Historia de los reyes de Aragón
Marta Serrano Coll
El desuso de la historia propicia las versiones distorsionadas de nuestro presente. Sin embargo, no hay mejor pupitre para sentarse a aprender que el pasado. Es un espejo, a menudo, cruel, y otras veces, admirable, pero siempre sincero. Allí podemos poner a prueba nuestras certezas. Sin historia, la sociedad es un ovillo de soledades.
La aventura de quinientos doce años comienza con un pequeño reino cobijado en los Pirineos [siglo XI] y termina disputando a los grandes imperios el Mediterráneo [siglo XVI]. Los reyes son el hilo conductor de la narración –entre otras razones, porque es de quienes queda la mayor parte de la memoria escrita–; pero no debemos olvidar que un monarca es la consecuencia de sus súbditos.
Escudriñando sus reinados vamos a descubrir muchas cosas más. Y eso pretende este libro: recuperar un pedazo de nuestra memoria.
Sobre la autora:
Marta Serrano Coll. Doctora en Historia, es profesora agregada ‘Serra Húnter’ en la Universitat Rovira i Virgili. También ha sido «chercheur invité» en el Institut Nationale d’ Histoire de l’ Art (París).
Su tarea docente se centra en el área del Arte Medieval, y sus investigaciones indagan sobre la imagen y otros elementos publicitarios del poder.
Ha publicado varias monografías y artículos, y colaborado en obras colectivas de ámbito nacional e internacional.
ENTREVISTA a Marta Serrano Coll
La biografía sobre los reyes, en general, es amplia; ¿por qué un nuevo Libro?
Porque la Historia es una disciplina viva y, contrariamente a lo que suponen muchos, hay avances continuos en la investigación. Hay nuevos hallazgos, se exhuman documentos desconocidos, se analizan, interpretan desde nuevas perspectivas y se debaten en foros académicos… El sistema universitario nos insta publicar en revistas de impacto, y a ser posible en ámbito internacional, lo que dificulta que nuestros resultados lleguen fácilmente al ciudadano. Pero los investigadores somos conscientes de este problema; es decir, para nosotros es fundamental transferir los nuevos conocimientos de la comunidad científica a la sociedad. Y este libro, que no es convencional, cumple con este objetivo.
¿Y por qué ahora?
La Editorial Rimpego tiene un proyecto precioso que incluye cuatro volúmenes destinados a explicar la historia de los reyes de León, de Castilla, de Navarra y de Aragón, cuatro reinos que constituyen la base de lo que hoy es el Estado español. Historia de los Reyes de Aragón es un libro actual, porque pone de manifiesto que en la Edad Media preocupaban argumentos todavía hoy vigentes, como los que conciernen a la identidad y a los derechos de cada uno de los territorios que configuraron la corona, o a los juegos de gobierno con las cortes y los pactos. También he querido recordar que ya entonces los poderes fácticos utilizaban la imagen y las promociones artísticas con un sentido propagandístico, de forma muy parecida a como lo hacen hoy.
Parece desprenderse de sus palabras introductorias que hemos perdido la memoria de nuestra propia historia…
Colectivamente es posible, sí. Pero la memoria es recuperable, y los historiadores (también los historiadores del arte) procuramos insistir en la importancia del relato del pasado que nos informa sobre nuestra propia identidad y que actúa como potente guía para comprender, actuar en el presente y proyectarnos hacia el futuro como comunidad. Transmisión y pervivencia son las dos caras de una misma moneda: este libro, que tiene en consideración los estudios de los más prestigiosos medievalistas nacionales e internacionales, aspira a ser una nueva custodia y un nuevo instrumento de carácter rememorativo o memorial. Al alcance de todos.
¿Qué se va a encontrar el lector, entonces, en las páginas de este libro?
El lector encontrará un relato accesible y digerible de los hechos y acontecimientos más relevantes que, desde 1004, forjaron el reino de Aragón y que con el paso del tiempo se convirtió en lo que conocemos como corona de Aragón. El punto final lo marca la muerte de Fernando II, que conocemos con el sobrenombre de El Católico, en 1516. Lejos de suponer una mera letanía de sucesos con sus fechas respectivas, el libro propone un acercamiento a nuestra historia desde nuevas perspectivas. Esto es, contemplando también el perfil humano y semblante de cada rey para entender y comprender el por qué de sus iniciativas y decisiones. E, igualmente, analizando su papel en las promociones artísticas que, como queda dicho, tienen que entenderse como escaparate de poder y de prestigio.
¿De qué le sirve al ciudadano actual rememorar episodios acaecidos en plena Edad Media?
Le sirve para conocerse a sí mismo. Pero también para conocer y entender a los demás. Resulta fundamental saber de dónde venimos para saber quiénes somos; es decir, no podemos comprender nuestro presente, con nuestras fortalezas y debilidades, si desconocemos nuestro pasado. Sin duda, este libro provocará reflexiones al lector, porque se dará cuenta de que muchas de las cosas que nos preocupan hoy, ya inquietaron entonces. En fin, estas páginas ponen de manifiesto que, en realidad, hemos cambiado muy poco. Pero reivindican también que grandes logros que consideramos modernos ya existieron entonces, como por ejemplo la importancia de la representatividad o de la educación, con la creación de las primeras universidades.
