La música del mal
de Yolanda Fidalgo
Nápoles, 1900. Fabio, el dueño del teatro Dellanotte, parte de viaje por un año, y encarga a sus dos hijos: Adriano, violonchelista ciego, y Carlo, la responsabilidad de regentar el teatro de la ópera. Pero tras su partida, todo va a cambiar. Sus hijos, aunque Carlo está casado, se enamoran de la misma misteriosa mujer. Su esposa desarrolla aficiones que no imaginaría. Y un sanguinario asesino en serie se dedica a matar en el teatro, siguiendo las pautas de un antiguo manuscrito que narra la vida de Diane, la criada muda de la envenenadora marquesa de Brinvilliers, en el París del Rey Sol. Para atraparlo, recibirán la ayuda de Gianni Leone, colaborador del fundador de la escuela italiana de antropología criminal Abele de Blasio. Se valdrá de sus nuevos, pero aún no probados, métodos científicos, para lograrlo… ¿o no?
«Un mismo principio puede curar o matar, que no es otra cosa que sanar de la vida».
Yolanda Fidalgo (Zamora en 1970). Estudió Empresas Turísticas en la Universidad de Salamanca, pero su pasión han sido siempre los libros. En Madrid fundó su propio taller de encuadernación, que aún mantiene. Su primera novela, Más allá de los volcanes, ganó el Premio Internacional de Narrativa Marta de Mont Marçal, a la que le siguió Las hogueras del cielo. Esta es su tercera novela.
Sobre el libro
La verdad y la ficción
Yolanda Fidalgo llegó a concebir este original argumento cuando se documentaba sobre venenos. Entre el material encontrado surgió el nombre de la marquesa de Brinvilliers, quien dio comienzo al llamado Asunto de los venenos. Este episodio llegó incluso a la corte del rey Luis XIV, tan larga fue su estela y a tantas personas alcanzó esa perversa manera de envenenar a gente. Su personaje es uno de los centrales del libro, como lo son otros que también existieron en la vida real: el amante de la noble, Jean-Baptiste Godin de Sainte-Croix; el jefe de policía del rey, La Reynie; las envenenadoras La Bosse y La Vigoreux; y La Voisin, la principal instructora de la pequeña Diane, ésta sí, salida por completo de la imaginación de la autora.
También son nombres verdaderos Abele de Blasio, médico, escritor y fundador en Nápoles de la primera Oficina Antropométrica de Italia, donde se empezaban a aplicar técnicas de investigación pioneras en la búsqueda de huellas y de pistas. Igualmente existió el capo de la mafia Enrico Alfano, ser que va ligado a la ceguera de uno de los protagonistas. Y son reales asimismo algunos de los cantantes operísticos que salen retratados, como Lina Cavalieri, La Malibrán y Victor Maurel.
De este modo, Fidalgo juega a recrear hechos tan veraces como atroces combinando verdad y mentira, realidad y ficción. Quizás por ello, la novela se devora como si fuera un trepidante thriller, con una importante carga documental de cómo se vivía en ambos siglos y un retrato fiel de ambas épocas, en las que la mujer apenas sabía leer, mucho menos componer música, ni dedicarse al arte sin recibir críticas. Y donde, peor aún, la sociedad no veía bien a aquellas que deseaban cambiar las cosas para mejorar la vida de los demás, también las de ellos.
Con los cinco sentidos
La música del mal es un despliegue de todos los sentidos en el más amplio significado de la palabra. En ellos están concentrados los elementos más palpitantes de la novela.
El oído: éste es el sentido más acusado de cuantos se contienen en el libro, porque el verdadero tema que late de principio a fin es la música, el más bello y emocionante de los ruidos posibles. Por la música, los protagonistas vivirán y morirán, amarán y sufrirán. La música, a través de óperas inmortales como Tosca, Cosi fan tutte, La flauta mágica, Carmen, Rinaldo…, pone banda sonora de pedigrí a esta novela. Los personajes cantan fragmentos imborrables de arias y canciones que discurren en paralelo con sus sentimientos. Todo aquello que sienten o padecen tiene su eco en las partituras de Mozart, Haëndel, Bizet… y tantos otros. La ópera queda reflejada como el entretenimiento más feliz de la época, una ventana al exterior.
El olfato: en La música del mal, todo tiene un olor, una de las características más destacadas del lenguaje utilizado por Fidalgo. Así, los momentos, las personas, los ambientes, los espacios… se pueden descifrar por el aroma en el que van envueltos: las rosas, la lavanda, las violetas o el mar cuando se quiere resaltar la belleza. El sudor, la sangre, el fuego, la suciedad… si el argumento se torna tenebroso, macabro, negro. El olor es una palabra clave para entender la novela.
