Tierras de niebla y miel
de Marta Abelló
Publicación: 27 enero 2021
Editorial: Planeta
Páginas: 528
ISBN: 978-8408237259
Biografía del autor
Marta Abelló (Barcelona, 1972). Apasionada lectora, comenzó a escribir sus primeras historias a los ocho años alentada por su admiración por Enid Blyton. Ha participado en numerosas antologías de relatos en España y Latinoamérica, y ha obtenido diversos premios literarios. Su novela Los hijos de Enoc se mantuvo en las listas de bestsellers de Amazon durante más de un año para posteriormente ser publicada por Booket en 2019. Tierras de niebla y miel es su sexta novela.
Sinopsis
Año 1899. La joven Martina de Icaza regresa a su Cádiz natal huyendo de un matrimonio fracasado. Pero al desembarcar descubre que se ha quedado huérfana y sin hogar.
Desamparada, tiene que trabajar como sirvienta en la humilde pensión de su tía Balbina, hasta que un buen día su prima Candela desaparece.
A partir de entonces, Martina se ve envuelta en una trama de intrigas, aventuras, crímenes y pasiones que la lleva a adentrarse en la Casa Baena, una imponente mansión malagueña llena de secretos y misterios.
En una España de contrastes donde se conjuran criadas y señoras, bandoleros y burgueses, Martina deberá impedir un crimen tiempo atrás profetizado, enfrentarse a un amor imposible y alcanzar su propio destino, aunque este la transforme para siempre.
Un secreto familiar. Un crimen profetizado. Una historia de coraje y destino
Nota de prensa
La historia de Martina de Icaza
Martina de Icaza, vestida de seda negra y tafetán, se aferra con sus manos enguantadas a la barandilla del Montevideo. Erlinda, su doncella mulata, la acompaña. En su cintura, una limosnera en la que guarda la cédula de identidad falsa que la identifica como Catalina Valdivia, viuda, residente en Sevilla.
Martina había contraído matrimonio con Conrado Lefebvre, nombrado vicecónsul de España en Nueva Orleans. Para el padre de Martina, esta unión le aseguraba una vida fácil, prestigio, riqueza y buenas amistades. Sin embargo, el cuento de hadas pronto quedó eclipsado por el carácter voluble y colérico de Conrado, que intentaba compensar con regalos y falsas promesas.
«Cuando apareció aquel hombre en sus vidas, cuando resquebrajó la vida de Martina como un espejo, de parte a parte, decidió abandonar aquel infierno, así se congelara como Nueva Orleans. Y huyó para esconder la pena y la humillación, para liberarse de un secreto que a nadie podría revelar jamás.»
Así, Martina decidió huir de esa miserable vida, embarcándose junto a su doncella en un viaje de vuelta a su Cádiz natal. Temía las consecuencias de su osadía: quizá su padre la obligara a volver o la internaría en un convento. Lo que no imaginaba es la terrible noticia que le esperaba al llegar a casa familiar.
Regreso al Cádiz natal
La novela se ambienta en el año 1899, una época en la que la decadencia sobrevolaba la ciudad de Cádiz. La autora hace un retrato bellísimo de la sociedad y la ciudad de la época, regalando al lector descripciones que le trasladan sensorialmente más de un siglo atrás.
«El Montevideo fondeó en aguas de la bahía de Cádiz esperando la llegada de las gabarras que harían los traslados a tierra. La ciudad, la Sirena del Océano, como la había bautizado Lord Byron, se sumía en una niebla densa ocultando el trajín de porteadores y carros en el puerto.
(…) Camino del control de aduanas, estaba pálida y no podía ocultar cierta decepción al regresar a una ciudad oscura con olor a brea y a sal. La niebla parecía querer esconder la decadencia que la sobrevolaba tras la pérdida de las colonias de ultramar, silenciar los alborotos entre monárquicos y republicanos, encubrir el hambre y los niños abandonados en calles y hospicios.»
El día que Martina de Icaza llega a Cádiz es una noche de Lunes Santo. El domicilio de su familia es la conocida como Casa de los Ocho Balcones; de tres plantas y patio interior, es el orgullo de la familia. Sin embargo, nadie responde al timbre en la casa de sus padres. Será el sereno el que le dé la terrible noticia: sus padres fallecieron hacía apenas unas semanas.
La tía Balbina y la pensión La Gaviota
La suerte no acompañaba a Martina. No tenía forma de entrar en casa de sus padres, así que solo le quedaba la opción de dirigirse a la Pensión La Gaviota, regentada por su tía Balbina, que había quedado viuda poco después de que Martina se marchase a América. Tras el suceso, Balbina cerró la relojería de su marido y adecentó y encaló la pensión La Gaviota. Trató de alimentar la amargura de su alma aceptando los piropos de hombres de baja ralea y acogiendo a algunos en su cama. Así, la mala fama la fue precediendo allá donde iba.
