Biografía del autor
Maria Victòria Lovaina i Ruiz (Barcelona, 1959) es maestra y pedagoga de formación; ha ejercido la docencia en un instituto público. Ha realizado varios cursos en el Ateneu Barcelonés. Ha publicado cuentos y narraciones cortas como Ernesta, Hivern a Roma, Veu de sucre, L’home que camina, ganadoras de diferentes premios literarios. Su relato Cara de peix obtuvo el Premi Tinet 2018. La soledad del pianista es su última novela.
Sinopsis
Una novela coral ambientada en la Barcelona de los años 1910-1940.
Mijaíl adora a su abuelo Vador, con quien tiene una conexión muy especial: para ambos, el piano es su propia esencia.
En el noventa cumpleaños de Vador, Mijaíl le lleva a un concierto y se muda durante quince días a casa del abuelo para preparar su siguiente actuación. Quince días en los que el joven descubrirá los secretos mejor guardados de la familia, las disputas más enraizadas.
A través del recuerdo de Vador, Mijaíl paseará por las calles de la Barcelona republicana, viajará rumbo al Nuevo Mundo en un barco que naufragó y entenderá lo que significa ganarse la vida en un país que no es el tuyo y del que debes huir cuando estalla la Segunda Guerra Mundial.
Y no solo eso, sino que abrirá el cuarto oscuro del corazón en el que se escondía la verdadera razón del distanciamiento familiar: el asesinato del bisabuelo Sindo, el padre del abuelo Vador. Un secreto silenciado durante sesenta años.
Sobre el libro
Si La soledad del pianista fuera música, sería un Nocturno de Chopin como los que Mijaíl practica y practica en el piano de su abuelo Vador en la casa de Vallvidrera y con los que Maria Victòria Lovaina marca el ritmo de esta novela coral ambientada en la Barcelona de principios del siglo xx.
A Mijaíl, la pasión por el piano le viene de lejos. Lo ha heredado por tradición familiar por parte de padre y de madre, pero también por los recuerdos de una infancia lejana que tratará de recomponer mientras prepara el concierto que dará pronto en una sala de París. Para preparar la audición, Mijaíl se instala en casa del abuelo Vador durante quince días en los que descubrirá los secretos mejor guardados de la familia.
«Mijaíl nunca ha imaginado ninguna mezquindad en su familia, siempre la ha visto como una sinfonía muy bien armonizada, con un ritmo equilibrado y cada uno con su papel, un rol que llevaban con precisión y discreción, sin importunar mucho, pero teniendo en cuenta las indicaciones, explícitas o no, del abuelo Vador, que para él es el director de la orquesta familiar y con quien siempre se ha sentido conectado; un vínculo afectivo y emocional intenso que les hace necesitarse mutuamente, contarse los pensamientos, las ideas, los pequeños detalles de la cotidianidad. Y si hace muchos días que no hablan, cuando se reencuentran es como si hubiesen conversado el día anterior, que si “he hecho tal cosa o tal otra, que debo contarte no sé qué”.»
El abuelo Vador relatará a Mijaíl que la familia Carreras–Pascal proviene de una Barcelona obrera de principios de siglo en la que todos tuvieron que hacerse un hueco. Le contará cómo su padre, Sindo Carreras, bisabuelo de Mijaíl, naufragó en un barco rumbo a Argentina y cómo de regreso a Barcelona conoció al amor de su vida, Graciela, que había llegado a la ciudad huyendo de la claustrofobia familiar en Langreo, Asturias. En Barcelona, Sindo encontró su lugar como pianista, primero en el hotel Peninsular y en el cinematógrafo Belio-graff, y más tarde como maestro de señoritas de clase alta.
En ese barco que naufragó camino del Nuevo Mundo también viajaba Mateu Pascal, bisabuelo de Mijaíl por parte de madre, que tras ver truncado su sueño de lograr un futuro mejor al otro lado del Atlántico viajó hasta Alemania e hizo parada en Leipzig donde aprendió el oficio de afinador de pianos. Luego volvió a Barcelona y, cosas del destino, la familia Pascal quedó unida a la Carreras. Y quedó unida por todas las costuras posibles, por amor, por trabajo, por sangre e, incluso, por interés y por venganza.
Nada fue fácil ni para los Carreras ni para los Pascal. En el relato de Vador se huele también la pólvora de la Barcelona más sindicalista de principios del siglo XX. Una muerte sorprendente y una huida a Suiza marcarán el destino de la familia y la dividirán para siempre. Eso es, justamente, lo que Mijaíl va a querer entender durante su estancia en la casa del abuelo Vador.
