Biografía del autor
Pedro Ángel Fernández Vega, escritor e historiador, es profesor de Patrimonio Histórico-Artístico y de Arte Antiguo y Clásico en la UNED en sus centros de Cantabria y Vizcaya, y doctor en Historia Antigua por la Universidad de Cantabria, donde ha sido profesor de máster. Entre 2005 y 2013, ha sido director del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria y comisario de exposiciones. Colaborador habitual de Historia National Geographic, ha dirigido investigaciones arqueológicas en yacimientos romanos y es autor de un amplio repertorio de artículos sobre arqueología clásica y de varios libros sobre historia, patrimonio, arqueología y museología. Entre sus títulos sobre Historia cabe destacar La casa romana (2003), CORRVPTA ROMA (2015), Bacanales. El mito, el sexo y la caza de brujas (2018) y La sombra de Aníbal. Liderazgo político en la República Clásica (2020). Con Bacanalia se adentra en el género de la novela histórica.
Sinopsis
Ritos, sexo y poder en la Roma republicana
«La locura es la libertad, nuestra libertad, la de las mujeres, la de las Ménades, la que nos libera de las ataduras de la existencia.»
Roma, 206 a. C. En el mercado de esclavos, los hombres observan con lascivia contenida a una niña desnuda de doce años. Uno puja por ella: Fecenio. Ha sido soldado y es proxeneta. A la esclava la llaman Hispala, La Hispana. Algún día, si se gana la libertad, quizá sea además Fecenia. Y entonces quedará doblemente marcada: por el estigma servil de tener dueño hasta en el nombre y por la mancha retadora con forma de hoja de hiedra que muestra sobre el pecho. Ella dice que es «una marca de los dioses», el símbolo de su destino. Supersticiones de esclavos… ¿O tal vez no?
Veinte años más tarde Hispala, la pequeña cabrera, que nunca conoció a un padre, pues el suyo se alistó entre las tropas de Aníbal antes de que naciera, tendrá un papel principal en la tragedia que truncó la vida de siete mil romanas (nobles y plebeyas, libertas y esclavas). En el seno de una Roma republicana que se afana por expandir su influencia, por ampliar sus horizontes mientras preserva las tradiciones, las bacantes escapan al control. Su reino no pertenece a este mundo. Sumidas en éxtasis mistérico, se evaden espiritualmente de un orden establecido por costumbres patriarcales.
Bacanalia recorre estos tiempos convulsos de la mano de la prostituta Hispala, de la sacerdotisa Pacula, de la patricia Sulpicia, de la plebeya Duronia y de la esclava Halisca, bajo el hálito viril de los hombres que creyeron dictar su suerte.
Una novela que retrata el maravilloso universo femenino romano.
Sobre el libro
La novela está excelentemente documentada; escrita por un reputado profesor de Historia Antigua que ha publicado ya diversos trabajos sobre el tema.
Ofrece un maravilloso retrato del universo femenino: desde la esclava Hispala a la austera Sulpicia; las esclavas, que hablan como en un arriba y abajo; Fulvia niña yendo al matrimonio como al matadero, y la fascinante sacerdotisa báquica Pacula Annia, otro personaje real y verdadera protagonista de la novela. Frente a estas mujeres y su mundo, disfrutamos de tramas políticas como la represión de los ritos báquicos por el cónsul Postumio Albino, aduciendo que tenían una dimensión sexual y criminal, auténticas abominaciones. En toda Roma se desplegó una caza de brujas donde miles de bacantes murieron estranguladas o se suicidaron con veneno. Es una de las grandes represiones femeninas de la historia.
Trata un asunto histórico fascinante: la prohibición de las Bacanales en la antigua Roma, pero el tema es el culto báquico y su dimensión religiosa, ajena a la versión de las orgías de sexo desordenado que transmitió la literatura oficial para justificar la persecución del año 186 a.C., que fue una verdadera caza de brujas en Roma.
Tiene mucho de actualidad en cuanto a la lucha femenina por una cierta emancipación que lleva a las matronas a las calles de Roma en varios episodios. Por estos temas, y por el tratamiento ágil y dinámico, sin renunciar a los valores literarios y con distintos tipos de registros (narrativo, diálogos, comedia latina, discursos, epístolas, mitos) nos parece una muy buena lectura
Además, introduce al lector en aspectos sociales, de represión y de corrupción política, de vida cotidiana, de mentalidades, y mitológicos. El estereotipo de lo sexual no se elude, sino que se restituye a una dimensión más real: la de la costumbre y las prácticas conyugales. Es, temáticamente, muy rica, y no resulta escabrosa.
Corría el año 186 a.C. y Roma se encontraba en una encrucijada. La segunda guerra púnica contra Aníbal había golpeado la moral de los ciudadanos capitalinos, puesto en entredicho las religiones tradicionales (los dioses habían dado la espalda a Roma) y multiplicado la llegada de extranjeros a Roma. En ese contexto, los ritos dedicados a Baco comenzaron a jugar un papel cada vez mayor, lo que inquietó a las autoridades romanas, que demonizaron ese culto.
Estas celebraciones, provenientes del extranjero, comenzaron a tener lugar alrededor del monte Aventino y a comienzos del siglo II a.C. comenzaron a reunir a hombres y mujeres “en contextos ahora teñidos de promiscuidad, de nocturnidad y en lugares en los que el ritual se practicaba con danzas y músicas de ritmos pausados pero reiterados y crecientes… Todo ello envuelto en el secretismo de un culto mistérico”.
El sexo no era un ingrediente de esos ritos, y probablemente ni siquiera la mayor amenaza: se antojaba mucho más problemática la posibilidad de la aparición de otra sociedad alternativa dentro de la sociedad romana.
“Fue decisiva la diversidad de sus miembros”, explica el autor. “La heterogeneidad de su procedencia social no despreciaba a los esclavos y los mezclaba con libres, ciudadanos romanos y hasta con miembros de la nobleza patricia y plebeya que formaba la clase política”. Una celebración potencialmente peligrosa por su carácter transversal y extranjero, al provenir, como escribía Livio, de “la llegada a Etruria de un griego desconocido, una mezcla de practicante de ritos y adivino”.
En ese contexto de desesperación moral en el que muchas familias habían perdido a sus varones en la guerra, cultos mistéricos como el de Baco, el dios del vino y del éxtasis, se presentaban como una alternativa atractiva para sus seguidores porque “hacían derivar el paganismo tradicional hacia caminos más prometedores, aunque fuera tras la muerte, una vez superadas las miserias existenciales terrenales”. Era un acto de unión mística entre el fiel y el dios que fácilmente llevaba a las interpretaciones adversas.
*Contenido original proporcionado por la editorial Espasa
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