga para quien sea que tiene delante o no. Por eso, aunque siempre dispara, se toma su tiempo. No sabe, porque sus pensamientos nunca son profundos, se quedan en el superficie, son como los pensamientos de un niño que ha crecido más de la cuenta, que disfruta de la sensación de poder. Está acostumbrado a obeceder, pero no siempre ha sido así. A veces ha hecho cosas que están bien, porque Olav es bueno, en el fondo. Se dedica a lo que se dedica porque, como él dice, no hay nada más que se le dé bien.
Por ejemplo, no se le da bien conducir un coche cuando tiene que darse a la fuga porque es incapaz de conducir de forma discreta, es incapaz de pasar desapercibido. Tampoco sirve para los atracos, porque inevitablemente genera problemas psicológicos a todo aquel con el que se cruza, por más que no haga nada para generarlos, o eso crea él. No se le dan bien los asuntos de drogas. Y a eso es a lo que se dedica su jefe, Daniel Hoffmann. ¿Por qué no se le dan bien? Por su naturaleza “débil y sensible”. No es que le den pena los yonquis, porque está de acuerdo en que paguen sus errores, es que teme estar cerca de las drogas en sí. Como su madre, es esa clase de persona que busca constantemente algo a lo que someterse. ¿Que qué más se le da mal? El negocio de la prostitución. ¿Por qué? Porque tiende a enamorarse de todo el mundo. Sin ir más lejos, se enamoró de Maria. La única vez en la que medió en un asunto con prostitutas y yonquis de por medio, quedó prendado de una de las chicas. Hoy es cajera en un supermercado. También es coja y sordomuda. Tiende a espiarla. Nunca se ha atrevido a decirle nada. En realidad, sí se lo dice, pero en el metro, cuando se le acerca sin que ella pueda verlo y le susurra cosas al oído sabiendo que ella no va a oírle. A veces se imagina que regresa a una casa en la que ella le está esperando, y pasa por el supermercado cuando está a punto de salir fantaseando con la idea de recogerla. No se atreve a hacer nada más.
Pero lo hará cuando las cosas se compliquen. Y las cosas se complicarán cuando su jefe le pida que “despache” a su mujer. Es así como Olav llama a acabar con alguien, “despacharlo”. Cuando su madre le preguntaba a qué se dedicaba, Olav le decía que a “despachar”, y ella debía pensar que trabajaba de tendero. El caso es que Hoffmann, el jefe de Olav, un tipo obsesionado con Inglaterra, que había pasado una temporada allí estudiando y había vuelto con la maleta llena de trajes de tweed, se ha enterado de que su mujer, Corina, le engaña, y quiere que Olav la mate, y que además parezca un accidente porque no quieren que la policía piense que ha sido él. Eso es lo que ocurre en un noventa por ciento de las veces, dice Hoffmann, y Olav, que es muy de números, le corrige, asegurando que eso solo ocurre en el setenta y cuatro por ciento de las veces. En cualquier caso, Hoffmann insiste en que evite que parezca un asesinato. ¿Y qué hace Olav? Enamorarse perdidamente de Corina la primera vez que la ve, y, claro, perdonarle la vida. Decide matar al amante para acabar, igualmente, con el problema, y solo agrava la cosa porque el amante es Benjamin Hoffmann, el único hijo de Daniel.
Temiendo que Hoffmann envíe a alguno de sus otros hombres a por él, como sin duda hará, Olav va en busca de Corina y la instala en su casa y empieza a idear un plan para escapar con vida de tan monumental embrollo. Irá a pedirle ayuda a El Pescador, el principal rival de Hoffmann en el negocio que ambos se disputan: el del tráfico de heroína en la ciudad. El Pescador se mostrará de acuerdo en prestarle a dos de sus hombres para que pruebe a acabar con Hoffmann, y le prometerá una sustanciosa suma de dinero de conseguirlo con la que Olav planeará fugarse con Corina que, por otro lado, parece encantada con el arreglo. No ha tardado en rendirse a los encantos del bueno de Olav, que tampoco ha dudado de su lealtad. Pero ¿puede fiarse de la mujer que se acostaba con el hijo de su marido, a sabiendas de que éste estaba a punto de morir, y que aquel iba a heredar todo su negocio? Lo hará, y lo lamentará, pues, cuando consiga acabar con Hoffmann, y no será nada fácil, tendrá que recurrir a un estrambótico ardid para conseguirlo, y será uno que le meterá a él también en un ataúd, descubrirá que Corina no ha dudado en ponerse del lado de aquel que, a falta de los Hoffmann, se quedará con todo el pastel del negocio de la droga en un Oslo que sigue nevado para cuando la historia concluye. Sí, El Pescador. Pero ¿tendrá aún Olav una oportunidad? ¿Y si Maria no hubiera sido, desde el principio, lo que pensaba? ¿Y si tenía una buena razón para no hablar pero le ha estado escuchando desde el principio? ¿Podrá una caja de bombones salvarle?
