Los elegidos
de Nando López

Una novela emocionante y novedosa que aborda las relaciones LGTBI+ ambientada en la época del franquismo.

Asun y Santos son un matrimonio de recién casados en el Madrid de la posguerra. Él es bibliotecario en el Ateneo y dirige un grupo de teatro en la universidad; ella se dedica a la casa y a atender a los jóvenes estudiantes a quienes tienen alquilada una habitación.

Tras esa fachada de pareja convencional se esconde una realidad distinta: Santos se casó con Asun para aparentar ser un «hombre de bien», pero es homosexual; nadie puede saberlo y nadie lo sabe excepto su mujer, que nunca ha sido ajena a su secreto.

La llegada de dos nuevos inquilinos a la casa de Santos y Asun y los ensayos de una obra de teatro que él estrenará en el marco del Primer Congreso Universitario de Escritores Jóvenes, organizado por gente afín al clandestino Partido Comunista, provocarán una revolución en la vida de la pareja que lo cambiará todo.

Una historia de amor y amistad nada convencional.

Nando López (1977) es novelista, dramaturgo y Doctor Cum Laude en Filología Hispánica. En 2010 fue finalista al Premio Nadal con La edad de la ira, un long-seller convertido en serie televisiva con el que inició una sólida trayectoria narrativa en la que figuran Hasta nunca, Peter Pan, Presente imperfecto, Cuando todo era fácil o El sonido de los cuerpos. Galardonado con el Premio Triángulo Cultura 2022 por su compromiso social y literario y Premio Gran Angular 2020 por La versión de Eric, es también un reconocido autor de libros juveniles (El río de las primeras veces, Nadie nos oye) y sus obras teatrales se han estrenado en numerosos países. Además, ha abordado la creación audiovisual como guionista y productor ejecutivo de contenido en Red Flags, serie basada en una idea original suya.

¿Por qué tienes que leer este libro?

– Nando López es un reconocido escritor y guionista de historias que ponen el foco en difundir las relaciones LGTBI+.

– Por primera vez sitúa una novela en la época de los años del franquismo. Un homenaje a la primera generación que defendió y reivindicó los derechos y las libertades sexuales de hombres y mujeres.

– Una historia que brilla por sus personajes, los ambientes y el Madrid de la época, los grupos de resistencia, los intelectuales y el centro de concentración de Tefía en Fuerteventura.

– Nando López está en un momento dorado. Destacamos el éxito de la adaptación audiovisual de La edad de la ira.

Sobre el libro

Una novela dedicada a todos aquellos que lucharon, padecieron, soportaron la barbarie de la dictadura e hicieron de la cultura un refugio en el que cobijarse y un arma para rebelarse.

«¿Por qué en este país no se lee a Alberti, ni a Hernández, ni a Cernuda? ¿Cuántas veces más van a matar a Lorca?»

En un país sometido por el miedo y la represión, donde era imposible vivir libremente la homosexualidad, los protagonistas de esta historia, Asun y Santos, inventan una forma de amar y vivir nada convencional. Un mundo propio construido gracias a los pasajes de sus «elegidos», cinco libros teatrales que los acompañan en su clandestinidad.

«A la memoria de todas las personas LGTBIQ+
que nos precedieron y abrieron camino
en la lucha que aún seguimos librando.»

Así, con ese grito, empezó una revuelta que marcó los años 54 al 56. La universidad y la cultura plantaron cara al régimen franquista al mismo tiempo que la dictadura criminalizaba a los homosexuales incluyéndolos en la ley de Vagos y Maleantes

Y así nacieron Los elegidos.

«A las personas LGTBI+ nos preceden demasiadas luchas, demasiadas vidas, demasiados nombres que han caído en el olvido de la Historia -porque la Historia a menudo es ingrata con quienes la construyen- como para traicionar su memoria callando ante quienes atentan contra su legado.

En 1954, la modificación del artículo 6º de la Ley de Vagos y Maleantes incluyó a los homosexuales, que desde ese momento fueron perseguidos, torturados y encerrados en cárceles y campos de concentración como el de Tefía (Fuerteventura). Si he pasado los últimos siete años documentándome y escribiendo Los elegidos es porque necesitaba arrojar luz sobre esa lucha. Sobre esos nombres con los que, desde la ficción, quería homenajear a quienes estuvieron allí. Jugándose la vida para que hoy podamos disfrutar de unos derechos que no habríamos conquistado sin el camino que, desde la oscuridad en quisieron encerrarlos, intentaron abrirnos.