LA BARCELONA DE LA SOLEDAD DEL PIANISTA
Como un piano bien afinado, así es la Barcelona de La soledad del pianista. Para los protagonistas de la novela, la ciudad es como una partitura en blanco, llena de oportunidades para crear la mejor sinfonía de sus vidas.
Maria Victòria Lovaina retrata una Barcelona apasionada, abierta y acogedora. Graciela desde Langreo, Sindo y Mateu desde el barco del naufragio, y años después, Mijaíl desde una infancia lejana, encontrarán un nuevo hogar en el corazón de Barcelona. La ciudad les dará cobijo, amor y nuevas oportunidades.
«Pronto vio que en realidad sí que era grande aquella ciudad, no la habían engañado; había gente por todas partes, y carros que cargaban mercancías y gente que transportaba baúles, y bullicio, mucho bullicio, y no era capaz de encontrar ni una pizca de silencio.»
La historia arranca en los primeros años del siglo xx en los que la Barcelona industrial estaba en auge, aumentaba la producción y, con ella, la riqueza. La burguesía catalana de visita a Barcelona se instalaba en hoteles como el Peninsular de la calle Sant Pau con pianista en directo para amenizar sus veladas, y contrataba profesores particulares de música para sus hijas. Había trabajo para quien lo quisiera, pero también había una clase obrera cada vez mejor organizada y reivindicativa. En las páginas de La soledad del pianista hay lugar para la lucha sindicalista, las huelgas y los ajustes de cuentas.
«La Rambla risueña y festiva de un comienzo de septiembre, la Rambla ruidosa, con la gente, el aire, las conversaciones, el dinamismo que siempre había sabido de Barcelona, le venía de repente ofreciendo una imagen que él ya conocía. Con más animación, le parecía que todo estaba más lleno, que había mucha gente extranjera, y hasta le daba la impresión de que todo el mundo era mucho más elegante que cuando se marchó.»
Este es un relato de ficción salpicado de realidad. Son reales las calles y los lugares en los que se emplaza la historia, y son reales los nombres propios y los acontecimientos históricos que se mencionan, como el atentado contra Cambó o la muerte del músico Enric Granados.
LOS PROTAGONISTAS: FAMILIA CARRERAS-PASCAL
Si los capítulos se organizan en movimientos, como si fuera una sinfonía, la historia consta de dos familias que terminarán siendo una sola. Por una parte, están los Carreras. Por la otra, los Pascal. Ambos son originarios de Barcelona y, en ambos casos, el punto de partida de la historia es el naufragio del Sirio en las costas de Cartagena. En ese barco se perderán las esperanzas de Sindo Carreras y Mateu Pascal, que pronto las recuperarán en otro lugar. Sindo en el hotel Peninsular de Barcelona y Mateu, en Leipzig.
El piano es otro elemento en común entre ellos. Sindo logrará convertir su pasión por el piano en su oficio, como pianista y profesor de piano. Y Mateu, sin talento para la interpretación, se convertirá en un excelente afinador de pianos. Juntos, los Carreras y los Pascal conseguirán un binomio infalible: la conjunción de pianista y afinador.
LOS CARRERAS
Sindo Carreras y Graciela Santos: Sindo y Graciela se conocerán en el hotel Peninsular. Juntos formarán la familia que años después será la de Mijaíl, el nieto a quien Vador contará los secretos ocultos durante años. Sindo, pianista, se ganará la vida en los pianos de la ciudad. Y Graciela, prácticamente recién llegada de Asturias, se dedicará a la limpieza para salir adelante. Ha dejado atrás el pueblo y los suyos, decidida a buscarse una vida mejor en Barcelona.
«Graciela Santos Pereira olía a nueces y a mandarinas. Tras ella había dejado amores medio chiflados, amores fascinados por el olor cítrico de su piel, por su manera de hablar y de reír, de moverse, de hacer revolotear las faldas cuando andaba, de girarse cuando alguien la cautivaba o de dejar a algún otro con la palabra en la boca si no la convencía. Ella era así y cargaba contra todos los que querían dominarla; ella era dueña de sí misma y contra ese espíritu convencidamente libre, nada se podía hacer.»
«Sindo Carreras, después de conocer a aquella chica del Peninsular, intuyó que su vida daba un gran giro placentero y poco a poco fue olvidando fracasos y dificultades, y pensó seriamente en formar una familia con Graciela. La muchacha le parecía afectuosa y atenta, y aquel olor tan particular le obsesionaba de lo lindo; era capaz de reconocer con los ojos cerrados los lugares que había pisado Graciela por el aroma que dejaba en el aire, y cuando ella se le acercaba por detrás, mientras él interpretaba al piano, sabía de su proximidad con exactitud.»
