El latido de la tierra
de Luz Gabás

Publicación: 10 de septiembre de 2019
Editorial: Planeta
Páginas: 464
ISBN: 978-8408214281

Biografía del autor

Luz Gabás Ariño nació en 1968 en Monzón (Huesca). Se licenció en Filología Inglesa y obtuvo la plaza de profesora titular de escuela universitaria. En 2007 escribió su primera novela, Palmeras en la nieve. Publicada en febrero de 2012, se convirtió en el debut español de más éxito de ese año y fue traducida a distintos idiomas. La adaptación de la novela al cine supuso un rotundo éxito y la película consiguió dos premios Goya.En 2014 publicó Regreso a tu piel y, en 2017, Como fuego en el hielo. Con ambas novelas, editadas por Planeta, Luz Gabás se consolidó como una de las grandes autoras de nuestros días, por lo que ha recibido el reconocimiento de lectores y asociaciones culturales y de libreros de toda la geografía española. Su obra está siendo publicada en varios países.Actualmente reside en Benasque, en las montañas del Pirineo aragonés, donde encuentra la inspiración para su trabajo. El latido de la tierra (Planeta, 2019) es su nueva novela.

Sinopsis:

Vuelve Luz Gabás con su novela más sentida.

«Las ciudades crecen a pasos agigantados con hombres como nosotros. Antes fueron las epidemias, o el hambre, o las guerras que diezmaron los pueblos; ahora es lo que marca el Gobierno que los vacía. No se puede luchar ni contra la naturaleza ni contra los que mandan. La vida no espera».

La mansión Elegía sobrevive a duras penas frente a las ruinas del pueblo de Aquilare, expropiado y abandonado, como muchos otros, en los años 70. La familia de Alira fue la única que permaneció allí tras la despoblación, y ella ha seguido fuertemente arraigada a la tierra, a las obligaciones con el pasado, a la tradición. Todo lo ha sacrificado en aras del mantenimiento del legado de sus antepasados: el amor, los hijos… Su mundo consiste en una casa en decadencia, que ya no puede mantener, una madre que envejece, un hermano huraño y otro codicioso. Tras consultar a sus dos grandes amigas, Amanda e Irene, es Amanda quien le sugiere una solución: alquilar varias de las habitaciones de la mansión. Ella misma, que acaba de volver al pueblo tras su divorcio, será su inquilina, y le propone ofrecérselo a Adrián, el primer y único amor de Alira, que ha vuelto también al pueblo con su esposa, Dunia, para pasar unos meses. Aunque no quiere admitirlo, la cercanía de Adrián produce en Alira una inquietud difícil de controlar. Sobre todo cuando Adrián, consciente del deseo que aún despierta en su antigua novia, intenta varias veces romper sus barreras. Otro hecho viene a trastocar aún más el mundo controlado de Alira. Un grupo de repobladores ha decidido instalarse en las ruinas de Aquilare y darle nueva vida. Al principio Alira se aterroriza. Nada volverá a ser lo mismo. Sí, tendrá vecinos por primera vez en muchos años, pero también sabe que muy pronto empezarán los problemas. Entre los nuevos habitantes de Aquilare se encuentra Damer, enérgico e ilusionado, mucho más joven que Alira y completamente diferente a ella. Damer admira la fortaleza de Alira, su compromiso con el pasado, su vinculación a la tierra, su ternura. A ella le deslumbra el entusiasmo de Damer, su pasión, su honradez. Entre ellos surge una atracción que rompe todos los convencionalismos. Su relación hará que ambos se enfrenten a un dilema compartido: mantenerse fiel a unas convicciones que creían sólidas e inmutables o lanzarse a un futuro incierto pero lleno de posibilidades. Mientras, en la mansión, las cosas empiezan a complicarse. Amanda y Adrián tienen una relación clandestina; Dunia, la mujer de Adrián, cada vez bebe más y se encierra en sí misma y Gerardo, uno de los hermanos de Alira, Telma, su mujer, llegan dispuestos a conseguir la parte que les corresponde de la herencia. La aparición de un cadáver en la casa, un cadáver sin identificar, y la subsiguiente investigación por parte de la inspectora Esther Vargas, sacará a la luz la verdadera naturaleza de los personajes y precipitará los acontecimientos que cambiarán el mundo de Alira para siempre.

Un grupo de amigos reunidos tras mucho tiempo. Una mansión anclada en el pasado. Una mujer sacrificada a su legado. Un crimen con una víctima sin identificar, unos nuevos vecinos que llegan para trastocarlo todo. Secretos, mentiras, amores y traiciones. La fidelidad a la familia. Los pecados de los padres que recaen sobre los hijos. Un mundo antiguo que quiere resurgir de sus cenizas.

LA ESPAÑA VACIADA

«Produce vértigo pensar que, no hace tanto, todos esos pueblos y aldeas estuvieron vivos. En sesenta años se han borrado siglos de historia.»