Santos no es real. Ni Asun. Ni Miguel y Alonso. Ni Carmen o la Teodora. Ninguno de los protagonistas de esta novela lo es, pero sí son reales tanto los secundarios que los rodean como los hechos que atraviesan esta historia. Del mismo modo que sus palabras recrean y literaturizan las de quienes me han ayudado a documentarme en estos años, compartiendo conmigo experiencias y recuerdos que no siempre les ha sido fácil desenterrar. Las palabras de quienes me pedían cambiar sus nombres para contarse y que, al mismo tiempo, insistían en cuánto les importaba que su lucha perviviese a través del relato.

Este libro nace de esa doble voluntad: por una parte, la de devolver el nombre y la dignidad a quienes, como Santos, no pudieron vivir su identidad a plena luz, siempre bajo la amenaza de leyes que criminalizaban su existencia; por otra, la de reivindicar el poder de la ficción y, en concreto, la fuerza y la necesidad de la poesía, el teatro y el cine para remover conciencias y convertirse en las armas cargadas de futuro de las que hablaba Celaya.

En este ahora, en el que hay voces que cuestionan libertades y derechos ampliamente peleados, necesitaba volver la vista atrás para recrear las luchas sobre las que se ha construido nuestro hoy y que nos recuerdan por qué el silencio, la equidistancia y la indiferencia jamás son una opción.»

NANDO LÓPEZ

Los «elegidos» en esta novela son —en primer lugar— los 5 libros que Santos esconde bajo su cama. Cinco libros que comparte con Asun en las noches en que buscan el modo de construir una historia de amor que solo admite los adjetivos nacidos de esos textos teatrales, con los que inventan juntos una realidad sustentada en la fuerza de sus 5 protagonistas:
La Rosaura de Calderón
La doña Rosita de Lorca
La señorita Julia de Strindberg
La Antígona de Sófocles
La Salomé de Wilde

Ninguna de esas elecciones es inocente: al revés, todas ellas nacen de la necesidad del bibliotecario de definirse y expresarse a través de autores con quienes, como Lorca o Wilde, comparte lucha por una libertad imposible. También Santos, como Lorca, será perseguido por «rojo y maricón», con el mismo desprecio con el que uno de los verdugos del poeta granadino presumió de haberle quitado la vida.

Pero los «elegidos» no son solo esos cinco libros que estructuran esta novela —dividida a su vez en cinco partes en las que cada una de ellas está presidida por una de esas mujeres literarias, del mismo modo que la vida de Santos sería imposible de explicar sin Asun—, sino que son también todas las personas que, como el matrimonio que protagoniza esta novela, lucharon durante el franquismo por unos derechos que entonces ni siquiera era posible soñar y que hoy, gracias a su esfuerzo y a su valentía, disfrutamos.

La presencia a lo largo de esta novela de figuras como Alfonso Sastre, Gerardo Diego o Juan Antonio Bardem, así como las alusiones a Lorca, Machado, Hernández, Sánchez Ferlosio u Ortega y Gasset, no son tampoco casuales.

El libro está construido desde las referencias históricas y culturales de esos años, siguiendo de manera escrupulosa la cronología real y buscando en ella la cotidianidad de las vidas que, junto a esos grandes nombres, pelearon por desamordazar a una sociedad sumisa y aletargada.

Los «elegidos» son los tachados por la Historia. Los condenados a vivir en el margen por los guardianes de la moral. Los hombres y las mujeres que no se conformaron con el simulacro de vida que les permitía la dictadura y que, desde sus respectivos ámbitos personales y profesionales, trataron de abrir caminos que fueron imprescindibles para que la democracia actual —por imperfecta que sea— exista.

Asun y Santos se conocen una noche de enero de 1950 en el tablao en el que ella canta coplas desde los diecisiete.

Él no solo no pertenece a su clientela habitual, sino que tampoco se parece a ella. A sus recién cumplidos cuarenta, compagina su trabajo como bibliotecario en el Ateneo, al que el Régimen había despojado de su naturaleza liberal para convertirlo en un vehículo de propaganda franquista, con su labor como director de un grupo de teatro universitario. Este último le permite captar a jóvenes para su «tribu calderoniana», un grupo cercano a la Juventud Universitaria con el que sigue las tareas y directrices impuestas por el clandestino PCE, al que Santos pertenece junto con Carmen y Ginés, sus dos mejores amigos y dueños de sendos negocios —una mercería, ella; una librería, él—, que les sirven de tapadera para sus acciones políticas.

