Reseña del libro «Cáscara de nuez» de Ian McEwan. Por Paqui Bernal.
He leído novelas con un narrador más o menos omnipresente -que en algún caso se volvía hasta ensayista-, otras contadas por varios narradores, incluso alguna cuyo narrador no relataba prácticamente nada (una jornada en compañía de un insecto, la vida solitaria de una mujer en un pueblo perdido…) Pero lo que nunca había leído era un relato contado por un feto. Sí, sí, un feto. ¿Que parecerá una pantomima, una obra menor? ¿Que en eso no hay lector que se involucre? En absoluto. Admito que de entrada no suena creíble, pero lo es, perfectamente.
En esta obra, el personaje del embrión es tan plausible como cualquier otro: una especie de voyeur que sufre en silencio la actividad sexual de su madre, que la juzga -a ella y a su amante-, que filosofa sobre cuestiones morales, que se burla, siente deseos, temores… Y no soy yo quien dice que la trama es creíble. Críticos como Frances Wilson y Hephzibah Anderson describen la obra de esta manera: «Una pirueta creativa resuelta con brillantez”. “Un ejercicio en la cuerda floja de alto riesgo brillantemente ejecutado.”
La protagonista es una mujer joven, Trudy, que está casada con John -el padre de su hijo y un escritor depresivo-, pero su matrimonio está en crisis. Mientras tanto, Trudy mantiene una relación adúltera con Claude, el hermano de John y su antítesis como persona: un hombre de negocios práctico y sin escrúpulos. Juntos, Claude y Trudy diseñan el plan que ya se planteaba en “Hamlet”: utilizar un veneno para matar a John. De esa forma, Trudy heredará una lujosa mansión georgiana.
El lector que conozca la anterior novela de McEwan “Chesil Beach”, apreciará que este escritor es un mago de la versatilidad, del travestismo narrativo. Es capaz de ponerse en la piel de los componentes de una pareja de los años cincuenta (jóvenes familiares, reprimidos, obedientes a sus mayores) y, en el caso de “Cáscara de Nuez”, construir a unos personajes del siglo veintiuno desprovistos de valores (individualistas, ambiciosos e indolentes). McEwan sabe, sin ningún tipo de problema, situarse en dos relaciones amorosas de caracteres totalmente diferentes.
¿Y por qué ese título, “Cáscara de Nuez”? En realidad, en inglés, la novela se titula “Nutshell”. Y me gustaría subrayar que, con la traducción, se ha perdido parte del sentido que es probable que el autor le quisiera dar al título. Obviamente, salta a la vista -o a nuestro imaginario- el parecido de media nuez en su cáscara con un embrión en el útero. Pero además “In a nutshell” en inglés significa “en una palabra”, “en resumen”, y yo diría que con este título McEwan también pretendía reducir el argumento a la idea de la traición -por partida doble en este caso- que con frecuencia mueve el mundo. Es una lástima que no se haya encontrado un juego de palabras similar en castellano para dar nombre a esta novela. Se lo merecía.
Por otra parte, hay un detalle que no es menor. A pesar de tratarse de un thriller, y tal vez porque en él se vive la tragedia de una forma muy sutil, “Cáscara de Nuez” resulta terriblemente divertida gracias a ciertas actuaciones del feto, como lo son sus razonamientos sorprendentes. Pero -sobre todo- nos hace disfrutarcuando nos habla medio borracho, a causa de los efectos de las copas de vino que bebe asiduamente su madre. O cuando la ve dudando entre esa bebida y otra de más graduación y le ruega desde su vientre que escoja la bebida más fuerte y más desinhibidora, para relajarse ante la tragedia que está presenciando desde la impotencia más absoluta.
Para concluir una reseña que nunca hará justicia al talento de McEwan, poco puedo añadir más allá de calificar “Cáscara de nuez” como una historia tremendamente original, redonda, única, que ningún lector de novela contemporánea debería perderse.
Por Paqui Bernal
@_PaquiBernal
Título: Cáscara de nuez Autor: Ian McEwan Editorial: Anagrama Publicado: 22 enero 2020 Páginas: 224 ISBN: 978-8433960603 |