La vista: es un sentido muy desarrollado en la novela precisamente porque uno de los protagonistas carece de él. Lo que no puede ver, lo escucha o lo presiente. Sus ojos están en su intuición, en su inteligencia, en su fortaleza. Este elemento sirve además para describir las calles, los palacios y barrios de Nápoles en un comienzo de siglo bullicioso y atropellado, por donde aún circulaban calesas y se oía el trote de los caballos. Un París de opulencia y decadencia también se puede ver como medio de contraste entre el apogeo del lujo instaurado en la corte y la pobreza de quienes vivían al servicio de otros, como Diane.
El gusto: esta novela sabe en buena parte a cicuta. Pero no al estilo de Sócrates que la ingirió de un sorbo sabiendo que moriría de inmediato. El veneno en esa novela es un sabor sutil, disimulado en pasteles, en dulces, en la absenta… sin que la víctima sepa ni por lo más remoto que le quedan días hasta una lenta muerte. Puede que esta inmersión en los métodos utilizados en aquellos siglos para matar a la gente sea uno de sus principales atractivos. Todo por el mero hecho de saber qué se siente.
El tacto: el poder sensorial de este título es enorme porque el amor y el sexo juegan un papel determinante en la vida de sus protagonistas. Todos ellos lo viven de manera diferente: unos con pasión, otros con desgana, otros con resignación, algunos con esperanza… Pero de ese contacto nacen hermosas páginas y destinos crueles que definen la evolución de sus personajes, sus personalidades tambaleantes. La piel es una membrana que se describe como la cuerda de un violín o la madera de un cello.
Los personajes principales
Adriano Dellanotte, Dri: sensible, es el hermano pequeño, pero sostiene con su temple a su familia cuando se ven cercados por asesinatos horrendos. Su atractivo enorme no pasa desapercibido para la hija del doctor Norris. Invidente por un desgraciado incidente, tiene súper desarrollado el sentido musical. El cello es su vida. “Si tuviera alguna posibilidad de amar, se enamoraría de esa voz envolvente, rotunda”.
Carlo Dellanotte: no quiere que su mujer componga música, ni entiende que su madre aprenda a leer y escribir, asuntos que en esos tiempos eran infrecuentes. No se lleva bien con su hermano y su vida fuera de casa le pone en situaciones delicadas cuando hay un asesino en busca y captura. “Flavia no se puede quedar sola en su casa después este acontecimiento”.
Senta Dellanotte: se casó sin amar a Carlo. De quien está enamorada es de Dri, pero le duelen los desplantes de su marido. Tiene un hijo con él, Mario, un niño sagaz, amable y apegado a los suyos. La música también corre por sus venas. “Es un desalmado, un loco. Justifica así sus acciones. Disfruta con ello. Juega con nosotros”.
La mamma, Martia Dellanotte: cree que su marido no volverá de África, donde además de un teatro que abrir igual encuentra otra mujer. Pero ella no se amilana. Convertida en el eje de la familia, aprende en secreto a leer lo que la hace convertirse en una nueva mujer. Sabe que sus dos hijos están enamorados de la misma dama. “Va a ser un verdadero éxito, el público la va a adorar”
Flavia Norris: delicada, bellísima, embaucadora…la única hija del doctor Norris sólo ansía una cosa en la vida, poder cantar ópera como lo hacía su madre, la gran Isabella Ferrer, desaparecida de sus vidas hace años. Sabe que los dos hermanos la pretenden, pero ella no puede ser de ninguno. “Llevo cantando y escuchando a mi madre toda la vida. Conozco los textos de la mayor parte de las óperas más conocidas”.
Leone: el policía tenaz, concienzudo, disciplinado… tendrá que leer bien el manuscrito que va encontrando en cada cadáver para alcanzar una conclusión sobre el autor de las muertes. Solo quiere que todo acabe para estar con su mujer y su hijo en casa. “El mundo sigue girando con o sin nosotros, da igual, somo somos hormigas en este magnífico universo”.
Diane, Didi o ratita: la criada de la marquesa, muda, observadora, inteligente, discreta. Ha aprendido a servir sin protestar y a adentrarse en el mundo de la química y los combinados letales. Su silencio la convierte en inocente a los ojos de todo el mundo. “No soy más que una anomalía, lo reconozco. No quiero ser quien me dicen que debo ser”.
Viento: enigmático y excéntrico, quizás solitario, va dando pistas de sus macabras obras, pero no se sabrá quién es hasta el final de la novela. “Como el viento que da la vuelta al mundo llevando en sí los cristales del espejo del mal”
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