Reseña del libro «Los días perfectos» de Jacobo Bergareche. Por Paqui Bernal.
“Los días perfectos” es una novela relativamente corta dividida en dos partes que se dirían antitéticas: la carta de un periodista que asiste a un congreso en Texas a su amante y la carta a su mujer durante su regreso a España.
En algún momento me ha recordado en cierta forma a “Carlota Fainberg”, de Antonio Muñoz Molina, -si cambiamos Austin por Buenos Aires- por el deslumbramiento que sufre el protagonista con la mejicana (con quien se reencuentra una vez al año en la ciudad) y por la permanente sensación de transitoriedad del afer amoroso.
Bergareche escribe sobre la relación de Luís con su mujer y sobre las expectativas del enamorado, en paralelo con la descripción de unas cartas de Faulkner a su amante, Meta -que Luís se encuentra por casualidad en un museo de Austin-; y utiliza un tono que le permite hacer muestra de una enorme habilidad para reunir prosa poética y argot en la misma escena.
La relación extramarital rompe los clichés de lo que se considera romántico en cuanto a lugares de encuentro, menús que comparten, sexo salvaje, etc. Y la ciudad no tiene un papel menor cuando el autor va describiéndola, como tampoco lo tienen los escenarios de su pasado. Bergareche pretende destacar el efecto mágico de la alusión a algunos bares y a algunas canciones -incluso sobre personas que no entienden los referentes-, porque la ilusión que se deposita en ellos juega mucho en ese efecto sobre nuestras expectativas y nuestros recuerdos.
En cambio, las cartas de Faulkner a su amante no me parecen esenciales en el texto (puesto que habla sólo de tres y sobre todo para destacar la pasión y la posterior indiferencia). Esas tres cartas dan la impresión de ser una buena excusa – porque siempre resulta jugoso conocer secretos de una figura de la literatura o de las artes-, pero poco más.
En la trama de la novela hay poca peripecia, no ocurren acontecimientos, ni grandes ni pequeños. Pero el amor que se recuerda y se celebra es el gran acontecimiento de la novela. El abismo entre lo que uno vive y lo que siente de verdad. La trascendencia de los buenos recuerdos, cómo sostienen nuestra rutina y nos mantienen motivados.
“Nada me divertía más que cuando observabas algo, cogías carrerilla, alzabas el vuelo con una de tus descripciones y me hacías asomarme a tus ojos para ver el mundo de otra manera”.
A pesar de que muchas sinopsis resumen el relato fidedigno de la rutina como el gran logro de esta novela (los sábados en un centro comercial o acompañando a los hijos a la liguilla del deporte que practiquen), para mí lo que a historia transmite como ninguna otra es el ansia de la antirutina. Ahí reside su originalidad. En palabras de Faulkner, “Prefiero la pena a la nada”.
Las cartas de Faulkner se agrupan en un taco de medio centímetro de altura, a eso se reduce una historia de amor al final. Más o menos como la larguísima carta a la amante -que ocupa dos tercios de la novela-. Y después de haberla leído, una esperaría encontrar en la carta a la esposa una confesión o una despedida. Pero Bergareche nos sorprende recordando la relación tan especial que tenían, Yo diría que más que la otra
Hay que leer esta novela y experimentar a través de ella el deseo de vivir de verdad, de no curar esa ansia.
Por Paqui Bernal
@_PaquiBernal
Título: Los días perfectos Autor: Jacobo Bergareche Editorial: LIBROS DEL ASTEROIDE ISBN: 978-8417977627 |