La casa del padre
de Karmele Jaio
Publicación: 9 de enero de 2020
Editorial: Destino
Páginas: 224
ISBN: 978-8423356768
Una de las voces más potentes del panorama literario vasco.
Biografía del autor
Karmele Jaio (Vitoria-Gasteiz, 1970) es autora de dos novelas, Las manos de mi madre (2008) y Música en el aire (2013), tres libros de relatos, Heridas crónicas (2004), Zu bezain ahul [Tan débil como tu] (2007) y Ez naiz ni [No soy yo] (2012), y un libro de poesía, Orain hilak ditugu [Ahora tenemos muertos] (2015). Tras la gran acogida que tuvo Las manos de mi madre, su primera novela, ha sido traducida a varias lenguas y en su versión inglesa ha sido premiada con el English Pen Award. También ha sido adaptada al cine en 2013. Sus relatos han sido llevados al teatro, y también seleccionados para la antología Best European Fiction 2017 y se han publicado en numerosas antologías.
Sinopsis:
Ismael está bloqueado. Lleva dos años intentando escribir su próxima novela, pero no consigue producir más que borradores sin vida, y no llega a los plazos acordados con su editor. Se cuestiona todo lo que escribe, algo que no le había ocurrido nunca. Su situación se complica el día en que su madre tiene un accidente e Ismael se ve obligado a pasar todas las tardes con su padre para cuidar de él. Esas horas lo transportarán de golpe a un momento que quedó congelado en su infancia y que Ismael ha mantenido oculto hasta ahora entre sus recuerdos.
Jasone es la primera lectora y correctora de los textos de su marido. Desde hace años vive dedicada a su familia, y aunque ella también escribía de joven, lo dejó. En este último año se ha quedado por las noches frente al ordenador, y a escondidas ha comenzado a crear de nuevo.
Cada uno jugará con su secreto en medio de una marejada emocional en la que los silencios, como casi siempre, hablarán más que las propias palabras.
La casa del padre nos descubre a la escritora Karmele Jaio, en una novela que nos habla de las maneras de construir y transmitir la masculinidad y de la enorme influencia del género en la vida de mujeres y hombres.
«Jaio te lleva a lo que te quiere hacer sentir.» Goizalde Landabaso, Radio Euskadi
«No hay duda de que los lectores leen con gusto lo que escribe.» Gema Lasarte, Argia
NOTA DE LA AUTORA
En “La casa del padre” he intentado mostrar el desván de los personajes, sus sueños ocultos y, sobre todo, sus palabras no dichas. Esas palabras de plomo, que aparecen solo cuando baja la marea, cuando quedan a la vista las rocas escondidas bajo el agua, como dice la propia novela:
«Quizás por eso es peligroso escribir. Es una peligrosa marea baja que deja a la vista las rocas escondidas bajo el agua. Y lo que aparece no siempre nos gusta. Porque con la marea baja desaparecen las palabras que utilizamos cuando estamos a flote, las que sobreviven como una colchoneta sobre la superficie; y aparecen esas otras, las que pesan como el plomo, las que están en el fondo y solo se ven con la marea baja. Y junto a esas palabras aparecen plásticos, tetrabriks, latas de Coca-Cola oxidadas, el cartucho de una escopeta, un salvaslip hinchado como el cuerpo de un ahogado. Lo que aparece cuando escribimos no siempre nos gusta».
LA NOVELA
La de Karmele Jaio es una novela profunda y bien tramada que invita a una necesaria reflexión, tanto a hombres como a mujeres. Entre otras cosas, porque habla de la construcción social y cultural de la masculinidad o de los rígidos roles de género que todos y todas heredamos y que limitan nuestra libertad para elegir cómo queremos ser. Y también revela que a menudo la violencia de género no precisa de golpes para imponerse, que puede convivir sutilmente con nosotros, fluyendo silenciosamente como un río subterráneo bajo las baldosas de nuestra cocina o el parqué de nuestro comedor, y condicionando nuestras vidas.