El objetivo de Martina es recuperar las llaves de la casa de sus padres, pero como le informa su tía, debe tenerlas algún administrador. En aquella época el marido disponía de la herencia de su esposa, por lo que se encontraba en una difícil situación. Martina iba diciendo que Conrado había muerto, lo cual era mentira. Una mentira que tarde o temprano saldría a la luz.
Por lo pronto, su tía Balbina les ofrece tanto a ella como a Erlinda alojarse en la pensión a cambio de ayudarle con los quehaceres de La Gaviota. Un destino muy distinto del que esperaba al marcharse de América.
Martina de Icaza, una mujer diferente
Martina había crecido acostumbrada a que la considerasen un bicho raro. A su rango social le correspondía una vida cargada de bailes y cotilleos de salón. Sin embargo, ella siempre había preferido pasar sus horas entre libros y acuarela. Su educación estaba enfocada en las rutinas burguesas: ir a misa, tener servicio y ser sostenida por un esposo. En ningún momento planeaba en su horizonte el trabajo y los asuntos mundanos. Ella estaba destinada a ser el ángel del hogar. Sin embargo, el destino tenía otros planes para Martina, y ahora se encontraba donde nunca había imaginado: frotando los restos de una sartén grasienta.
La prima Candela
La prima Candela, de 9 años, es fruto de los amoríos de Balbina con un señorito de una de las casas en las que sirvió. La pequeña había ido enlazando una enfermedad tras otra, convirtiéndose en una carga para su madre y para ella misma. Pasaba el tiempo bordando delicados paños y leyendo vidas de santos.
Martina comprendía el afán de su madre de preservar la delicada salud de la niña, pero también se preguntaba si el excesivo celo la volvería aún más débil y vulnerable.
La tarde en la que todo cambió, Martina había salido a comprar papel pautado y lápices nuevos para Candela. Al volver, la niña no estaba en su habitación. La silla de ruedas estaba volcada, y el humo de una colilla mal apagada ascendía del suelo. ¿Habían raptado a Candela? Al bajar corriendo las escaleras de la Gaviota, encontró el cuerpo desmañado de la tía Balbina, con la falda levantada hasta las rodillas y los ojos vacíos de vida. En ese momento recordó una conversación esa misma mañana con Dorita, una anciana de la ciudad:
«—El pajarito voló de la jaula.
—¿Cómo dice, señora?
—Voló… A la casa blanca de las flores negras.»
A partir de este momento, Martina querrá encontrar a su prima, e investigar su desaparición, lo que la llevará a verse envuelta en una trama de intrigas, aventuras, crímenes y pasiones. ¿Quién habría hecho semejante barbaridad? ¿Dónde estaba Candela? ¿Existía la casa de las flores negras?
Un cuerpo a la orilla del río
«El Noticiero Malagueño lanzó el rumor de que el crimen fue obra de un sacamantecas. El caso fue, según contó el párroco a la Guardia Civil, que el cuerpo de una muchacha pelirroja apareció en la orilla del río, desnudo y bajo el graznido de los cuervos. Que la encontró el mozalbete que vendía la miel al hacer un alto en el camino y puso sobre aviso a los guardias rurales que hacían la ronda de la mañana.».
San Román y Fonseca, del cuerpo de rurales, serán los encargados de investigar el terrible crimen. Un crimen que contiene elementos muy misteriosos: junto a la víctima encuentran un jirón de terciopelo verde oscuro perteneciente a un antifaz y una figura de barro cocido. Se trata de una Venus de barro idéntica a la que previamente había aparecido al lado de otra víctima que encontraron
días atrás cerca del cortijo Lafuente. Ambas víctimas eran pelirrojas, y habrá que investigar si a esta última también le habrían arrancado el corazón como a la primera.
San Román sugiere investigar al señor Baena, pues eran muchas y conocidas las fiestas que se celebraban en la imponente Hacienda llamada “Casa Baena”.
La Casa Baena
En la partida rural de Campanillas, al oeste de Málaga, se alza la mansión llamada “Casa Baena”, resplandeciente entre el tradicional paisaje andaluz. Alejandro Baena Warwick comandaba la hacienda desde la muerte de su padre, manteniéndola en su perpetuo esplendor. Poseía exquisitas y amplias estancias decoradas con la ostentación propia de una familia burguesa, finos balcones de hierro forjado, una capilla, un invernadero colmado de plantas exóticas y una torre mirador para elevarla como un faro sobre las tierras de cultivo que la rodeaban.
El señorito Baena, de talante solitario, era más de campo que de ciudad. La matriarca, Fiona Warwick, era conocida por su afición a las flores exóticas y sus malas pulgas con el servicio. Allí también vivía Clara Fornells, la institutriz, una joven catalana que había llegado a Málaga con una maleta y muchos sueños por cumplir. Genoveva, hija de la difunta hermana de Alejandro, se había criado bajo la tutela de su tío. Además, Clara había desordenado el mundo de Alejandro Baena, por el que también suspiraba el ama de llaves, Simona. Eran muchos los misterios y pasiones que rodeaban a la Casa Baena, y el hallazgo del cadáver los pondrá en el punto de mira.