Del encuentro entre Asun y Santos nace una relación que pronto los convertirá en un matrimonio. Nada más casarse, ella deja el tablao y se dedica a atender a los jóvenes estudiantes a quienes alquilan una habitación en su piso de la calle Bordadores. El bibliotecario, por su parte, continúa con sus labores en el Ateneo y con sus actividades en la Complutense —entonces, la Universidad Central, aunque extraoficialmente ya se la conociera con el nombre actual—, donde empieza a gestarse un clima de protesta que encontrará en la poesía, el teatro y el cine sus primeros cauces de expresión.

Tras la fachada de pareja convencional que Santos y Asun aprenden a construir, se esconde una realidad distinta: él se casó con ella para aparentar ser un «hombre de bien» y ocultar que es un «violeta» y que lleva años manteniendo relaciones con hombres en espacios como las últimas filas del cine Carretas, los urinarios públicos o los últimos vagones de metro. Solo Carmen y Ginés conocen la verdad y le urgen a casarse con Asun: si alguien descubre lo que llaman «sus costumbres», estarían en peligro tanto Santos como la causa que representa.

Asun, sin embargo, nunca ha sido ajena a su secreto y, a pesar de la imposibilidad de una relación convencional, ambos encuentran un modo de amarse que nace de su admiración recíproca: la de Asun por el conocimiento y la pasión lectora de Santos; la de Santos por la fortaleza y el espíritu artístico y coplero de Asun.

Juntos crean un vínculo diferente y un rito propio: cada noche, en la cama, Santos le lee a Asun un pasaje de uno de sus «elegidos», cinco libros teatrales protagonizados por otras cinco mujeres —la Rosaura de Calderón, la Antígona de Sófocles, la Salomé de Wilde, la doña Rosita de Lorca y la señorita Julia de Strindberg— en las que Asun se convierte para él. Su forma de vivir el sexo es a través de esas palabras que los unen y que sustituyen al cuerpo que ambos siguen compartiendo con otros hombres ajenos a su relación.

Pero todo se complica en el curso de 1954, cuando llegan a su casa dos nuevos inquilinos: Miguel y Alonso. El segundo es hijo de Hernán, un cacique próximo a la cúpula falangista, mientras que el primero se presenta a sí mismo como su «medio hermano», pues su madre es una mujer que trabaja en casa del padre de Alonso, quien lo ha «adoptado» como si también fuera su hijo. En cuanto Santos y Asun comprueban que ambos son susceptibles de sumarse a la «tribu calderoniana», les proponen unirse a un proyecto que Santos ha puesto en marcha con gran emoción: su «función roja».

El objetivo es representar una versión libre de La vida es sueño en el marco del Primer Congreso Nacional de Escritores, organizado por gente afín al Partido Comunista. Lo que ninguno de los cuatro imagina es que se creará entre ellos una relación que lleva a Asun a encontrar en Miguel el sexo que sueña inalcanzable junto a Santos y que le permite a Santos experimentar con Alonso la posibilidad de esa vida que a ninguno de los dos les está permitida. Sin embargo, la inclusión —ese mismo 1954— de los homosexuales en la Ley de Vagos y Maleantes volverá su situación más frágil y les exigirá una cautela que ni la pasión nacida entre los cuatro ni su compromiso político les pone fácil.

Convencidos de la necesidad de remover las conciencias de un país sometido por el miedo y la represión, los cuatro formarán parte de los «sucesos del 56». Su implicación junto a la «tribu calderoniana» sellará sus destinos y serán obligados a separarse en el mismo momento en que los grises derriben la puerta de su piso de la calle Bordadores, ese lugar en el que ha sido posible una realidad que no tiene cabida fuera de sus muros.

A partir de ese instante, Asun destinará todas sus fuerzas a buscar a los tres hombres desaparecidos de ese piso —su marido y los dos medio hermanos—, mientras que Santos tendrá que encontrar razones para seguir viviendo en el infierno al que lo destierran: la Colonia Agrícola de Tefía (Fuerteventura), un campo de concentración donde convivían delincuentes comunes, presos políticos y «violetas» como él.

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