Lágrimas de oro
de José Luis Gil Soto
«Tarde o temprano tenía que ocurrir. Desde que Viracocha se le apareció a su antepasado, todos sabían que algún día llegarían sus hijos, seres blancos, barbados, superiores en todo a ellos mismos. Ese día tendrían que postrarse a sus pies y poner su propia vida en sus manos, pues ni el mismo Sol podría oponérseles.»
Panamá, Castilla del Oro, 1524. En la sacristía de una pequeña iglesia del Nuevo Mundo, tres hombres se reúnen a la luz de los velones. Uno de ellos, serio, enjuto, con una poblada barba ya cana, habla a los otros de las maravillas que algunos dicen que existen en lugares aún ignotos de la Mar del Sur. Es su empeño reunir dineros suficientes para emprender la conquista de esos nuevos territorios para mayor gloria del rey de España y la Santa Madre Iglesia. Él, hijo bastardo de un afamado capitán, después de años en las Indias, arriesgando vida y capital con cierta fortuna, necesita demostrar a su ya fallecido padre que era merecedor de su apellido. Este hombre es Francisco Pizarro. El descubrimiento y la conquista de Perú acaban de comenzar.
El Cusco, imperio inca, 1524. Huayna Cápac, Sapa Inca, Único Señor, regresa a la capital de su imperio. Acaba de apaciguar a los pueblos que no han querido reconocer al único dios, el padre Sol, y el gobierno del Inca. Con él vuelven sus hijos y juntos saldrán a guerrear de nuevo. No pueden imaginar que el imperio está llegando a su fin. Una guerra fratricida ayudará a aquellos que aparecen en la profecía del dios Viracocha.
Sevilla, abril de 2019. La teniente Rebeca Parma, del Grupo de Patrimonio Histórico de la Guardia Civil, está a punto de llegar al aeropuerto de Sevilla para empezar unas merecidas vacaciones. Suena el móvil. Es su comandante: en Conquista de la Sierra, un pueblo cacereño próximo a Trujillo, acaban de robar el collar de oro y esmeraldas que adorna a la Virgen, una joya inca de incalculable valor. Contrariada, comienza una investigación que la llevará a París en busca del ladrón.
José Luis Gil Soto va entrelazando con asombrosa maestría estos tres hilos para formar un tejido nuevo con el que contar una historia antigua con rigor histórico e imaginación: el descubrimiento y la conquista del Perú. Una epopeya inolvidable.
Ficción y realidad en Lágrimas de oro, nota del autor
Lágrimas de oro es una novela, y por lo tanto contiene grandes dosis de ficción. Al mismo tiempo,
puesto que trata un hecho histórico concreto, también tiene una carga histórica documentada y
cierta. Para que el lector tenga elementos de juicio suficientes a la hora de evaluar qué partes de
la historia son reales y qué partes ficticias, el libro incluye unas amplias notas aclaratorias al final.
Conquista de la Sierra es un pueblo de Cáceres, próximo a Trujillo, que en su momento fue La
Zarza, el señorío de los Pizarro. En el pueblo se conservan las ruinas de la casa palaciega que
poseyó Gonzalo Pizarro el Largo. Se trata de una propiedad privada, pero pueden verse con
facilidad. Ojalá esas ruinas puedan ser restauradas algún día y conserven para siempre el
esplendor que se adivina en las piedras que aún quedan en pie.
En el pueblo existe una pequeña iglesia del siglo XVI en la que está enterrada una de las hermanas
de Pizarro y donde se supone que existió una imagen de la Virgen hecha por el deseo de Juan
Pizarro. Sin embargo, no hay en ella ningún collar de lágrimas de oro, puesto que la joya es
producto de la imaginación del autor, así como todo lo que tiene que ver con el robo y posterior
investigación. Los personajes relativos a la historia que se desarrolla en 2019 son imaginados.
En cuanto a los personajes históricos, existieron todos salvo algunos soldados de segunda fila,
cuyos nombres son ficticios. El resto, tanto los hermanos Pizarro, como los demás capitanes y
muchos de los soldados (entre los que están «los trece de la fama») son personajes reales. En el
caso del Imperio inca, todos los personajes principales existieron. La falta de documentación
acerca de la civilización anterior a la llegada de los españoles hace que muchas de las situaciones
sean imaginadas. En cuanto al desarrollo de la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa, se ha
narrado lo más exactamente posible a como los historiadores creen que sucedió. Lo mismo puede
decirse de los enfrentamientos de Pizarro con los nativos y de la captura y muerte de Atahualpa.
Los nombres incas se reproducen de distinta manera según los traten los españoles o los propios
nativos. Un ejemplo claro es el Qosco, el Cusco o Cuzco. He querido nombrarlo como el Cusco
cuando se trata de los incas (y como se llama hoy en día en Perú) y Cuzco cuando lo nombran los
españoles. De igual modo, el resto de los nombres han sido adoptados para la novela siguiendo
un criterio lo más homogéneo posible, teniendo en cuenta que pueden encontrarse de diferente
forma según las fuentes consultadas.
José Luis Gil Soto, febrero de 2020
«Lágrimas de oro es una novela histórica hermosa,
necesaria en todos los órdenes, que nos embarca en una empresa
conquistadora que pedía ser rescatada del pasado.»
