El corazón de los ahogados, de Daniel Fopiani
UN THRILLER ADICTIVO Y EXTREMO QUE NOS RECUERDA EL DEBER DE AYUDAR A LOS DEMÁS
Desde Tombuctú, Doudou y su mujer huyen de la guerra en dirección a Melilla en busca de una vida mejor. Tras múltiples abusos por parte de la policía marroquí y de las mafias que sacan provecho de su desesperación, consiguen subir a una patera. Ella está embarazada y temen morir en el mar, ahogados.
En el pequeño camposanto de la Isla de Alborán, aparece una cabeza mutilada de origen africano, rodeada de gaviotas decapitadas con cabezas de muñecas de porcelana en su lugar. Un islote habitado solo por un reducido destacamento de la Armada española, con el objetivo de preservar el territorio nacional ante la posible llegada de migrantes, vivos o muertos, y de velar por el ecosistema protegido de la zona en colaboración con un biólogo de la Junta de Andalucía.
La sargento Julia Cervantes, Infante de Marina experimentada, es enviada con el contingente que se desplaza a Alborán tras el macabro descubrimiento. En su vida solo quedan su hijo Mario y su madre. Después de varios años, sigue sin poder superar la muerte de su marido.
Durante una terrible tormenta, quedan totalmente incomunicados con el exterior y desde la megafonía del faro comienzan a escuchar una extraña nana: “Diez soldaditos se fueron a cenar; uno se asfixió y quedaron nueve”. Cuando empiezan a sucederse los asesinatos, el terror se desata en la isla. Julia debe hallar al culpable si quiere volver sana y salva junto a su hijo pero, ¿hay alguien más en la isla o el asesino se encuentra entre sus camaradas?
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UNA NOTA DEL AUTOR SOBRE EL CORAZÓN DE LOS AHOGADOS
A lo largo de todos estos años, mi trabajo me ha ofrecido la oportunidad de recorrer medio mundo y disfrutar de diferentes lugares y culturas que, probablemente, nunca habría conocido por mi propia cuenta. He comido pollo tikka masala con arroz en los puestos callejeros de la India, donde lavaban los cuencos en un charco al borde de la carretera; he bañado los pies en las fuentes de agua termales de Pamukkale, al sudoeste de Turquía; me han robado junto a la gran pirámide de Guiza y he fotografiado una aurora boreal mientras navegaba a bordo de una fragata por los fiordos noruegos. Sin embargo, nunca hubo otro destino que me inspirase tanto como aquel trozo de tierra desconocido para muchos españoles donde pasé veintiún días destacado.
La primera vez que pisé la isla de Alborán fue en junio de 2009. Con apenas 19 años y la cabeza rapada al cero, me prometí que algún día escribiría algo sobre aquella isla para que todo el mundo supiese de su existencia. Incluso recuerdo haber compuesto algunas líneas sentado en una piedra, junto a su pequeño cementerio de tres tumbas. Líneas que borré, descarté o perdí. Por entonces, ya era un lector comprometido que aspiraba a convertirse en escritor, y me resultó inevitable relacionar aquella minúscula isla, donde convivía junto a diez militares a la espera de que volviese un barco y nos sacase de allí, con uno de los clásicos más leídos en occidente, Diez negritos (actualmente titulado Eran diez).
Agatha Christie fue una de las escritoras que marcaron mi juventud. Cuando todos los problemas de mi existencia se resumían en aprobar exámenes y batallar contra el acné, en los bolsillos no llevaba más que para el bocadillo del instituto, y no me quedaba otra que comprar los libros en las librerías de segunda mano. Fue así como llegué a la taimada inocencia de Hércules Poirot y la adorable e inquisitiva Miss Marple. Con el cuaderno entre las manos y mientras observaba el vuelo de las gaviotas de Audouin sobre el Mediterráneo, supe que, si algún día pretendía brindar homenaje a una de las escritoras más reconocidas de todos los tiempos, debía estar preparado, debía dominar el oficio, debía hacerlo lo mejor posible por el simple principio que me ha acompañado toda la vida: el respeto. Hoy, dos novelas y varios premios literarios después, veo terminada esta historia que lleva dando tumbos dentro de mi cabeza durante más de once años. No solo espero estar a la altura de conmemorar uno de los clásicos más leídos en el mundo, sino que también espero hacerlo con el cuerpo al que llevo sirviendo durante media vida.
Daniel Fopiani
Una novela, dos historias y un final común
En El corazón de los ahogados la trama principal gira en torno a los crímenes de Alborán. Treinta y cuatro de los cuarenta capítulos del libro se centran en ellos. Sin embargo, los seis capítulos que relatan la odisea de Doudou y Nayah son de tal fuerza que sacuden al lector y lo sitúan en medio del drama que nos insinúan los medios de comunicación, pero cuyo dramatismo rara vez intuimos más allá del conteo de muertes. Cada capítulo se centra en un personaje o en una acción concreta, enlazándose, en ocasiones, el final de uno con el principio del siguiente.
Un narrador poco habitual
El relato corre a cargo de un original narrador en tercera persona que, de vez en cuando, interpela al lector en segunda. Además, verbaliza algunos pensamientos de los personajes. Es, además, un narrador informal: usa dichos populares, transmite emociones propias, incluye onomatopeyas y fija su atención en objetos que, aparentemente, están al margen de la historia. Alguna vez divaga, como cuando describe la plaza de Armas Lope de Figueroa a partir de la simbología del cuadrado y del octógono. También ofrece puntos de vista distintos de los habituales en una novela de misterio, focalizados, entre otros, en un gorrión o en un fantasma.
Realismo militar y policial
El conocimiento profesional de Daniel Fopiani se pone de manifiesto en todas las escenas en las que aparecen militares. El lenguaje, las rutinas, los procedimientos, las relaciones entre ellos son descritos con detalle y transpiran realismo. Lo mismo sucede con los procedimientos judiciales y policiales que se mencionan, como la escena de la autopsia a la cabeza decapitada del africano encontrado en Alborán (pónganse mentol en la nariz porque Fopiani es capaz de trasladarnos el hedor de la morgue).
Homenaje a Agatha Christie (y algo más)
Como señala el autor en su nota a este dosier, la novela es un homenaje a Agatha Christie, «una de las escritoras que marcaron mi juventud». Sin embargo, y a diferencia de los postulados de la novela enigma de la primera mitad del siglo XX, en El corazón de los ahogados hay más crítica social y mayor violencia explícita. El homenaje cobra todavía un mayor sentido cuando descubrimos que la canción que aparece en la novela original de Christie, Diez negritos, ha sido transformada en Diez soldaditos, al igual que la isla del Negro es ahora la isla del Soldado. Algo más que una feliz coincidencia
*Contenido original proporcionado por la editorial Espasa
Daniel Fopiani Román (Cádiz, 1990). Sargento de Infantería de Marina y escritor. Ha estado desplegado como jefe de los Equipos Operativos de Seguridad (E.O.S) en el norte de Europa, el golfo Pérsico, el mar Rojo, Turquía, Egipto e Irak. Fue ganador del Premio Valencia Nova de Narrativa en 2017 con su novela La Carcoma, además de contar con múltiples premios literarios en su haber, entre los que destacan el primer Premio en el X Certamen Poeta García Gutiérrez y el primer Premio en el IV Certamen internacional Ana María Navales. Escribe activamente para la revista Zenda, ha trabajado como columnista en varios periódicos de la provincia de Cádiz y ha sido director de la revista cultural RSC durante más de cinco años. Su anterior novela publicada es La melodía de la oscuridad, que resultó finalista a la mejor novela de Cartagena Negra 2020.
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