Los mares de la canela de Pilar Méndez Jiménez. En su primera novela, la autora aúna dos amores tardíos (los que más se cuidan): Oriente y la Historia
LA ESFERA DE LOS LIBROS PUBLICA ‘LOS MARES DE LA CANELA’, DE PILAR MÉNDEZ JIMÉNEZ, UNA HISTORIA DE SORORIDAD TEJIDA ENTRE ESPAÑA, CHINA Y FILIPINAS
Cuenta Pilar Méndez Jiménez que Los mares de la canela es un viaje a lugares lejanos. Una travesía, en el tiempo y en el espacio, cuajada de aventuras, descubrimientos y amores entre Oriente y Occidente, entre la Galicia rural, la Filipinas colonial y la China imperial del siglo XIX. La historia de cómo una joven que crece en los bosques de Galicia se convierte en una comerciante de canela en las especiadas aguas de los mares del sur.
A Pilar le gusta decir que esta primera novela suya no está escrita con las manos, sino con los pies. “No la escribí con lógica, sino a golpes de intuición y de instantes mágicos”, asegura. “Llegado el momento, necesité distancia del universo de tramas y personajes que estaba creando. Y, ¿qué mejor manera de coger perspectiva que subir a la cima del mundo?”.
Fue así como se vio a sí misma haciendo la maleta y viajando rumbo al Himalaya. Cuando subió al avión en Nepal, descubrió que, para su sorpresa, la revista de abordo dedicada su portada al islote de Kulangsu, el lugar donde, un año atrás, ella había situado la acción deLos mares de la canela. “Sonreí y decidí visitarlo”, apunta. “Cumplí mi palabra unos meses más tarde y, caminando por sus calles, encontré una iglesia católica. Me acerqué a leer el cartel y había sido fundada por los dominicos españoles junto al consulado español en el siglo XIX. La historia se desenvolvía sola ante mis ojos…”.
Nota de prensa:
EL LIBRO
Cuenta Pilar Méndez Jiménez que Los mares de la canela es un viaje a lugares lejanos. Una travesía, en el tiempo y en el espacio, cuajada de aventuras, descubrimientos y amores entre Oriente y Occidente, entre la Galicia rural, la Filipinas colonial y la China imperial del siglo XIX. La historia de cómo una joven que crece en los bosques de Galicia se convierte en una comerciante de canela en las especiadas aguas de los mares del sur. A Pilar le gusta decir que esta primera novela suya no está escrita con las manos, sino con los pies. “No la escribí con lógica, sino a golpes de intuición y de instantes mágicos”, asegura. “Llegado el momento, necesité distancia del universo de tramas y personajes que estaba creando. Y, ¿qué mejor manera de coger perspectiva que subir a la cima del mundo?”. Fue así como se vio a sí misma haciendo la maleta y viajando rumbo al Himalaya. Cuando subió al avión en Nepal, descubrió que, para su sorpresa, la revista de abordo dedicada su portada al islote de Kulangsu, el lugar donde, un año atrás, ella había situado la acción de Los mares de la canela. “Sonreí y decidí visitarlo”, apunta. “Cumplí mi palabra unos meses más tarde y, caminando por sus calles, encontré una iglesia católica. Me acerqué a leer el cartel y había sido fundada por los dominicos españoles junto al consulado español en el siglo XIX. La historia se desenvolvía sola ante mis ojos…”.
LOS ESCENARIOS
La acción de Los mares de la canela transcurre entre tres lugares: Vigan, la ciudad colonial española mejor conservada de Asia; Vilaescura, una aldea gallega, cuyo nombre mágico avala la presencia una meiga entre los personajes de la novela, y Kulangsu, un islote frente a las costas de la provincia china de Fujian. “La primera vez que fui allí fue porque el cursor se puso por azar sobre él en Google Maps”, asegura la autora.
LA MAGIA DEL NÚMERO TRES
La novela está regida por el número tres. En España, los personajes de Los mares de la canela son tres hermanos que pertenecen a una familia tradicional. En Asía, son tres amigos que integran otra. Hay además tres personajes históricos que actúan como secundarios. José Rizal, el padre de la nación filipina; Leona Florentino, la madre de la literatura filipina, y un personaje de la historia popular gallega: una meiga. La trama plantea la conquista de la libertad de estos personajes salpicada por tres historias de amor: uno que hunde, otro que ensalza y un tercero que salva. Además, hay tres símbolos que nos guían intuitivamente por estas páginas: un trisquel celta, una vesica piscis masónica y una rama de canela. También hay tres mansiones. Lo que esconden sus muros deberá descubrirlo el lector.
SINOPSIS
A finales del siglo xix, la joven Elba y su hermano se ven obligados a huir de su aldea gallega y realizar una larguísima travesía hacia Filipinas. Allí su destino quedará inexorablemente enlazado con el de un rico negociante chino que ha hecho su fortuna con el comercio de la canela. Galicia, Filipinas y la isla de Kulangsu, tres mundos unidos por la determinación de una mujer dispuesta a conquistar su propia vida. En su largo periplo conocerá la cerrazón de una sociedad rural, pero también la generosidad de una silenciosa cadena de mujeres que extiende su solidaridad a través de los océanos entre Europa y Asia, en un viaje donde experimentará la incomprensión y la soledad tanto como el amor y la libertad.