Para la creación de la magnífica Casa Baena la autora se inspiró en diversas localizaciones de la provincia de Málaga, especialmente en la singular arquitectura del denominado cortijo Jurado, situado en Campanillas; antiguamente, cortijo Heredia. Esta construcción neogótica de mediados del siglo XIX constituía la residencia de recreo de una rama menor de la reconocida familia malagueña de los Heredia y arrastra desde hace años leyendas y misterios que parecen impedir que resurja con su antiguo esplendor.
Angus Slorrance y los hermanos francmasones
Angus Slorrance es un caballero inglés perteneciente a los francmasones, con los que se reunía periódicamente en una cripta oculta de la ciudad de Cádiz. Para el mundo ordinario era un coleccionista de objetos antiguos; para su reducido círculo, un cazatesoros.
En la última reunión, uno de los hermanos le mostraría un gran hallazgo: una caja de madera noble con una magnífica pieza encontrada en el caño de Sancti Petri. Se trataba de una figura de Melkart, antiguo dios fenicio, señor de los campos.
En una puerta oculta de su estudio y junto a una atestada librería de volúmenes encuadernados de cuero, Angus tenía varios arcones abiertos que contenían los últimos trofeos conseguidos: ducados genoveses del siglo XVI, un ánfora romana y otras fruslerías que aún no compensaban el dinero que invertía en el equipo que tenía a la busca de pecios hundidos en la costa de Cádiz. Como buen coleccionista, buscaba algo especial, y por fin lo había hallado. La recién adquirida estatuilla de Melkart era toda una joya. En su espalda un símbolo tallado: una estrella de cinco puntas.
Angus había vuelto de Nueva Orleans a Cádiz en el Montevideo, donde se había cruzado con Martina. La conocía, sabía que era ella. Se la cruzó también en las calles de Cádiz, donde ordenó a un muchacho que la siguiera a cambio de una moneda. Estaba claro que era ella pero, ¿qué hacía allí? ¿Qué vínculo unía a Martina de Icaza con Angus Slorrance? Entre su correspondencia, una carta. El remitente: Conrado Lefebvre, el esposo de Martina.
La estatuilla de Melkart llevaría a Angus hasta la ciudad de Antequera, lugar a dónde el destino de Martina también la dirige. El hallazgo de un antiguo telegrama la conduce hacia su abuela, quien años atrás abandonó la familia y de quien Martina espera ayuda y respuestas.
El dolmen de Menga
Esta novela nació inspirada por el dolmen de Menga, considerado «el más bello y perfecto de los dólmenes conocidos», una ciclópea construcción que transmite magia, emoción y misterio a partes iguales. En la actualidad forma parte del llamado Sitio de los Dólmenes de Antequera, que fue declarado patrimonio mundial de la humanidad por la Unesco en 2016 junto con el dolmen de Viera y el tholos del Romeral. El Sitio también incluye dos parajes naturales: la peña de los Enamorados y el paisaje kárstico del Torcal, que junto con Menga, forman un triángulo fascinante y singular.
El majestuoso dolmen de Menga cuenta con 6000 años de antigüedad (datado en el 3500/3700 a. C.), es el más grande del mundo y posee una orientación hacia elementos terrestres, no celestiales. En lugar de dirigir su eje hacia la salida del sol en el solsticio de invierno, como lo hace el de Viera y el 99,9 por ciento de las estructuras megalíticas, orienta su entrada hacia el norte de la salida del sol en el solsticio de verano.
No solo posee esa anómala orientación, sino que, además, la entrada del dolmen mira hacia el perfil humano que muestra la peña de los Enamorados, concretamente, y tal y como descubrió el arqueoastrónomo Michael Hoskin, hacia el abrigo de Matacabras, el llamado Santuario, que contiene pinturas rupestres cuya datación radiactiva uranio-torio lo sitúa en el 6000 a. C.
El dolmen de Menga se erigió como faro para varios de los personajes de esta historia: para Angus Slorrance como cazatesoros, y especialmente y como descubriría Martina de Icaza, para Alejandro Baena. Sus motivos, equivocados y perversos, sumergirían a nuestra protagonista en una aventura que la cambiaría para siempre.
En el Torcal, un paisaje kárstico fascinante, que completa el singular triángulo de las tierras antequeranas, también fue refugio de los habitantes del Neolítico así como de pastores y bandoleros en el siglo XIX, tal y como aparecen en esta historia: cinco hombres buscando sobrevivir en una España convulsa, en un mundo de arribas y abajos que tomarán parte en la nueva vida de Martina de Icaza.
«Por la región circulaban exhortos y bandos para eliminar a la llamada Banda del Cañamero: cinco asaltantes de caminos, cinco bandoleros: criminales para las autoridades; héroes para los desheredados del pueblo. Dejando atrás el rastro perdido de una vida tranquila, incursionaban de un escondite a otro, cambiaban indumentarias y sombreros, conseguían botines y alsaltaban cortijos. Ante todo, ansiaban la libertad desairando a la muerte.»
*Contenido original proporcionado por la editorial Editorial Planeta
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