Luz Gabás tiene un apego muy fuerte a la tierra y lo muestra en el paisaje emocional que crea como escenario de sus novelas. Sus obras siempre reflejan el espíritu del Romanticismo como actitud vital, como afirmación del individualismo, del deseo de libertad e identificación con el paisaje, con la tierra propia. En El latido de la tierra este espíritu aparece más que en cualquiera de sus obras anteriores. No es casual el nombre de la mansión que articula la novela: Elegía, el lamento por lo que ya no está. Porque, aunque la mansión siga en pie, lo que representa se ha perdido hace mucho, aun cuando la protagonista se niegue a aceptarlo. Tanto ese cadáver aparecido en las entrañas de la casa centenaria como la propia mansión son metáforas perfectas de un tipo de vida que se desbarata.

«Para ella no había más mundo que esa casa grande y bonita, situada a medio kilómetro del bullicioso y divertido pueblo Aquilare, y esas tierras que recorría junto a su padre escuchando sus explicaciones. Carrascas, enebros, tomillos, sabinas, bojes y aliagas. Tierras secas que para ella eran un vergel. Viñedos, olivares, almendros y campos de cereales.»

La autora transita entre la nostalgia de un pasado irrecuperable y la esperanza de un futuro incierto. No nos habla de un mundo idealizado, cuenta sin ingenuidad las bondades de la vida rural y también sus retos. Habla de las contradicciones, de los desencuentros, de las dificultades. El latido de la tierra no es un canto acrítico por los viejos tiempos. Es un relato que invita a la discusión, a la reflexión sobre esa España vacía de la que tantos hablan, pero que a nadie importa. Nos habla la novela de esos intentos de recuperación que se dan de bruces contra una Administración rígida, de leyes que dificultan cualquier intento de reconvertir ese vacío en vida nueva. Es lo que ella llama el nuevo Walden, el regreso a la naturaleza ya no solo por la parte espiritual y romántica, sino también por necesidad económica.

«Un pueblo vacío es una historia truncada. Cada pueblo vacío es una historia por contar.»

UNA DESAPARICIÓN Y UNA INVESTIGACIÓN QUE DESCUBRE TODAS LAS ARISTAS DE LOS PROTAGONISTAS

A través de la investigación de un crimen cuya verdad se va desvelando poco a poco, como una realidad oculta tras un sinfín de velos, Luz Gabás relata una historia que transita entre la novela de misterio, la novela generacional, una esperanzadora historia de amor otoñal y, en especial, una reflexión sobre la tradición, la herencia, la pertenencia, el amor a la tierra y el dolor por su pérdida. No es una novela negra, pero la autora, con gran habilidad, utiliza los elementos de este género para retratar los problemas morales y sociales de los personajes, para difuminar la división entre buenos y malos, para crear una intriga que potencia con la ruptura de la secuencia cronológica y que, además de argumental, es anímica. La búsqueda del culpable, en esta novela, es más el combate de cada personaje con sus propias culpas presentes y pasadas. La desaparición de Dunia, la mujer de Adrián, durante su estancia en la mansión de Alira, alterará la vida del grupo. Tras una búsqueda infructuosa orquestada por César, uno de los mejores amigos de Alira y sargento de la Guardia Civil, el caso quedará suspendido en un limbo de dudas y todos aceptarán sin tener ninguna prueba que la desaparecida se ha marchado voluntariamente, ya que su matrimonio con Adrián hacía agua por todas partes y ya que, además, arrastraba una fuerte depresión. Una experimentada subinspectora de la Guardia Civil, Esther Vargas, sacará a relucir muchos secretos, entre ellos, enamoramientos del pasado y celos insospechados. Finalmente, la agente será la encargada de resolver el caso e identificar al posible asesino.

«Yo creo que le pasa como a mí, que le cuesta aceptar que esto haya pasado y que no quiere creer que uno de nosotros lo hiciera. Nos aferramos a una posibilidad: que Dunia se suicidara.»

UNA NOVELA GENERACIONAL: UN HOMENAJE A LOS NACIDOS EN LOS AÑOS 60 CON BANDA SONORA PROPIA

El latido de la tierra es también una novela generacional. La de los hijos de quienes dejaron los pueblos y llenaron las ciudades de todo el país. Hijos de obreros de la industrialización de los años 60, educados en la idea del esfuerzo, del sacrificio, de la responsabilidad. Hombres y mujeres que heredaron la forma de relacionarse con el sexo opuesto, una forma que ya no les servía y tuvieron que reinventar. Es una generación que ronda los cincuenta años, que empieza a envejecer, pero que aún tiene fuerzas para reaccionar, para no aceptar la decrepitud. Alira es el arquetipo de esta generación, una luchadora que se enfrenta a un nuevo reto: adaptarse o abandonarse a la decadencia. Un aspecto interesante de la novela es la importancia de la música. Los títulos de los capítulos remiten a canciones que ilustran la narración, que evolucionan con la acción de la novela. El heavy, dice Gabás, ayuda a expresar los sentimientos mejor que ninguna otra música, ya sea ira o euforia. Es una música que, como los personajes de la novela, tiene una inmensa capacidad de supervivencia, y es rebelde, marginal, una música de perdedores que hace mucho ruido y habla de frustración. Por otra parte, la autora nos habla de la amistad como fuente de cariño y lealtad. Reflexiona sobre el valor de la misma a través de los amigos de la época escolar de Alira y de su reencuentro muchos años después. Gabás pone en tela de juicio la firmeza de estos lazos y trata de averiguar si los vínculos que nos unen a las personas del pasado son realmente firmes.