UNAS PREGUNTAS A LA AUTORA
PREGUNTA. ¿Cómo surgió la idea de unir tres mundos tan distintos como Galicia, China y Filipinas en Los mares de la canela?
RESPUESTA. Hay una explicación personal, una mágica y una histórica: desde un punto de vista personal, en un determinado momento, los tres lugares se unían en mí misma: yo soy «pichona de gallego». Entonces vivía en Singapur, un país donde se conoce muy bien a China, y viajaba mucho, recorriendo tanto como podía el sureste asiático. Cuando llegas a Filipinas, siendo española, es imposible no sentirse de alguna forma en casa de un familiar al que hace mucho tiempo que no ves, pero con quien el vínculo es inmediato. Después, comencé a investigar y fui encontrando miguitas de pan en el camino creativo que te llevan a unir la trama. A mí me gusta llamarlos «momentos mágicos»: como cuando descubrí que a la región de Ilocos (en el noroeste de Luzón) donde se encuentra Vigán, ciudad que yo había seleccionado como uno de los tres lugares donde se desarrollaría la novela, también se la conoce como «la Galicia filipina». Sientes como si la vida te guiñara un ojo y te lanzas más ávidamente a la escritura. Por último, la explicación histórica es la inspiración definitiva: la Ruta de la Plata vinculó Filipinas con China y España, a través de la América española, durante 242 años. La primera globalización de la historia fue española y se extendió por más de dos siglos. Para cuando comienza la novela, la Ruta de la Plata ya había desaparecido institucionalmente, pero yo buscaba recrear su rastro humano. Los lazos humanos siempre sobreviven a la política. Recuperar la memoria de las historias olvidadas de España en Asia fue uno de los propósitos más bonitos que di a mi tiempo en los Mares del Sur.
P. ¿Qué labor de documentación has llevado a cabo para recrear los distintos escenarios y modos de vida que aparecen en estas páginas?
R. He visitado todos los escenarios de la novela. Esto me permite sentirlos: oler su ambiente, tocar su suelo, degustar sus comidas, percibir la intensidad de la luz o el frescor de sus bosques, el calor tropical o el frío húmedo de cada hora del día o de la noche. Antes de cada viaje hago una primera indagación por internet o comprando libros. A veces descubro curiosidades que quiero experimentar: un plato tradicional o un mercado local que quiero visitar y me lo apunto para buscarlo cuando esté allí. Comienzo generándome expectativas a mí misma, imaginando el lugar antes de verlo. Ello me hace superar los obstáculos que algunos viajes puedan plantear: llegar a Vigán o a Kulangsu (hoy Gulangyu) requiere cierta dosis de empeño. Antes de embarcarme, escribo un resumen de la historia de ese lugar en una libreta de bolsillo que llevaré en el viaje para poder ir consultándola con facilidad. Ahondar en las profundidades históricas de cada sitio es fascinante y una aventura ilimitada que se superpone a la visita en sí misma y le da profundidad. Una vez allí, hay otra fuente de información muy valiosa para mí: los guías locales. Les dejo fritos a preguntas sobre sus costumbres, su vida presente, pasada y hasta sobre sus deseos futuros. Ellos también me preguntan por España. Es un intercambio muy enriquecedor. A veces viajo con amigos, pero otras muchas me encanta viajar sola, porque me permite reflexionar y explorar mucho más y me fuerza a relacionarme con la gente local que la vida va poniendo en mi camino por azar. Durante el viaje, la libreta se va enriqueciendo con mapas, nombres de personas, dibujos, billetes, folletos y viejas historias orales. Y, al regresar a casa, cuando ya estoy escribiendo, profundizo en aquellos detalles que se elevaron sobre el resto para convertirse en boyas en el mar que me marcan el camino de la historia.
P. Tus últimas dos décadas han transcurrido entre Puerto Príncipe, Tokio, Miami, Singapur y Madrid. ¿Cómo se palpa esta faceta viajera tuya en la novela?
R. Soy viajera por vicio y por oficio. Desde los trece años mis padres me animaron a viajar sola, sin mi familia, para aprender idiomas. La noche antes del primer viaje lloré mucho. Pero probé las mieles de la libertad y me envicié. Desde entonces no he podido parar y ese deseo me llevó a perseverar para conseguir hacer de mi pasión por conocer otras culturas mi profesión. Por mi trabajo voy cambiando de un país a otro. La novedad de descubrir lugares desconocidos genera un suministro de adrenalina en el torrente sanguíneo del viajero que produce adicción. Yo, al menos, así lo siento. Escribir novelas sobre viajes y lugares lejanos en el tiempo y en el espacio es solo una manera más de expresar ese mismo impulso.