Ya sabemos que no es tarea de una obra de divulgación; pero ¿aporta este libro algún dato nuevo, algún episodio desconocido u olvidado?
Un libro divulgativo no tiene por qué ser un libro intrascendente a nivel académico. Aunque está destinado al gran público, Historia de los reyes de Aragón proporciona los resultados de las más recientes investigaciones, y es por ello que al final del volumen se recogen más de doscientas cincuenta referencias bibliográficas (podrá observar el lector que algunas son muy recientes o que, incluso, están todavía en prensa). Sus páginas están glosadas de nuevas interpretaciones, tanto desde el punto de vista político como desde el artístico y cultural, y ofrece una historia de los reyes y del reino mucho más poliédrica de lo que suele ser habitual en este tipo de ensayos históricos. Constituye una novedad en sí mismo.
¿Fueron los reyes aragoneses especiales? ¿Sus acciones les distinguían de otros monarcas peninsulares o europeos?
Sí, los reyes de Aragón fueron especiales por muchas razones. Entre otras, la idiosincrasia de su propio reino, que fue engrosándose y ensanchándose con el paso del tiempo favoreciendo la convivencia de entidades muy diversas bajo un mismo cetro. La reconstrucción de este pasado singular puede proyectar ideas sobre nuestra sociedad, nuestra cultura y, también, puede colaborar a que entendamos mejor el concepto de la alteridad, es decir, la visión que tenemos sobre “el otro”. Por otra parte, y al margen de esta particularidad, nuestros reyes funcionaron de modo similar al resto de monarcas peninsulares o europeos, procurando extender al máximo sus tentáculos de poder y reivindicar su papel en el tablero político internacional.
Ahondando en lo que dice: ¿fueron los reyes dueños de su destino o sucumbían también a los intereses y a los poderes fácticos?
Muchos de sus gobiernos no fueron fáciles. Cada rey tuvo que actuar en un contexto determinado y, a veces, con unas dificultades sobrevenidas de solución muy compleja, como la profunda y larguísima crisis que se inició en 1333, “lo mal any primer”. Otras veces el tesoro real estaba tan mermado que su capacidad para poder llevar a cabo iniciativas de carácter político estaba muy limitada. Pero para ello contaba con un recurso relevante: el de la negociación. Mediante instituciones como las Cortes, por ejemplo, el soberano, asesorado por su consejo y otros colaboradores como el “endreçador de nostra conciència”, pactaba las posibles soluciones, con un tira y afloja entre los poderes fácticos que se parece en muchos aspectos a la política de hoy. Nadie es dueño absoluto de su destino: es lo que el pasado y el presente nos enseña.
La corona de Aragón tuvo una impresionante proyección mediterránea, ¿queda recuerdo de ella?
Es cierto que la expansión por el Mediterráneo, que no era sino la proyección natural de la corona, fue de gran calado: se incorporaron las Baleares, Sicilia y Cerdeña en el siglo XIII, el ducado de Atenas y el señorío de Neopatria en el XIV, y ya en el XV, el reino de Nápoles. Estas conquistas, dificultosas y en las que a veces intervinieron los temibles almogávares, favorecieron el control de las rutas comerciales que unían los puertos peninsulares con los del ultramar, la llegada de un sinfín de productos, y la creación de un cuerpo jurídico específico para facilitar el comercio por mar y regular el comercio internacional como el Llibre del Consolat de Mar, un compendio de leyes que sirvió de base para la legislación marítima internacional actual. También podemos ver evidencias de la presencia catalana en diversos lugares, como en Alguer, donde se habla alguerés, variante del catalán.
Si tuviera que elegir una figura de aquellos tiempos, ¿con quién se quedaría?
Me entusiasma Pedro IV, enclenque y débil de salud (era sietemesino), pero quien supo compensar sus limitaciones forjando un carácter autoritario y de fuerte personalidad. Era muy consciente de la función de la institución que representaba y, aún las acuciantes dificultades con las que tuvo que lidiar, impulsó notables obras destinadas a visibilizar su prestigio y prominencia. Pero me quedaría con su abuelo Jaime II, emotivo, ilustrado y de sensibilidad artística extraordinaria. Su talante afable y comedido no le impidió desplegar una política exitosa y favorable al reino: resolvió el problema de la Unión, promovió reformas institucionales, estableció la indivisibilidad de los reinos y llevó a cabo iniciativas políticas que le dieron prestigio internacional. Y ello sin contar con su promoción artística, de valor simbólico inusitado hasta entonces.
Visto lo que ocurre a nuestro alrededor hoy mismo: ¿hemos aprendido algo de la historia?
Sí, hemos aprendido. O, al menos lo han hecho y lo hacen quienes miran hacia el pasado, se preguntan y reflexionan sobre él. Gracias al análisis histórico, que desde hace unas décadas se basa en ciencias sociales muy diversas, somos conscientes del valor y de la necesidad de proteger instituciones y organismos que surgieron en la Edad Media y que, después de su abolición, se recuperaron tras la Dictadura. Quienes desconocen los hechos están condenados a la insensibilidad y a la subjetividad: la Constitución de 1978 pone en valor la diversidad que nos caracteriza, engrandece y enriquece como estado. Una pluralidad cuya delicada pero factible gestión ya se observa en tiempos medievales y que hacen que la historia de ayer sea, en realidad, una historia muy presente. Ciertamente, de la más rabiosa actualidad.
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