DE TAL PALO TAL ASTILLA, EL NARRADOR QUE MATÓ AL PADRE PARA ACABAR OCUPANDO SU LUGAR SIN QUERER
Olav no es solo el protagonista de Sangre en la nieve, también es su narrador, ¿y de qué manera afecta que lo sea a la historia? Su voz es la voz de un niño que ha crecido y se ha convertido en un adulto de empatía selectiva. Es decir, no siente nada por aquellos a los que “despacha” pero siente demasiado por los que sufren. Él se considera “enamoradizo”, como su madre, “débil y sensible”, y ciertamente, lo parece. La forma en que se enfrenta al mundo está en cada línea, porque es él el que cuenta la historia, y el lector se siente transportado, en todo momento, por aquello que percibe y por cómo lo percibe el narrador, y la forma en que percibe las cosas tiene de algo de infantil e incompleta y también muestra una vulnerabilidad de agudiza la empatía que siente el lector por el que, después de todo, no es más que un asesino a sueldo. Pero se diría que es asesino a sueldo porque no puede ser otra cosa. Y entiende el mundo como lo entiende, de una forma no convencional, o no competencial, por culpa de su dislexia, que hace que, cuando no entiende algo, se atreva a imaginarlo de otra manera y sustituya esa realidad por la suya propia. Como cuando está leyendo una historia y ve que las letras se emborronan o lee palabras que no están, y sigue adelante de todas formas, porque lo que imagina da lugar a otra historia que quizá no sea la escrita, pero para él, tiene más lógica.
El final en dos tiempos, o con dos lecturas, de la novela no sería posible de ser Olav un narrador convencional. Su incapacidad para habitar el mundo a la manera en que lo hace, por ejemplo, su jefe, Hoffmann, le convierte en lo que se ha dado en llamar un narrador poco fiable. Es decir, la clase de narrador que en cierto momento puede estar contándote algo que no ocurrió exactamente como lo detalla. Y eso es precisamente lo que ocurre cuando al final se desencadena la tragedia. La posibilidad de que, durante
todo el tiempo que ha estado enamorado de Maria, la haya creído sordomuda sin que ella lo haya sido, solo puede darse porque el mundo de Olav está siempre en movimiento. Es decir, porque es posible que malinterprete lo que ve todo el tiempo. Esa posibilidad hace que, al final, puedan ocurrir dos cosas, como ocurren en los libros que lee y que no acaba de entender. Que Maria nunca haya sido sordomuda y su historia se haya estado construyendo poco a poco, a medida que se veían en el metro, porque ella siempre le escuchaba, y, que ella esté preparada para salvarle, o todo lo contrario. Que Maria sea una cajera de supermercado sordomuda que le recuerda, y que puede que siga enamorada de él, como lo estuvo en su tiempo, pero que nunca ha oído nada, y que lo único que verá cuando se aproxime al supermercado será su coche estrellado contra las puertas acristaladas.
«No sé conducir despacio, soy blando como la mantequilla, soy demasiado enamoradizo, pierdo la cabeza cuando me cabreo y soy un desastre para las matemáticas. He leído alguna que otra cosa, pero sé muy poco y, en cualquier caso, nada que pueda serme útil. Además escribo con más lentitud que el crecimiento de una estalactita.» Así se define Olav a sí mismo, y hacia el final, lo redondea con una descripción física: es rubio, tiene el pelo liso y los ojos azules. También tiene barba. Hacia el final también revela lo que ocurrió con su padre, que nunca va a volver porque está muerto. Él mismo lo mató. Fue a la primera persona que mató. No se arrepiente. No le hacía ningún bien a su madre. Tampoco a él. Aunque Olav no se parece en nada a él, pues no es violento con aquellos a los que quiere, como si lo era él, ha heredado su trabajo en los bajos fondos, y su dislexia. Se diría que es lo único que le une a él. A veces, cuando piensa en él lo compadece porque debió pasarlo tan mal como él en el colegio, si es que fue al colegio.