Jaio logra meter el dedo en la llaga con una novela sutil e inteligente, sin maniqueísmos ni simplificaciones, que huye de las generalizaciones y que da qué pensar. Los personajes de la escritora vasca son complejos y contradictorios, y el conflicto de fondo tampoco permite una toma de partido irreflexiva hacia un lado u otro.
A través de ágiles capítulos breves la narradora alterna tres puntos de vista tan opuestos como complementarios. La historia contada a través de los ojos del escritor bloqueado Ismael y de su hermana Libe, feminista militante. Ambos relatos narrados con una sugerente segunda persona que a su vez interpela directamente al lector. Y entre ellos, se impone la voz de Jasone, en primera persona: la propia voz de la escritora postergada o relegada por su condición de esposa, madre e hija, que, sobreponiéndose a las barreras de género, se encuentra finalmente a sí misma.
«–Si te rindes tú, damos un paso atrás todas –me advirtió, seria, como si hablara de repente en nombre de todas las mujeres del mundo. Como si hablara por un megáfono a una plaza llena de mujeres–. Es tu obra, es tu voz. No te la pueden robar.»
LA HISTORIA
«La ventana desde la que miras en los últimos años el mundo. Al otro lado de esa ventana está tu ordenador, tu taza de café reseco sobre el escritorio, tus miedos, tus pósits, tus clips, tus zapatillas junto a la silla, tus pesadillas, tus libros, tu cuaderno de apuntes, tu mundo. Allí está tu novela, la que intentas escribir desde hace dos años. Allí está tu secreto. Una novela que no avanza, una sequía de ideas, un bloqueo de escritor de los de libro. Nunca mejor dicho. Otro lugar común.»
Ismael Alberdi está en dique seco, ya lleva dos años completamente bloqueado ante la página en blanco. Los plazos de entrega de su próxima novela se agotan y el escritor en lengua vasca, que conoció cierto éxito en el pasado, no consigue narrar nada que no suene falso o impostado. Puede que las pesadillas que lo visitan últimamente tengan algo que ver. O quizá los casos de violencia de género que copan los telediarios tengan la culpa de todo. Una violación en grupo a una joven en Pamplona y una muchacha que ha aparecido asesinada en el monte. Las víctimas tienen casi la misma edad que sus hijas, Eider y Maialen, e Ismael no sólo está angustiado, sino que siente una extraña culpa, como si fuera en parte responsable de esos crímenes.
«Ha pasado un vagón de metro bajo nuestra casa, un metro de emociones contrapuestas, de baches y curvas cerradas, un metro ruidoso, e Ismael no se ha dado cuenta de nada, no ha sentido el más mínimo temblor encerrado en su búnker. »
Mientras tanto su mujer, Jasone, la primera lectora de Ismael y quien corrige y mejora sus textos, se reencuentra después de muchos años con su vocación postergada. Jasone escribía relatos en sus tiempos de universitaria, pero luego tuvo que dejarlo, primero para criar a sus hijas y luego para cuidar a sus padres que murieron tras largos años de dependencia. Ahora sus hijas han crecido y, aunque trabaja a jornada completa de bibliotecaria, aún tiene energía y ganas para quedarse desierta hasta tarde frente a su ordenador. De la nada ha surgido el relato en primera persona de su propia violación, una violación imaginada, y con esa catarsis de viejos temores una poderosa novela se abre camino de manera secreta.
«Describir mi violación supuso mi vuelta a contar historias, mi vuelta a la época en la que escribía relatos. Entonces estaba deseando terminar un cuento para enseñárselo a Jauregui y publicarlo en la revista, o a Libe, mi mejor amiga y mi lectora más entusiasta. Pero esta vez no enseñé nada a nadie. Y menos a Ismael. No me atreví a decirle a mi marido que había vuelto a escribir.»
