Los perseguidos
de Fernando Benzo

Premio Azorín de Novela 2023

La periodista Daniela Lozano sospecha que la muerte de su novio en un accidente ha sido un asesinato, y empieza a tirar del hilo con valentía. Su investigación destapa un oscuro entramado criminal que inculpa a policías corruptos, capos de la mafia internacional y al ministro del Interior.

Daniela cuenta con dos grandes aliados: su pasión por la verdad, y Peyo, un expresidiario que se vio traicionado por sus temibles cómplices. Para salvarse deberán descubrir el paradero de un enigmático traficante español que ha desaparecido: Dardo.

Los perseguidos es una novela negra que habla de las segundas oportunidades, y recorre con maestría la existencia de unos personajes atrapados en un mundo violento, pero en el que aún pueden ganar quienes creen en la justicia. Siempre que logren mantenerse con vida.

Una periodista que busca la verdad. Un expresidiario que quiere redención. Un mafioso que no teme perderlo todo. Algo está a punto de volar por los aires.

Fernando Benzo (Madrid, 1965) ha publicado en esta misma colección las novelas Nunca fuimos héroes (2020) y Los viajeros de la Vía Láctea (2021). Su trayectoria literaria comenzó a los veintitrés años, cuando recibió el Premio Castilla-La Mancha por su primera obra, Los años felices. Posteriormente ha obtenido reconocidos galardones literarios, como el Premio Internacional de Cuentos Max Aub o el Kutxa Ciudad de Irún de novela. En su bibliografía destacan también la recopilación Diez cuentos tristes y títulos como Mary Lou y la vida cómoda, Después de la lluvia y Las cenizas de la inocencia. Los perseguidos es su novena novela.

Sobre el libro

«Con una excelente descripción y ambientación de la época,  y con unos personajes maravillosos, La lectura de «Los perseguidos» me ha resultado impactante y me he dado cuenta de lo mucho que ignoraba de un mundo que también era el mío. Agradezco a Fernando Benzo que haya escrito esta joya.»

Luz Gabás, ganadora del Premio Planeta 2023

En Los perseguidos resuenen ecos de muchas novelas y películas. Es posible encontrar referencias a los tipos duros de los clásicos de la novela negra, como Raymond Chandler o Dashiell Hammet, a la dureza urbana de James Ellroy o al ritmo sin concesiones de Don Winslow y, más cercano, a elementos propios de las novelas de Vázquez Montalbán o Juan Marsé. Respecto al cine, la novela evoca el llamado cine de quinquis que se hizo en España durante la Transición, películas como Deprisa, deprisa o Navajeros, entre otras. Pero también, por distintos motivos, películas americanas como Al rojo vivo, El precio del poder, Sleepers, El silencio de los corderos o Érase una vez en América.

LA CARA OSCURA DE UN TIEMPO Y UN PAÍS
La Transición fue una época de éxito que, constantemente, se añora por comparación con los enfrentamientos políticos de estos años. La movida fue una etapa brillante, divertida y creativa que ha quedado como emblema de la modernización de España. Sin embargo, ambos periodos tuvieron su cara oscura, de la que raramente se habla: la de la droga y la delincuencia, además de la actividad (esa, no ceñida al periodo) de las cloacas del Estado. Esta novela, ganadora del último Premio Azorín, tan fácil de leer como difícil de resumir, presenta, en primer plano, esa triple cara oscura de aquellos años y de la actualidad. Los perseguidos es, en primer lugar, una excelente novela de género, de un género que participa de la acción, lo policial, el thriller, la denuncia… y difícil de definir con una etiqueta. Pero, por debajo de su trama absorbente y trepidante, es –diríamos que sobre todo– una emocionante historia de lealtades y traiciones, de amistad, de esperanza, una reflexión sobre el paso del tiempo y los sueños, un gran fresco social, la crónica de un tiempo y un país que son los nuestros. La crónica de su cara oscura.

No hay en la narrativa española de las últimas décadas ningún título que se parezca a este. Los perseguidos es una novela única, absolutamente inusual en el panorama de la narrativa española; aunque esté hecha con mimbres con los que el lector sí está familiarizado, y aunque resuenen en ella ecos de muchas novelas y también películas. Es posible encontrar en ellas referencias a los tipos duros de los clásicos de la novela negra, como Raymond Chandler o Dashiell Hammet, a la dureza urbana de James Ellroy o al ritmo sin concesiones de Don Winslow y, más cercano, a elementos propios de las novelas de Vázquez Montalbán o Juan Marsé. En cuando al cine, la novela evoca el llamado cine de quinquis que se hizo en España durante la Transición, películas como Deprisa, deprisa o Navajeros entre otras. Pero también, por distintos motivos, películas americanas como Al rojo vivo, El precio del poder, Sleepers, El silencio de los corderos o Érase una vez en América.

La novela empieza con una escena que podría estar en Deprisa, deprisa de Saura: tres adolescentes huyen en un coche robado, perseguidos por la policía tras cometer un atraco; conduce un quinceañero a toda velocidad y en el casete del coche suenan Los Chichos. La persecución acaba con la muerte del conductor y jefe de la banda, el Chungo. Sobreviven Dardo, el cerebro, y Peyo, los dos grandes protagonistas de la novela.

Más de treinta años después, en la actualidad, Daniela, una periodista treintañera pregunta en una rueda de prensa al ministro del Interior por un asunto turbio relacionado con las cloacas del Estado. Daniela es valiente, lanzada y, llevada por el idealismo de tratar de cambiar el mundo, aunque sea un poquito, le gusta escribir artículos de denuncia en el importante periódico en el que trabaja. Su pregunta estalla como un misil en el Ministerio del Interior. El asunto que ha tocado es altamente sensible, se refiere a las posibles negociaciones del ministro con un peligroso delincuente serbio, Zoran Lazic, para que este, a cambio de un trato judicial favorable, no destape una extendida red de corrupción policial.

El ministro del Interior, Luis Cáceres –que se mueve «meneando el cuerpo con sus andares característicos, que le dan un cierto aire de guaperas de discoteca»– es un tipo muy de partido, que suple sus carencias intelectuales con la habilidad para la conspiración política y, dentro de cuya «ambición libre de límites o remilgos», está la meta de ser presidente del gobierno. Como el escándalo que Daniela trata de destapar puede arruinar ese propósito, le encarga a su jefe de prensa, Ignacio Montes, que le haga una tentadora oferta: no escribir sobre el asunto del serbio Lazic y hacerlo, a cambio, de un caso no menos atractivo para el que le proporcionarán la información necesaria, la historia de un peligroso y escurridizo delincuente español, nada conocido del público, que lleva treinta años sorteando a la policía y la justicia: un tal Gabriel Melgar, apodado… Dardo.

Ignacio Montes es un antiguo compañero de trabajo de Daniela, pasado (¿vendido?) a la política. Entre ambos se establece una esgrima verbal, y no solo verbal. Ella se siente una auténtica investigadora y él, lo más parecido a un espía, para lo que emplea poses de espía, pero carente del atractivo necesario. Daniela tiene un aliciente añadido para investigar la historia de Lazic. Su novio, Raúl Puente, es el abogado del serbio y en esos días sufre un accidente mortal con todas las trazas de ser un asesinato encubierto.

*Contenido original proporcionado por la editorial 

Enlaces de compra

eBook

Papel

Descubre las últimas Novedades Editoriales haciendo clic en la imagen

Artículo anteriorEstos días preciosos
Artículo siguienteEl sueño de Alejandría