Entre azules
de Ana Hernández Sarriá

Publicación: 14 abril 2021
Editorial: LA ESFERA DE LOS LIBROS
Páginas: 400
ISBN: 978-8413840758

Biografía del autor

Ana Hernández Sarriá vivió ocho años en Nueva York, insólito escenario donde se nutrió de experiencias e historias que la llevaron a escribir su primera novela, publicada en 2014.

A partir de ahí, ya no pudo parar. «La ciudad me tenía absorbida y escribía con mi pequeño ordenador en todas partes». En 2018 publicó en La Esfera su segunda novela: El tiempo es lo único que no vuelve.

En 2020 ganó el V Certamen Literario de Relato, Poesía y Fotografía de Sierra de Francia. También se fue a vivir a las Maldivas buscando inspiración para su siguiente manuscrito y se quedó encerrada por el coronavirus en una isla diminuta. Ana siempre dice que nunca va a ser de esas escritoras que encuentran la inspiración en el sofá de casa. Y es así como en este, su último viaje, nos ha sorprendido con uno de los géneros más en boga en la actualidad: la autoficción. Escribió esta novela íntegramente atrapada en el paraíso.

Sinopsis

Federica, una joven escritora en plena crisis creativa, decide escapar a las Maldivas en busca de inspiración. Antes de partir, su abuela le entrega un diario de su propia juventud, del que Federica no tenía constancia, con la idea de que lo pueda convertir en su siguiente obra de ficción.

Sin embargo, Maafushi, la isla de un kilómetro de largo, y las circunstancias lo cambiarán todo. Federica no era consciente antes de partir del nuevo mundo al que se iba a enfrentar y lo mucho que iba a aprender atrapada en un paraíso al que pronto dejarán de llegar barcos con agua y comida.

El exotismo que la rodea, la gente del lugar, los niños de un orfanato, cuidar delfines y un amor prohibido, entre otras cosas, le harán reencontrarse consigo misma y descubrir que, ante sus ojos, la vida siempre tiene sentido.

Nota de prensa

Ana Hernández Sarriá publica su tercera novela, Entre azules
CUANDO LA PANDEMIA TE ENCIERRA EN EL PARAÍSO: UNA HISTORIA DE AMORES ENTRECRUZADOS EN LAS MALDIVAS

SOBRE LA NOVELA
Cuando Ana Hernández Sarriá cogió aquel avión hacia las Maldivas, no podía imaginar que se convertiría en protagonista de su propia novela. Meses antes del estallido de la pandemia, se desplazó hasta la isla de Maafushi en busca de inspiración para su tercer libro, sin imaginar la odisea que le esperaba.

«Para la mayoría de las personas, el océano es impredecible, peligroso y estar lleno de criaturas extrañas, inmensas y aterradoras. Pero, para mí, ha sido siempre todo lo contrario», asegura la autora. «Cuando estoy cerca de él me siento más a salvo que en cualquier otro sitio. Escogí Maldivas como el escenario de mi tercera novela precisamente para poder explicar este cúmulo de sensaciones. Pero nunca me imaginé que me quedaría atrapada en esta isla. Lejos de mi familia y de mi hogar».

Fue entonces cuando Ana conoció la otra cara de aquella isla, que se quedó prácticamente desierta y sin apenas turistas. «Tuve la oportunidad de conocer a gente local que me contó las historias de sus vidas, que me abrió las puertas de sus casas». Por eso, asegura que la novela le salvó de enloquecer sin una rutina. «Me ponía el despertador todos los días a las ocho de la mañana y, sin excusas, me iba a escribir mi manuscrito. A veces, se acercaban dos loros macaw a saludarme. Otras, veía a los delfines en el horizonte. Los cuervos se peleaban a mi lado. Mientras, yo escribía, escribía, escribía sin parar».

«Aunque sea una paradoja, de nada me servía estar en el paraíso para curar las ganas que tenía de volver a casa con mi familia», prosigue. «Me sentí más sola que nunca. Y, en momentos así, uno quiere estar en su hogar, con los suyos. No importa dónde. El paraíso de verdad es estar en casa, cerca de los tuyos».