OSLO ES GOTHAM CITY, Y LA HEROÍNA TIENE (PARTE DE) LA CULPA
Jo Nesbø no se cansa de repetir que, pese a su aparente aspecto de ciudad apacible y del todo civilizada, bajo la superficie de la capital de Noruega, Oslo, circula una Gotham City, la pérfida ciudad que habitaba Bruce Wayne, Batman. Es decir, viene a decir cada vez que Oslo tiene mucho de despiadada. Que el mundo del hampa existe y sus
ciudadanos son perfectamente conscientes de que lo hace. En concreto, en Sangre en la nieve, como ya ocurrido en otras de sus novelas, profundiza, aunque no demasiado, en el tráfico de heroína. Puesto que se trata de una novela corta narrada en primera persona por un narrador que poco quiere saber del tema, en parte, por miedo a caer él mismo en sus redes, lo que sabemos de cómo funciona es mínimo, pero permite hacerse una idea de la importancia que el mundo de la droga tiene para el hampa local.
Así, Olav cuenta que Daniel Hoffmann ya se consideraba un “triunfador” cuando entró en el mundo de la heroína. Sus primeros pasos los había dado en el de la prostitución, donde solo hace falta, como dice Olav, disponer de la flexibilidad moral necesaria para reclutar y arrojar diariamente a muchachas a las calles. Y es que el mundo de la prostitución está por entero ligado al de la droga, pues, como cuenta Olav, «dado que el noventa por ciento de las putas consumían heroína, para muchas de ellas una dosis era una moneda igual de válida que las coronas noruegas», es decir, que conseguir dosis a bajo coste aumentaba los beneficios. De ahí que tipos como Hoffmann acabasen metidos hasta el cuello en el tráfico de estupefacientes, donde tiene que vérselas con El Pescador, el rival que hace de contrapeso en la historia y que permite a Olav probar suerte e intentar salvarse cuando las cosas se ponen feas con Hoffmann, porque, como cuenta él mismo, y pese a que «sabe Dios que Oslo albergaba bastantes drogodependientes para los dos», uno y otro hacían, todo el tiempo, «todo lo posible para borrarse mutuamente de la faz de la tierra».
El de la heroína en Oslo no es un mercado grande, asegura el narrador, pero «como la heroína era la sustancia principal, los clientes eran solventes y los precios se mantenían altos, el margen de beneficio era altísimo». También dice que «todo empezó por la ruta de los rusos (o el pasaje del norte)». «Cuando a principios de los años setenta», gente como Hoffmann y los rusos «la establecieron, la mayoría de la heroína llegaba por el triángulo dorado vía Turquía y Yugoslavia, la llamada ruta de los Balcanes». La intención de buena parte de los traficantes era la de conseguir heroína barata para aumentar los beneficios no solo con su venta sino también cuando la utilizaban como moneda de cambio entre las prostitutas. «La idea de conseguir sustancias baratas no provenía del sur, sino del norte. De un minúsculo e inhabitable archipiélago ártico llamado Svalbard que comparten Noruega y la Unión Soviética. Allí cada uno de estos dos países explota las minas de carbón de su parte de la isla. En aquellos pagos la vida es dura y monótona y los mineros noruegos le habían contado a Hoffmann historias terroríficas sobre cómo los rusos ahogaban las penas en vodka, heroína y jugando a la ruleta rusa. Así que Hoffmann fue a visitar a los rusos y regresó a casa con un trato», relata Olav. Y es probable que lo que cuenta esté basado en algo que ocurría, siendo Nesbø conocedor de cómo funciona el mundo del hampa en su ciudad, y su país, mundo que explora en sus novelas, y al que señala desde lejos.
LAS MUJERES PUEDEN SER LA PERDICIÓN CUANDO SABEN EXACTAMENTE LO QUE LES CONVIENE, Y LEEN A VICTOR HUGO
Corina Hoffmann no es lo que parece. Tampoco puede que lo sea Maria Myriel, la cajera de supermercado a la que, quizá equivocadamente, Olav toma por sordomuda. En cualquier caso, Corina parece una mujer sumisa. Una de esas mujeres que, como dice el propio Olav, que «no saben lo que les conviene». Corina está saliendo con alguien que lo primero que hace cuando la ve es pegarle. Luego se acuesta con ella, y siempre la somete. Desde la distancia, desde el apartamento alquilado frente a la casa de la chica, Olav la observa y no puede creerse que parezca una cosa cuando está sola, y sea otra muy distinta cuando está con su amante. Cuando está sola, Corina parece una mujer segura de sí misma, seductora hasta el punto de seducir cuando no hay nadie a quien seducir. ¿Y no es esa, en realidad, la Corina real? Sin duda, pero cuando Olav lo descubre, ya es demasiado tarde.
