La última paloma
de Men Marías

Publicación: 12 mayo 2021
Editorial: Planeta
Páginas: 544
ISBN: 978-8408242307

Biografía del autor

Men Marías (Granada, 1989) se licenció en Derecho y ejerció la abogacía desde los veintitrés años, especializándose en el sector mercantil. Debutó como escritora con la obra Pukata, pescados y mariscos, que fue galardonada con el Premio de Novela Carmen Martín Gaite 2017 y un accésit en el Premio Torrente Ballester 2017. En el género del cuento, ostenta un total de 28 menciones de ganadora y finalista en diferentes certámenes literarios españoles e internacionales. Además, es tutora de técnica literaria, novela negra y poesía en su ciudad.

Sinopsis

Frente a la base naval de Rota, tras el cordón policial que acordona la brutal escena, un grupo de vecinos clama que se haga justicia: el cuerpo de la joven Diana Buffet yace salvajemente mutilado y con unas enormes alas cosidas a su espalda.

Ni las cámaras ni el helicóptero de vigilancia de la base han captado una sola imagen que pueda servir a la investigación; algo incomprensible.

La sargento Patria Santiago sabe que el asesino va a volver a matar, pero nadie la cree, ni siquiera el cabo Sacha Santos -a quien le gustaría ser algo más que su compañero-, porque al igual que piensa el resto de Rota, Patria ha convivido con el dolor demasiado tiempo como para ser de fiar.

Una sola pista, la investigación que Diana estaba haciendo sobre la base, y su relación con la desaparición de una joven hace sesenta años, cuando los americanos llegaron a Rota, parecen ser los únicos hilos de los que tirar.

Sólo quien conoce el dolor puede enfrentarse a un crimen tan macabro

Nota de prensa

EL GRAN THRILLER DEL SUR
***
Un escenario desconocido:
Rota y su base naval americana.
Una investigación liderada por una antigua boxeadora
reconvertida en guardia civil con un pasado tan
sospechoso como ella misma.
«Solo los animales muy tiernos están
protegidos por conchas.»
Men Marías

Los marines americanos llegaron a Rota en los años cincuenta al reclamo de la base naval. Por entonces, en esta villa gaditana el agua procedía de los pozos y las calles se quedaban sin luz cuando se ponía el sol. Apenas un puñado de hogares y huertas por los que paseaban los burros cargados de alforjas y cuyos habitantes se sentaban en sillas de mimbre frente a las puertas a quejarse de la miseria en la que estaban sumidos. Al poco tiempo de la llegada de los americanos, sin embargo, Rota aparece en la revista Interviú como «paraíso del vicio nacional», contando con cuarenta y tres bares en una sola calle y prostitutas de todas las nacionalidades. Los Estados Unidos de América se colaron en la España más profunda de la época franquista bañándolo todo de música, color, bullicio, desmadre… y mujeres desaparecidas. Una de ellas fue Inés, la joven a la que, en la actualidad, investigaba Diana Buffett, una estudiante de Periodismo de diecinueve años cuya búsqueda se ha visto frustrada: a Diana la han encontrado cerca de la base naval con los pechos amputados, la vagina cosida y unas enormes alas adheridas a su espalda.

La sargento de la Guardia Civil Patria Santiago será la responsable de encontrar a su asesino. Pero la búsqueda ha de ser contrarreloj: no tiene tiempo, sabe que va a volver a matar. «Diana Buffett sólo es el principio de algo más grande. En este mismo instante hay alguien enfriándose emocionalmente. Y Rota es su coto de caza».

Sin embargo, nadie la toma en serio. Todos conocen a Patria, o a «la Escaleras», como siempre han llamado en el pueblo a esta antigua campeona de los pesos gallo. Todos la vieron hacer aquello que hacía por los cementerios. Todos saben lo que esconde bajo esos guantes de tela que siempre lleva, que no puede quitarse. Todos han oído hablar de esas veladas privadas de boxeo en las que participaba tan solo con las manos vendadas y dejándose machacar hasta caer inconsciente al suelo. Patria intuye que tras el brutal asesinato se esconde un perfil criminal muy sofisticado, la mente de un psicópata que le recuerda uno de los episodios más oscuros de su propio pasado. «Porque hay pasados que siempre serán presentes, que se acoplan a nosotros como el pelo a los brazos y no importa cuántas veces se elimine: siempre vuelve a salir».

ROTA: UN SINGULAR ESCENARIO DEL CRIMEN «—Preguntaba por la base. La maldita base naval en los años cincuenta y los americanos de las narices. En tiendas, restaurantes, en todos los sitios. Y en este pueblo hay mucho que callar. Ya en los sesenta, con toda España agachando la cabeza por Franco, esto era el país del vicio desde que llegaron los americanos. Aquí se han hecho barbaridades, lo sabes bien. Diana quería conocer el pasado de Rota y es mejor que Rota siga dormida». Men Marías ha escogido un escenario casi desconocido en el que circulan muchas historias misteriosas en torno a la base naval americana y, a la vez, un escenario muy atractivo por todas las diferencias socioculturales de las dos poblaciones que fueron obligadas a convivir. Rota es, sin duda, una curiosa anomalía. Una villa que atesora un pasado fenicio, romano y árabe, cuya historia experimentó un brusco cambio de timón cuando en 1955 se instaló en su territorio la base naval estadounidense.