Jesús Sánchez Adalid
Sobre el libro
NARRADOR Y ESTRUCTURA La novela cuenta con tres hilos argumentales distintos narrados en tercera persona omnisciente. Dos de ellos —los situados en el siglo XVI— convergen de una forma dramática. José Luis Gil Soto estructura la novela en 95 capítulos cortos; cada uno de ellos está situado en una época y lugar concretos. Esos capítulos se alternan hasta el final, de forma que, poco a poco, vamos completando la historia del símbolo que, al final, une las tres historias: el collar de Pizarro.
ARCO TEMPORAL Cada uno de los tres hilos cuenta con su propia cronología. La novela arranca en 1524, con la constitución de la empresa que gestionará la expedición hacia el Perú, por un lado, y el regreso del Inca Huayna Cápac de la guerra, por otro. La epopeya de Pizarro y sus hombres corre luego en paralelo a la guerra civil entre Atahualpa y Huáscar. Este hilo acaba con la ejecución de Atahualpa por parte de los españoles en 1533. El hilo situado en la actualidad va de abril a julio de 2019.
SOBRE EL GÉNERO Y EL ESTILO En esencia, Lágrimas de oro es una novela histórica absorbente y muy atractiva, ya que narra la conquista del Perú desde dos puntos de vista distintos: el de los españoles y el de los incas. También es un thriller trepidante, centrado en el robo de un collar de inmenso valor y la investigación para recuperarlo. El autor utiliza un lenguaje y unos recursos estilísticos distintos según la época en la que discurra cada capítulo.
FICCIÓN, REALIDAD Y RECREACIÓN HISTÓRICA La novela mezcla personajes históricos con otros de ficción. Todo está perfectamente documentado, como el propio autor señala al final del libro en una amplia nota en la que desgrana los aspectos más importantes de la historia real y su relación con la novela. En la parte histórica destaca la espectacular ambientación, que va desde el vestuario, la comida y los usos sociales hasta la recreación de las batallas y las intrigas políticas.
El collar de Pizarro. Un personaje más
En opinión de un catedrático, pudo ser Francisca Pizarro, la primogénita del conquistador, quien entregara el collar a la Virgen mucho después de la muerte de su padre. Es un collar de oro con esmeraldas. Fue expuesto en el Museo de América, de Madrid, con motivo de una exposición sobre el tesoro de los incas. La aseguradora lo valoró entonces en un millón de euros. Un tasador belga experto en piedras preciosas y antigüedades, en cambio, lo valora en unos diez millones de euros en el mercado negro. Sin embargo, Julio Adelman sabe algo sobre el collar que los demás no conocen. Y eso puede elevar su precio a la categoría de incalculable.
Lágrimas de oro discurre en multitud de escenarios distintos, dados su argumento y estructura narrativa. Algunos de ellos, además, aparecen en el siglo XVI y en la actualidad, como ocurre con Trujillo y La Zarza, por ejemplo. Es imposible enumerarlos todos, estos son los principales. La novela se inicia en Panamá, en la gobernación de Castilla del Oro. Se extendía desde el golfo de Urabá, al noroeste de la moderna Colombia, hasta los límites entre las actuales provincias panameñas de Veraguas y Colón, de forma que incluía las costas de lo que hoy conocemos como Nicaragua, Costa Rica y parte de Panamá.
Las dos primeras expediciones de Pizarro hacia el sur discurren por la costa del Pacífico, sin que estén muy claros los lugares a los que se referían las crónicas. Sí que conocemos dos puntos importantes y de una fuerte carga simbólica en aquella epopeya: la isla del Gallo, situada en la bahía de Tumaco, en Colombia, marco del episodio de «los Trece de la Fama», y la isla Gorgona, o de las Sierpes, en donde los expedicionarios malvivieron durante dos meses terribles.
De la tercera y definitiva expedición, que parte en 1531, podemos señalar los episodios situados en Coaque, donde Pizarro se estableció para acometer la campaña final, y en Tumbes, donde empezó la conquista del imperio Inca. Conocemos la presencia de los españoles en aquella zona por el mensaje del curaca Chilimasa a Huayna Cápac: «desea que conozcáis la presencia de extraños seres venidos por el mar en grandes casas, y estos seres son barbados los unos y fundidos con extrañas bestias los otros, y todos ellos cubiertos de duros y brillantes caparazones, que mi señor manda decir que al dios Viracocha se parecen, si tuviera que darles parecido».
A través de la historia narrada desde el punto de vista de los incas, conocemos ciudades que serán claves en la historia de la conquista de Perú. Cusco o Cuzco —según sean incas o españoles quienes la presenten— es la capital del imperio. Huayna Cápac escogió Quito, en el norte, como un lugar estratégico en el que concentrar sus tropas ante la rebeldía de los pueblos fronterizos. Allí estableció provisionalmente la corte. Cajamarca, además de jugar un papel importante en la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa, fue el lugar en el que Pizarro captura a este último, iniciando la fase final de la conquista.
El lector visita las localidades extremeñas de Trujillo y La Zarza, hoy Conquista de la Sierra, tanto en el siglo XVI, cuando era el hogar de los hermanos Pizarro, como en la actualidad. Lo mismo sucede con Sevilla y Toledo. En el hilo argumental actual seguimos las rutas del tráfico ilegal de obras de arte y antigüedades en París, Bruselas, Nueva York o Amberes, la capital de los diamantes desde el siglo XVI. En esas capitales se mezclan los lugares reales —cafeterías, hoteles, restaurantes, etc.— con los surgidos de la imaginación del autor. En Madrid viven Julio Adelman y Rebeca Parma, además de tener su sede la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil.
*Contenido original proporcionado por la editorial Espasa
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