Olav se fía de las apariencias, y las apariencias le engañan. Corina Hoffmann sabe exactamente lo que quiere y por eso se convierte en la perdición de hombres como Olav. El primero en caer en sus redes es Hoffmann, luego, su hijo, y, de rebote, el protagonista de esta historia. Lo único que a Corina le interesa es estar siempre en lo más alto, y no le importa si debe empujar a alguien al vacío para estarlo. Se diría, en ese sentido, que es el extremo opuesto de Maria Myriel. Maria también sabe exactamente lo que quiere, pero ella no tiene la falta de empatía necesaria para ir a buscarlo. Ella espera. La lectura de Victor Hugo solo es algo que una y otra comparten porque, en realidad, quien lee Los miserables es Olav, y de su interpretación surge tanto la manera en que se enfrenta a su historia con Maria como el sueño no cumplido de su aventura con Corina: el viaje a París que no harán pero que se prometen para escapar del callejón sin salida en que se convierten sus vidas cuando el hijo de Hoffmann, Benjamin, muere. La literatura es el molde de la historia que no sucederá, el deseo que no se cumplirá, pero que sirve para todo siga en marcha.
GALERÍA DE PERSONAJES
Olav: Es un asesino a sueldo. También es el protagonista y el narrador de esta historia. Mató a su padre, porque su padre se portaba mal con ellos. A veces no entiende cómo funciona el mundo. Le cuesta leer porque es disléxico pero eso no impide que lea sin parar. Es sensible y romántico, como él dice, “blando como la mantequilla”, y un desastre para las matemáticas. Hay un montón de cosas que no hace nada bien, criminalmente, y eso incluye los atracos, porque deja con problemas psicológicos a todo aquel con el que se cruza. Está enamorado de una cajera de supermercado coja y sordomuda a la que salvó en el pasado, pero no se atreve a decirle que la quiere. Hasta que es demasiado tarde.
Daniel Hoffmann: Es el jefe de Olav. Es un capo local. Se dedicaba al negocio de la prostitución hasta que se dio cuenta de que con las drogas podía ampliarlo, porque buena parte de las prostitutas preferían cobrar en dosis de heroína. Pasó una temporada en Inglaterra, estudiando, y regresó obsesionado con lo británico. Tiene el armario lleno de trajes de tweed, y una amanerada forma de hablar inglés de Oxford con acento noruego. Está casado con Corina Hoffmann y sabe que ella le es infiel con su hijo.
Maria Myriel: Trabaja como cajera en un supermercado. En un tiempo trabajó como prostituta para Hoffmann para pagar la deuda que su novio yonqui había contraído. Aunque quizá no sea su novio, quizá sea su hermano. Olav no lo sabe bien. No llegó a
EL AUTOR
Jo Nesbø nació en Oslo en 1960. Graduado en Economía, antes de dar el salto a la literatura fue futbolista, cantante, compositor y agente de Bolsa. Desde que
prestar su primer servicio y antes de que los matones de Hoffmann pudiesen hacerle nada, Olav la llevó a un lugar seguro y molió a palos a su propio jefe para que se olvidara de ella.
Corina Hoffmann: Es la mujer de Daniel Hoffmann. Tiene una aventura con su hijo. Es la belleza personificada. Rostro de pómulos altos, labios como los de Brigitte Bardot, pelo liso, rubio y despeinado, y piel blanquísima. Parece aburrirse todo el tiempo. Y en realidad no quiere a Daniel y tampoco a su hijo, ni siquiera quiere a Olav aunque finge hacerlo. Lo único que quiere es ser una mujer poderosa, y está dispuesta a todo para conseguirlo.
Benjamin Hoffmann: Es el hijo de Daniel Hoffmann. Tiene una aventura con Corina, la mujer de su padre. Es un tipo autoritario, que pega a Corina y trata de someterla cada vez. Vive en una buena zona de Oslo. Cuando Olav le dispara lo hace sin saber que es el hijo de Hoffmann.
El Pescador: Es un capo del hampa local, el principal competidor de Hoffmann en el tráfico de drogas en la ciudad. Por desgracia, no tiene nada de idiota. Es un hombre gordo y chistoso con bigote de morsa que recuerda a Papá Noel. Llevaba algunos años pasando vodka ruso de contrabando en barcos pesqueros soviéticos. Paga mejor que Hoffmann por los trabajos que incluyen “despachar” a alguien.
Descubre las últimas Novedades Editoriales haciendo clic en la imagen