Una vez alguien me dijo: hay personas árbol, que necesitan echar raíces, y personas pájaro, que necesitan volar. Quizás yo tenga alma de ave.
P. ¿De qué modo has querido intercalar ficción y realidad en tu relato?
R. Es una mezcla medida y buscada intencionalmente. Por un lado, el contexto histórico me da un punto de apoyo. A veces es un reto: por ejemplo, cuadrar las edades y los momentos vitales de todos los personajes con los hitos históricos de ese lugar durante el siglo XIX me requirió mucho trabajo. Me hacía tablas para estar segura de no confundirme. Y más de una vez tuve que empezar de cero: como cuando me leí unos estudios sobre esperanza de vida en la España del siglo XIX que me obligaron a recalcular todas las edades de los personajes de nuevo. Pero hay un punto en que la ficción debe apoderarse de la realidad porque, de lo contrario, no vuelas. Lo más fascinante de escribir novelas, en mi opinión, es que te permite liberarte de las limitaciones de la realidad. Hay un momento en el que tienes que soltar lastre para empezar el ascenso a ese otro universo, el puramente imaginario. Mi labor como novelista no es realizar un tratado de Historia, para eso hay historiadores profesionales excelentes de cuyos meticulosos trabajos aprendo muchísimo y en los que me apoyo. Mi función es impulsar al lector a imaginar, ayudarle a viajar con la mente, a reflexionar y, en ese camino, entretenerle, es muy importante que se lo pase bien. Las novelas no tienen que ser verídicas, tienen que ser verosímiles. El día que aprendí esa diferencia, comencé a apreciar cuándo era más valioso para mi objetivo despegar de la realidad y volar.
P. En la trama hay aventura, amor, ciertas dosis de intriga… ¿Cuál crees que es la clave para combinar todos estos elementos de forma que enganche al lector?
R. El ritmo es la clave. La aventura, la intriga o el amor nos generan sensaciones con las que, de una u otra manera, cualquiera podemos identificarnos en un plano humano. Ahí hay ya un primer vínculo emocional con el lector que es imprescindible. Pero es encontrar el ritmo perfecto de cada historia lo que hace que quiera seguir leyendo, que se lo pase bien y que se quede con hambre de más. De todas formas, esta es una pregunta que me gustaría hacerle algún día yo a mis lectores. Así es como yo lo he vivido al escribirla, pero me encantaría saber cómo la viven ellos al leerla. Una vez que la publicas, deja de ser tuya, para ser más la experiencia de cada uno de ellos que la del escritor. Tengo mucha curiosidad e interés por tener esas conversaciones con ellos para que me descubran sus propios «mares de la canela».
P. También hay espacio para la sororidad entre varios de los personajes femeninos de la trama. ¿Qué buscas transmitir al lector con ello?
R. Otra de las consecuencias de viajar es que te hace poner tu vida en perspectiva, y a mí me ha permitido llegar a una conclusión personal: si yo hubiera nacido en otra civilización, otra cultura, otro país, otra época u otra familia es seguro que mi vida hubiera sido muy distinta. Con que una sola de esas variables hubiera sido diferente, las probabilidades de que yo no hubiera podido elegir mi propia vida se habrían incrementado de forma exponencial. Que yo haya nacido en estas coordenadas es algo completamente inmerecido. Luego está el empeño de cada uno en sacarle más o menos jugo a sus circunstancias pero, en origen, mi nacimiento en este contexto es un hecho totalmente inmerecido. Una pura cuestión de suerte. Esta convicción me hace sentir la obligación ética de poner mi voz al servicio de otras mujeres que no la tuvieron o no la tienen. Hay cosas que yo no puedo abarcar o que no sé hacer para ayudarlas en su camino, pero sé escribir. Esta es la forma que he encontrado para transmitir un mensaje de solidaridad femenina, y masculina también, que, en el mejor de mis sueños, quizás inspire a algunas mujeres y algunos hombres para conseguir entre todos una convivencia mutuamente ensalzadora.
LA AUTORA
Pilar Méndez Jiménez nació en Madrid en 1973. Sintió una fascinación temprana por los idiomas, puertas que le permitían descubrir otros mundos. En la adolescencia, comenzó a recorrer Europa para, más tarde, saltar a otras formas más lejanas de interpretar el mundo. Tras estudiar Derecho, transformó su curiosidad por aprender de otras culturas en su profesión e ingresó en la carrera diplomática española: visitar otros países ya no era suficiente, ahora quería vivirlos para entenderlos. Ha pasado las últimas dos décadas entre Puerto Príncipe, Tokio, Miami o Singapur y el Madrid del que, una y otra vez, se despide y al que siempre regresa. Viajera por vicio y servicio, cuentacuentos por ilusión, en esta su primera novela aúna dos amores tardíos (los que más se cuidan): Oriente y la Historia.
Contenido original proporcionado por la editorial La Esfera De Los Libros
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