Pero si Jasone oculta su recobrado talento, también Ismael mantiene en secreto su bloqueo. Un bloqueo atravesado por viejas cobardías que remite a un confuso episodio de infancia, que quizá el escritor aún no ha podido superar. Una escena condensada en cuatro palabras: “Disparos en el monte” de un relato allí estancado que no avanza. Puede que aquello que bloquee al escritor responda a lo mismo que lo angustiaba antaño. El muchacho que teme no dar la talla con aquello que se espera de él se convierte en el hombre que le horroriza no estar a la altura del rol que le han asignado.
«Y te das cuenta de que, ante tu madre, sigues siendo un niño. Se cae la máscara de intelectual o de escritor profesional. Estás desnudo. Frente a tu madre, aparecen todas tus debilidades, tus miedos, los mismos que nunca te han enseñado a aceptar ni reconocer ni mostrar. Aparece también tu egoísmo. Ese que hace que te enfades con ella. Aparece quizá la que es tu verdadera voz, la que tanto te está costando encontrar cuando es- cribes en los últimos años, la de ese niño que se oculta bajo la voz del hombre. La de un niño que tiene miedo, como tu padre. Quizá no sois tan diferentes.»
Todo esto se trastoca cuando la madre de Ismael sufre un accidente doméstico y es hospitalizada. El escritor debe regresar a la casa paterna a cuidar de ese severo y autoritario padre que ahora, sin la sumisa esposa, tiene miedo de quedarse solo. Y otro tanto hace su hermana mayor Libe, la rebelde de la familia, que regresa de Berlín. Mujer de carácter, exiliada política del conflicto vasco y activista de una ONG, Libe es el reverso fotográfico de su gran amiga y cuñada Jasone. Pero quizá se enfrente a las mismas inercias y estructuras sociales que la talentosa escritora a la sombra de su marido, porque Libe aún no ha permitido nunca que su pareja Kristin la acompañe a ver a su familia a Vitoria.
LOS PERSONAJES
Ismael. Siempre envidió a su primo Aitor, su puntería cuando iban de caza con su padre, su valentía o incluso su militancia política en el conflicto vasco. Pero nunca pudo ser como él, y quizá por eso ahora no puede escribir. Ni podrá hacerlo hasta que no libere a aquel muchacho que quedó encerrado en su habitación de la casa paterna.
Jasone. Jamás ha sufrido una violación, pero cuando narra en primera persona esa violencia padecida descubre una verdad oculta en esa voz, la suya propia. Puede que postergar su vocación literaria a causa de la maternidad, el matrimonio o el cuidado de los mayores también sea una forma de aceptación o de resignación a otro tipo de violencia.
Libe. Comprometida con la causa de los refugiados, trabaja en una ONG de Berlín. Feminista convencida y defensora de su lesbianismo militante, nadie puede doblegarla. Ni siquiera pudo antaño con ella la Guardia Civil, cuando la mantuvo incomunicada cinco días. Sin embargo, aún no se atreve a presentarle al padre su pareja ni a vivir en esa conservadora sociedad de la que huyó.
Jauregui. El viejo amigo de Jasone de la época universitaria es ahora un editor competente y con buen criterio que espera ansioso la nueva novela de Ismael. Reconoce el trabajo de su amiga detrás de los textos del autor, e incluso quiere ficharla como colaboradora de su editorial. Sin embargo, sus prejuicios machistas le impiden reconocer el talento literario cuando lo tiene delante de los ojos.
El padre. Amante de la caza, fumador de Ducados y trabajador de una fábrica durante toda su vida. Su palabra siempre fue ley y jamás levantó un plato de la mesa. Pero puede que la seguridad y las certezas del padre de familia no sean tales, porque descubre, cuando su mujer está hospitalizada, que es tan vulnerable como cualquiera y que le aterra quedarse solo.
La madre. Nunca aceptó ayuda de nadie. Cocinar, fregar la casa, criar a los hijos, ella siempre pudo con todo. Y jamás se permitió una queja. A lo sumo, alguna lágrima, como cuando las pesetas pacientemente ahorradas en una lata de galletas fueron a parar a una nueva escopeta de caza y no la abrigo que necesitaba. Incluso desde una cama de hospital sólo tiene una preocupación, ¿quién cuida de su marido?
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