Nunca delante de los criados

Reseña del libro «Nunca delante de los criados» de Frank Victor Dawes, por Beatriz Alcaná

No me oculto. Soy una fan devota del culebrón más posh y más british que hasta ahora ha dado el siglo XXI: Downton Abbey. Conozco al dedillo las andanzas de los Crawley y no me pierdo ni una de las pelis con las que la BBC sigue estirando tan aristocrático chicle. Eso no significa que pierda de vista que esta serie es ficción; muy cuidada y hasta cierto punto rigurosa, pero edulcorada como un refresco de cola. La vida de los sirvientes de las clases altas era infinitamente más dura de lo que lo que se insinúa en esta clase de dramas de época. Por eso me ha parecido interesante reseñar este libro de la editorial Periférica, Nunca delante de los criados, que recoge los testimonios reales de personas que sirvieron a la nobleza británica durante la primera mitad del siglo XX, y también a algunos de los que tuvieron el privilegio de ser servidos.

El autor de Nunca delante de los criados, el periodista Frank Victor Dawes, es hijo de una de aquellas criadas. A principios de los años 70, cuando la serie Arriba y abajo, precursora de Downton Abbey, no podía estar más de moda, tuvo la ocurrencia de publicar un anuncio en el Daily Telegraph solicitando testimonios de personas que hubieran trabajado como sirvientes. Aunque no confiaba en recibir muchas respuestas, aquella idea devino en una avalancha de cartas que ríete tú de las de Harry Potter en casa de los Durlsley. Normal que, en vez de un artículo, terminase escribiendo un libro.

Todas las vivencias que se recogen en Nunca delante de los criados comienzan más o menos igual: una enorme necesidad económica y una falta absoluta de alternativas. Así era como niños y ―sobre todo― niñas entraban a formar parte de la servidumbre a edades tan escandalosas como los doce o trece años, cuando no antes. A partir de ese momento dejaban atrás la vida que habían conocido para incorporarse a un mundo estrictamente jerarquizado donde cada uno de sus movimientos dependía del tintineo de una campanilla. No es una exageración. Aquellos preadolescentes se levantaban antes del amanecer y no podían acostarse hasta casi la medianoche. No tenían libertad para elegir su indumentaria ni dentro ni fuera de la casa. No había descansos y los días libres no existieron hasta bien entrado el siglo XX, cuando las dos guerras mundiales reconfiguraron las relaciones laborales.

En Nunca delante de los criados encontramos toda clase de relatos. La mayoría se antojan indignantes, otros absurdos, algunos hasta trágicos, como el del abogado y la doncella que se enamoraron, se casaron a escondidas y tuvieron que fingir que ella era su sirvienta para poder vivir juntos. Prefiero no desvelar cómo acabó aquel romance y dejar que los lectores lo descubran por sí mismos, aunque avanzo que la realidad no suele ser tan bonita como los guiones de la BBC.

Por suerte, a pesar de las protestas por parte de la aristocracia y también de las clases medias, después de la Segunda Guerra Mundial la clase obrera tuvo acceso a mejores puestos de trabajo y a subsidios para quienes habían desempeñado funciones de apoyo a la nación durante el conflicto. Esta última medida causó gran malestar entre sus antiguos amos, que llegaron a exigir al gobierno que se les retirasen los subsidios para que así se vieran obligados a volver a sus antiguos puestos como sirvientes. Por increíble que hoy nos parezca, se quedaron con las ganas.

Seáis o no seguidores de los dramas de época de la BBC, os animo a leer Nunca delante de los criados. Es una verdadera lección de historia y un libro para reflexionar acerca lo mucho que han cambiado ―o no― los tiempos.

Por Beatriz Alcaná
@AlcanaBeatriz