Octavi y Salvador (Vador) Carreras: Octavi y Vador son los dos hijos de los Carreras. Octavi nacerá con una discapacidad, cosa que llevará a sus padres a buscarle la mejor educación y las mejores oportunidades posibles, y a su hermano Vador a convertirse en su compañero inseparable. Vador heredará, además, la pasión de su padre por el piano.
«Graciela ya solo pudo alegrarse al cabo de tres años cuando llegó la segunda criatura, Salvador, a quien siempre llamarían Vador, un niño espabilado, que tendría todos los sentidos bien afilados y sería el apoyo que siempre necesitaría Octavi, su voz y su oído para siempre.»
LOS PASCAL
Mateu Pascal y Sofía Müller: Después de ver encallarse su sueño de viajar a Argentina en las costas de Cartagena, Mateu Pascal buscará su suerte en Alemania. Allí conocerá a Sofía y a su familia, un clan de constructores de piano en Leipzig que le brindará la posibilidad de aprender el oficio de afinador. Mateu será también como un padre para Octavi y Vador gracias a la amistad forjada con su padre, Sindo, tras el desastre del barco al Nuevo Mundo.
«Aquel día, la mirada de Sofia Müller era más intensa que nunca, y Mateu pensaba que la mirada de la chica era como la miel, uno quedaba atrapado en ella de tanto dulzor, de tanta intensidad. Durante un tiempo, Sofia Müller había hecho lo imposible para llamar la atención de Mateu, pero él iba a lo suyo, atento al trabajo que tenía entre manos, al idioma que Hans Müller y su mujer, Benita Müller, le enseñaban. No quería fallarle a ese hombre que no solo le había dado una oportunidad en aquella ciudad, también le formaba en un oficio: Mateu sería afinador de pianos. Según Müller, su oído y aquella percepción tan fina para el instrumento hacían de él un candidato de primera para calibrar pianos.»
«Ahora se creía rico, había encontrado aquello que siempre había andado buscando y que nunca había ni siquiera imaginado, ni había sido capaz de ponerle un nombre: era un oficio, la estima inmensa por el piano y unos conocimientos que nadie le podría arrebatar.»
Elvira Pascal: Es la hermana de Mateu. Apasionada y luchadora, tiene un papel fundamental en la trama de La soledad del pianista a través de las anotaciones en su diario en 1917. Junto a Elvira, destaca Paulí, su gran amor, que la introducirá en el mundo del sindicalismo obrero de principios del siglo xx.
«“Ella sí, ella sí que dio guerra, pero Mateu, para nada. Mateu solo tuvo guerra con su padre, nunca se llevaron demasiado bien. Pero Elvira, sí, siempre, siempre daría guerra, y con todo el mundo; esta sí que se parecía a su padre”, se lamentaría la mujer, y eso que no llegaría a saber nunca el camino que tomaría su hija pequeña.»
«Y Elvira miraba a Paulí, que todavía no sabía que se llamaba así, y le vio la cara aniñada, pues en realidad él era casi un niño, un niño que le recordaba a su hermano también lleno de sueños. En aquel momento a Elvira le nació el gozo de poder tocarle el rostro, y así, de pronto, le habría acariciado los labios y aquella nariz que ella siempre calificaría de elegante.»
MIJAÍL CARRERAS PASCAL: Nieto de Vador y bisnieto de Sindo Carreras, Mijaíl es el motor de La soledad del pianista. A partir de las preguntas y las conversaciones con el abuelo, el lector va descubriendo quién es quién en la familia Carreras–Pascal, a la vez que va desenredando también la propia historia de Mijaíl, un joven que vivo por y para el piano.
«Y allí se quedó, frente al piano, y costó muchísimo arrancarlo de las teclas. Los padres y los abuelos lo entendieron entonces. El piano llamó poderosamente la atención de Mijaíl y le cambió hasta la mirada, se le iluminó como si hubiese descubierto un tesoro escondido. Era la primera vez que veían aquella expresión de Mijaíl. De repente, era otro niño. Un niño rollizo y alegre. Un niño feliz. El piano. «Es el piano, Ramon», dijo su madre, admirada. Todos recordarían el momento para siempre. El piano era lo que le faltaba.»
«El piano, para Mijaíl, es la vida, lo sabe; lleva tan adentro el instrumento que él y el piano son un todo. La música. El olor de la madera. El enigma de ese sonido que se expande, que lo atrapa, que le penetra bien adentro, que le acompaña todas las soledades. El silencio de las palabras. Vive para el piano.»
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