Dos años antes, en 1953, el general Franco pactaba con el Gobierno norteamericano y autorizaba la instalación de cuatro bases –Rota, Torrejón de Ardoz, Zaragoza y Morón de la Frontera– a cambio de ayuda económica y militar. En el caso roteño, la base fue erigida sobre terrenos expropiados destinados a la huerta. Ello implicó que las actividades económicas tradicionales, como la pesca o la agricultura, fueran progresivamente abandonadas para dar respuesta a las necesidades que planteaba la nueva comunidad.

La llegada de los americanos vino acompañada de un importante influjo cultural, nueva música, nuevos alimentos, nuevas costumbres y una mentalidad abierta que chocaba de lleno con la de sus nuevos vecinos roteños.

La época está plagada de anécdotas que la autora ha recopilado en decenas de visitas al pueblo en las que se reunía con los lugareños que vivieron la llegada de los americanos: el primer restaurante chino de España y el primer autocine de Europa aparecieron en este lugar. Los kioskos del pueblo que solo vendían tabaco de contrabando, jabón Dove y la novedosa eau de toilette. Las jovencitas haciendo cola cada vez que llegaban los marines para llevárselos del brazo. Lo que denominaban «la feria americana» —el 4 de julio y Halloween—. Las leyendas entorno a los americanos, como esas según las cuales tenían un aparato para desviar las nubes o para hacer que lloviera en el pueblo a su antojo. El constante olor a mantequilla derretida que empezó a inundarlo todo. Las mujeres obsesionadas con los electrodomésticos que utilizaban como decoración en sus propias casas. La FM de la base que podían sintonizar los roteños mezclando los temas de Elvis Presley con los de «la Chati» o «la Camaronera». Las chicas puras con el crucifijo al pecho y la falda por debajo de las rodillas frente a las americanas con shorts y escotes. Julio Iglesias yendo a cantar al housing de la base. Los albañiles roteños ahora, pajarita al cuello, convertidos en barmans de los americanos. Los niños imitando el acento de los americanos para pedirles pesetas —«una peseira, míster, una peseira». Las niñas bautizadas como Carmen, María o Angustias jugando a ser Meghan, Sandy o Emily.

Los americanos eran como los Reyes Magos para los niños, les regalaban chicles, juguetes, pegatinas, material de oficina. Todo era distinto. Ellos tenían lápices con la goma al final, juegos de mesa como Humpy Dumpy, peonzas dentro de un cuenco, caramelos M&M, redondos con un cacahuete dentro… Todo de muchísimo color. Había contrabando de TODO, era una forma de sacar sobresueldos. De alimentos, de ropa, de tabaco. Vaqueros Levi Strauss. Pañales, comida de bebé, Adidas, Nike. Piooner, o cadena Hi-Fi. Muchos marines llegaban después de dos meses bajo el mar, ganando dinero, y querían gastárselo; Rota para ellos era muy barato.

OTROS ESCENARIOS… REALES La autora ha procurado que todos los lugares que se mencionan en la novela se correspondan con ubicaciones reales de Rota. Paseando por el centro del pueblo puede observarse, frente a la Parroquia de la O, el lugar en el que Inés le grita a Franco que ayude a su familia cuando este visitó Rota con el embajador de Eisenhower a principios de los 50. Esa misma parroquia es la que acoge la escena final, donde, sobre el altar, dentro de la custodia y frente a Cristo expiando en la cruz aparece el elemento que lo cambia todo.

A pocos metros se encuentra el Castillo de Luna, que, en la actualidad, acoge el Ayuntamiento donde Diana iba a interrogar a Olimpia Piernavieja, la alcadesa de Rota. En dirección contraria se encuentra la calle Fermín Salvochea, domicilio de los Buffett, los abuelos de Diana, y su típica casa trascalada roteña.

Cerca, muy cerca, en la plaza de la Cantera, se alza La Mala Madre, el bar en el que todo el pueblo se reúne y cuya descripción se corresponde con el establecimiento real que se ubica en esta dirección. El bar en el que Patria y Sacha tuvieron sus primeros acercamientos. Hacia el sur, en el Paseo de la Costilla, se encuentran adheridos a la pared unos azulejos que rezan «bésame en esta esquina» bajo los cuales los protagonistas han sido obedientes a la orden.

A un kilómetro, después de la Playa del Rompidillo, se alzan la base naval americana y la abandonada «casa de Mongoli», lugar en el que, en la novela, todos murmuran sobre la existencia de un ánima y, en el mundo real, los roteños no quieren acercarse a ella porque según los rumores allí suceden cosas raras. El cuerpo de Diana aparece abandonado precisamente en esta casa.

*Contenido original proporcionado por la Editorial Planeta

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