«Alira no había olvidado ni un detalle. Cuando el presente la defraudaba, se refugiaba en los recuerdos del pasado, especialmente en aquellos que le reforzaban la solidez de materias tan incuestionables como la verdadera amistad.»

LOS PROTAGONISTAS, PERSONAJES DE GRAN COMPLEJIDAD, CON DESEOS, PECADOS Y CONTRADICCIONES.

Alira

«Atrevida y contenida a la vez. Tradicional y moderna. Cerrada y transparente.» Lastrada por su herencia, por un pasado que se ve obligada a mantener a pesar de sí misma. La autora ha creado un personaje real, sólido, identificable. Alira es heredera de todo ese mundo que está a punto de desaparecer. Tiene miedo, duda, lucha consigo misma. Es un personaje de carne y hueso que ve como todo lo que ha aprendido, lo que se le ha transmitido como valores inamovibles, se tambalea. Es entonces cuando aparecen esos nuevos vecinos que buscan crear un nuevo mundo sobre las ruinas del antiguo. Ellos y, en especial, su relación inesperada con Damer, serán el revulsivo que necesitaba para salir de su parálisis. Ambos viven una historia de amor que rompe estereotipos. Alira deberá iniciar una reconstrucción dolorosa de su identidad mientras encuentra de nuevo el amor, un amor que pocos entienden, pero que le abrirá las puertas a una nueva juventud. Damer la ayudará a convertirse en la mujer que siempre se negó a ser.

Elegía

Matriarca de la familia de Alira. Ha cedido la responsabilidad de la casa a su hija, pero se mantiene como referente moral. Para ella, la casa siempre debe ser lo primero.

«“La mansión Elegía siempre ha sido mi casa”, decía con actitud soberbia. Mientras le quedase un soplo de vida en el cuerpo ella velaría por todos y cada uno de los objetos, tan cargados de recuerdos, de significado.»

Gerardo

Segundo hijo de Elegía. Vive en Madrid junto con su mujer, Telma, y su hijo Jan, un adolescente de quince años. Mantiene una relación de tira y afloja con su hermana, a la que reprocha cierto ninguneo en los temas que tienen que ver con la mansión.

«Las cosas habían cambiado desde la llegada de los okupas de Aquilare, así que la actitud de Gerardo seguiría siendo la misma. Continuaría utilizando la existencia de la mansión para dotar a su familia de pedigrí en sus conversaciones. Alira había sido testigo a lo largo de los años de sus pedantes explicaciones, cuando traía a sus amistades, sobre las excepcionales antigüedades y los personajes ilustres de su familia en la historia comarcal y nacional.»

Adrián

Novio de juventud de Alira, con la que estuvo saliendo cuatro años. Dejó la relación por la gran dependencia que Alira tenía de Casa Elegía. Se casó con Dunia, una chica que conoció en la universidad, aunque su matrimonio nunca fue feliz.

«Podrían haber sido felices. Pero nunca habían dejado de pensar en sí mismos. Tantos años de pareja, solamente ellos dos, juntos en todo, habían terminado por pasarles factura. No surgían imprevistos. No se enfrentaban a problemas que resolver. Se dejaban llevar.»

Dunia

No pertenece a la pandilla del instituto, pero se integró en el grupo al casarse con Adrián. Todos la aceptaron, menos Alira, que mantiene las distancias con ella. Mujer inestable e infeliz en su matrimonio, pero dependiente emocionalmente de su marido, ha intentado suicidarse y vive sumida en una depresión y el alcohol.

«El dolor se extendía ya a todo su cuerpo, sobre todo a las palmas de sus manos y a sus rodillas. Ese sueño dolía demasiado. Pero la voz de Adrián le prometía que pronto terminaría todo. Y Adrián siempre tenía razón. Cuántas veces había despertado en sus brazos. Él la calmaba con paciencia, con ternura. “Ya ha pasado”, le decía, acariciando sus cabellos. Y era verdad.»

UN PAISAJE EMOCIONAL DE LAS MONTAÑAS DEL PIRINEO

Con un estilo sencillo y a la vez de gran belleza formal, con descripciones emocionales que remiten a lugares de la memoria colectiva, la autora utiliza el paisaje como un elemento fundamental de la narración. Las ruinas de Aquilare como testigos de un mundo desaparecido, fantasmas de otros tiempos. Y, en especial, la casa, la mansión Elegía, protagonista indiscutible de la novela. «La casa», esa razón de ser de tantas generaciones, lo más importante, lo que hay que preservar por encima de todo, y que ahora se desmorona, es una alegoría perfecta de ese pasado irrecuperable. Es el desencadenante y el consecuente de la acción.

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