Asesinato en el Jardín Botánico
de J. M. Guelbenzu
El cadáver de Concepción Rivera, una mujer de mediana edad, aparece escondido detrás de una hermosa palma real en el Jardín Botánico de Madrid, junto a un ramillete de acónito y un botellín de whisky. Secretaria del Club de Amigos de los Jardines, formado por un grupo de pintorescos personajes entusiastas de la jardinería, había acudido al Jardín a escasos minutos de su cierre. ¿Quién la acompañaba y cómo pudo salir sin ser visto? Nada hace sospechar que alguien de su entorno pueda estar implicado, a pesar de que todos los miembros del club poseían la flor venenosa del acónito como ornamento. La perspicaz juez Mariana de Marco inicia la instrucción del caso mientras su compañero sentimental, el periodista Javier Goitia, en paro por la fuerte crisis que azota al sector, decide narrar la investigación en forma de crónica periodística. Este hecho los enfrentará en una extraña rivalidad amorosa que se enconará peligrosamente.
La nueva novela de la mítica serie protagonizada por la juez Mariana de Marco, que destaca por unos diálogos brillantes y una ironía muy peculiar, llega a su última entrega, de la mano de uno de los grandes narradores de nuestro país.
J. M. Guelbenzu (Madrid, 1944) estudió en el colegio Areneros de Madrid y luego Derecho en la Complutense. Entre 1964 y 1969 trabajó en la recién fundada Cuadernos para el Diálogo y en la actualidad colabora regularmente en el diario El País como crítico literario. En 1967 quedó finalista del Premio Biblioteca Breve con El mercurio, su primera novela. Fue director de Taurus y Alfaguara.
Sobre el libro
La nueva novela, décima y última, de la mítica serie de novela policíaca protagonizada por la juez Mariana de Marco.
Una despedida anunciada por José María Guelbenzu cuando dio vida a la juez en 2001 con la publicación de No acosen al asesino.
Desde entonces, se han sucedido en total diez entregas con sobresaliente éxito de crítica y lectores.
«—El ramillete colocado en la mano de la mujer es la marca del asesino —explicó a sus acompañantes.
—¿El ramillete de acónito? —preguntó el inspector jefe con gesto escéptico.
—Sugiere la posible firma del criminal. El acónito, inspector —respondió la juez—, es una de las plantas más venenosas que existen. En forma de polvo de acónito extraído de las raíces se puede mezclar con la comida o algún líquido, por ejemplo el alcohol, y producir la muerte en menos de media hora a quien lo haya ingerido.»
UN CADAVER ENTRE LAS PALMAS
El cadáver de Concepción Rivera, una mujer de mediana edad, aparece escondido detrás de una hermosa palma real en el Jardín Botánico de Madrid, junto a un ramillete de acónito y un botellín de whisky. Secretaria del Club de Amigos de los Jardines, (no confundir con la Asociación de Amigos del Jardín Botánico, oficial) formado por un grupo de pintorescos personajes entusiastas de la jardinería, había acudido al Jardín a escasos minutos de su cierre.
¿Quién la acompañaba y cómo pudo salir sin ser visto? ¿La envenenó su acompañante? ¿Cómo consiguió que bebiera el veneno? ¿Cómo escapó el asesino del Jardín cerrado? Junto a la mujer se encuentra un ramillete de acónito y un botellín de muestra de whisky. ¿Por qué se encontró junto a ella un ramillete de acónito, origen del veneno? y, sobre todo: ¿Por qué asesinarla en un lugar como el Jardín Botánico justo antes del cierre?
De no ser por el desagradable rictus de su rostro, habría parecido una bella durmiente. Lo único que no acababa de casar era el lugar donde recibió la muerte. Un jardín botánico es un jardín de vida. Además el lugar escogido por el asesino, a escasos metros de los pocos viandantes que circulasen, por la acera del paseo, al otro lado de la verja, en la calle donde se alineaban las casetas de los libreros de la cuesta de Moyano.
Nada hace sospechar que alguien de su entorno pueda estar implicado, a pesar de que todos los miembros del club poseían la flor venenosa del acónito como ornamento.
La perspicaz juez Mariana de Marco, ya instalada de Madrid, en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción, inicia la instrucción del caso mientras su compañero sentimental, el periodista Javier Goitia, en paro por la fuerte crisis que azota a la prensa en papel, decide narrar la investigación en forma de crónica periodística. Este hecho los enfrentará en una extraña rivalidad amorosa que se enconará peligrosamente.
Cada uno decidirá actuar por su cuenta: Javier narrando la historia según transcurre y la juez, acompañada por su secretaria judicial, comenzando los interrogatorios. El caso se complica a medida que la investigación se oscurece hasta parecer irresoluble. Pero la juez, una vez más, utilizando su intuición y su perspicacia para separar los indicios superfluos de los significativos, atará todos los cabos sueltos para dar lugar a un sorprendente y dramático final.
RETRATO A LA JUEZ MARIANA DE MARCO
De la juez Mariana de Marco sólo podemos decir de momento que llevaba un año instalada en su nuevo destino de juez de Primera Instancia e Instrucción en Madrid, la ciudad donde había nacido y que abandonó para instalarse en un pueblo costero de Cantabria llamado San Martín del Mar.
Mariana estaba cerca de cumplir los cuarenta y ocho o cuarenta y nueve años, no lo sé bien: lo que ella consideraba la puerta de entrada al decenio más comprometido en la vida de una mujer de hoy, lo mismo que antaño se consideraban los finales de los treinta la culminación de la desaparición física de la belleza femenina.
Era firme en el ejercicio de su oficio, pero desinhibida en el trato con los demás, especialmente con los hombres; saltaba a la vista que era una mujer de carácter.
Madrid no era la ciudad de G…, de donde veníamos, pero yo estaba seguro de que con el tiempo lograría adaptar su hábito al nuevo escenario; no he conocido persona más tesonera ni más combativa que Mariana, incapaz de retroceder ante cualquier reto.
Acceder a su intimidad era como asediar y tomar un bastión de su bien amurallada y defendida fortaleza. No lo digo por jactarme, sino, al contrario, para celebrar mi suerte. Su fortaleza intimidaba a propios y extraños, y aunque su cordialidad aparecía siempre al primer contacto, no solía pasar de ahí.
Críticas
«Resulta refrescante en la manera como da cachetes a lo políticamente correcto, entregándose a la calidad de las contradicciones personales y con valiente ironía hacia las convenciones.» José María Pozuelo Yvancos, ABC
«Desde la publicación de su primera novela policíaca, José María Guelbenzu está demostrando que es un pilar de este género, un autor al que conviene seguir.» La Vanguardia
«Encontramos a la juez reflexionando sobre la condición humana, y muy particularmente, en este caso, sobre los perversos lazos que ligan vida, azar y destino. Temas muy característicos de la narrativa de Guelbenzu, que aborda aquí con la inteligencia que lo caracteriza y con toda la finura y la elegancia de su tan personal escritura.» Ana Rodríguez Fischer
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