 

LAS PROTAGONISTAS

CLOTILDE: A petición de mi nieta pequeña, Federica, voy a intentar plasmar en estas páginas los recuerdos más importantes de mi vida. nací en Madrid el 2 de febrero de 1929, en el seno de una familia acomodada. Tuve suerte al principio, porque fui una niña muy deseada y querida por mis padres. Aunque querían que fuéramos una familia numerosa, detrás de mí hubo dos abortos, por lo tanto, me convertí en hija única.

Cuando tenía catorce años mi familia, debido a la guerra, se había arruinado por completo. Tuve que entrar a trabajar como interina en el Ministerio de Trabajo. Me dio mucha pena porque siempre había imaginado que sería una gran diseñadora de moda. Mi madre tenía algunas revistas en casa y yo hacía recortes de los vestidos y trajes de Coco Chanel, y los pegaba con cuidado en un cuaderno que tenía escondido en mi habitación.

Estoy segura de que, si no hubiera tenido la mala suerte de vivir una guerra y que mi casa se impregnara de terror y tragedias, hubiera sido una gran diseñadora de moda. Hubiera sido la Coco Chanel española. Reconozco que, cuando pienso lo que podía haber sido, solo a veces, se me encoge el corazón un poquito.

Muchas veces, cuando observo a mis nietos, me da por pensar qué imagen tendrán ellos de mí. ¿Me verán como una de esas abuelas divertidas y modernas? Espero que sí. De hecho, yo creo que sí. O al menos eso es lo que me demuestran con sus frases entrañables y cariñosas. ¡Noto que me quieren todos muchísimo! Por eso me gusta imaginarme qué dirán cuando no les escucho: «Habéis visto a la abuela, qué bien se encuentra después de todas sus operaciones. Es una mujer muy valiente». En realidad, disimulo mucho los dolores cuando estoy con ellos. Creo que por eso deben de pensar que soy más valiente de lo que soy. Pero bueno…

 

FEDERICA: Nunca me hubiera imaginado que escribiría mi tercera novela en medio de una pandemia en las islas Maldivas. Que la soledad se apoderaría de mí, llevándome a límites insospechados de reflexión. De conexión conmigo misma. De lucha continua por encontrar la positividad.

Si alguien me hubiera contado que, mientras el mundo se desvanecía, yo me despertaría en una playa cada mañana observando ese azul turquesa e infinito, que parecía conectar a la perfección con las nubes, nunca me lo hubiera llegado a creer. Muchos días me costaba incluso distinguir dónde comenzaba el cielo. No sabía si estaban separados o constituían ese mismo azul eterno e infinito que mi abuela Clotilde me había descrito en sus memorias. No paraba de leerlas en aquellos días. Me conectaban con mi familia. Me sentía tan lejana… En terreno de nada y de nadie. Una vida sin cuarentena, encerrada en un paraíso. Cada vez que leía las noticias o escuchaba las notas de voz de mis amigos, el dolor del pecho me apretaba. La ansiedad volvía y yo me sentía inútil. No podía hacer nada. Estaba atrapada en aquella isla.

Supongo que, como todo el mundo, ha habido etapas en mi vida en las que me he sentido muy perdida y sola. He necesitado aislarme, recluirme del mundo. De las personas que viven en él. No sé. Recuerdo que en Nueva York, durante cualquiera de mis catarsis personales, lo único que lograba calmarme era el mar. Sí. Ese azul tan profundo e infinito. Para la mayoría de las personas, normalmente lo más importante en la vida son las relaciones personales, la pareja y los amigos. Pero para mí también lo más importante ha sido siempre el mar. Cada vez que me he sentido perdida o sola, he intentado ir a ver el océano. Lo único constante que he tenido en mi vida, además de mi familia y amigos. Lo único que siempre he sabido que nunca se irá.

*Contenido original proporcionado por la editorial La Esfera de los Libros

Críticas

«Ana tiene una manera de escribir tan personal como adictiva. Todo te atrapa en esta novela llena de vida, enmarañada en las redes del pasado y el presente. Historias de amor entrecruzadas en mundos y momentos que nos cambiaron para siempre. Una novela que es pura luz, delicada y misteriosa». Daniel Sánchez Arévalo

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