La conjura de los necios

Reseña del libro «La conjura de los necios» de John Kennedy Toole. Por Paqui Bernal.

Me decidí a leer esta novela de la forma más inopinada. En un hilo en que un tuitero preguntaba por la novela que más nos había divertido en la vida, tal vez la mitad de la gente contestaba “Wilt” -de Tom Sharpe- y la otra mitad respondía “La conjura de los necios”.

Se trata de una historia coral de pobres personas: en inglés “dunce” significa zopenco, bobo, tonto. En “necio”, en cambio, encontramos una connotación negativa que Kennedy Toole no parece que persiguiera. O tal vez sea que el lector les coge cariño.
Es un desfile de personajes, a cual más idiosincrático y disparatado, algunos de ellos similares a arquetipos que conocemos de las películas americanas.

Sin embargo, por más esperpénticos que sean los personajes, el autor sabe hacerlos creíbles. Una anciana secretaria que rompe o quema lo que encuentra a su paso. Un policía al que disfrazan como a Mortadelo -que se sabe inútil pero aspira a ascender-, un chico negro que se reivindica pero es racista…

El protagonista, Ignatius, es un hombre egocéntrico y paranoico que mantiene a su madre sometida -a pesar de que ella es un persona extrovertida y positiva-. Sus armas: el machismo y el chantaje emocional.

Pero como nada es ni blanco ni negro, podríamos describir la relación entre madre e hijo solterón como una de aquellas en que los dos se cuidan con desgana, sin interés, que se quieren y se odian a la vez. La relación de dos personas que se necesitan porque no encajan en la sociedad que les rodea.

Él dejado, sucio, maniático, engreído. Un Mr Bean a quién las personas repelen y que se masturba pensando en una mascota de su infancia.
Ella tal vez demasiado alegre y abierta, ignorante y alocada para su edad.

Ignatius se cree ungido con una misión universal. Devolver a la sociedad los valores tradicionales, no de su siglo, sino los medievales. ¿Se puede ser más raro?

En cuanto al estilo de la obra, el autor es capaz de llevarnos a la escena con un solo detalle significativo, un reflejo, lo más nimio. Y nos regala continuos giros de acción que imprimen mucho ritmo a la novela.

J Kennedy Toole creó un mundo treméndamente original. Extraordinario desde la primera página hasta la última.

Por Paqui Bernal
@_PaquiBernal