Incompletos: Filosofía para un pensamiento elegante
de José Carlos Ruiz
La elegancia, en su etimología, está emparentada con la elección (eligĕre), de tal manera que una persona elegante, entre otras cosas, es aquella que sabe elegir. El pensamiento elegante moldea a un sujeto que no lucha por mostrarse distinto entre la multitud sino que se eleva hacia una vida distinguida. Frente a él se posiciona un sujeto hipermoderno que ha dinamitado el valor de la discreción y el sentido del pudor a favor de una globalización sentimentalista, que se inclina por lo verosímil en detrimento de la verdad, que abraza una configuración emocional del lenguaje en menoscabo del pensamiento crítico y que practica la otrofagia convirtiendo al otro en objeto de consumo.
Asistimos a la vulgarización de un individuo carente de referentes próximos que lo doten de las herramientas intelectuales para enfrentarse a una realidad compleja e hiperestimulante. La sensación de incompletud se acrecienta llevándolo por momentos a declararse indigente mental.
Para este sujeto, el tiempo en el que la felicidad era una búsqueda secundaria, la consecuencia de una vida virtuosa o un encuentro afortunado parecen haber terminado. Su idea de felicidad ha sufrido una mutación que ha derivado en posfelicidad.
José Carlos Ruiz (Córdoba), profesor en la Universidad de Córdoba, terminó sus estudios de filosofía becado en la Universidad Sorbona de París y se doctoró en Filosofía Contemporánea. Se ha especializado en pensamiento crítico y su aplicación en los diferentes procesos formativos. Sus investigaciones se centran en la filosofía de la cultura, el análisis de la sociedad hipermoderna y la aproximación de la filosofía a lo cotidiano. Es autor del gran éxito editorial El arte de pensar (2018), con más de 30.000 ejemplares vendidos, de De Platón a Batman: manual para educar con sabiduría y valores (2017), El arte de pensar para niños (2019) y Filosofía ante el desánimo (Destino, 2021), entre otros. Colabora como asesor filosófico en diferentes medios de comunicación y en la Cadena SER en la sección semanal «Más Platón y menos WhatsApp».
Sobre el libro
«Vivir y pensar con elegancia no es sencillo. Requiere un ejercicio integral para saber elegir bien. No se limita a un tema estético, sino que abarca la ética, la política, la interacción social… La elegancia implica un perfil holístico.
No precisa del lujo como elemento distintivo, no necesita exhibirse ni señalarse como adalid de la moral, o del buen hacer. La vida elegante no hace por mostrarse, más bien se contempla a cierta distancia, una distancia que, por momentos, impide al sujeto hipermoderno tener la perspectiva global que la configura. La inclinación de este individuo hacia lo cercano, y su necesidad de proximidad, eliminan la amplitud de miras que se precisa para captar la esencia de lo elegante, y pensar con una actitud holística.»
José Carlos Ruiz
Con un lenguaje claro y directo, el nuevo ensayo de José Carlos Ruiz aboga por un pensamiento elegante como fármaco para los síntomas de la hipermodernidad.
La elegancia, en su etimología, está emparentada con la elección (eligĕre), de tal manera que una persona elegante, entre otras cosas, es aquella que sabe elegir. El pensamiento elegante moldea a un sujeto que no lucha por mostrarse distinto entre la multitud, sino que se eleva hacia una vida distinguida. Frente a él se posiciona un sujeto hipermoderno que ha dinamitado el valor de la discreción y el sentido del pudor a favor de una globalización sentimentalista, que se inclina por lo verosímil en detrimento de la verdad, que abraza una configuración emocional del lenguaje en menoscabo del pensamiento crítico y que practica la otrofagia convirtiendo al otro en objeto de consumo.
Asistimos a la vulgarización de un individuo carente de referentes próximos que lo doten de las herramientas intelectuales para enfrentarse a una realidad compleja e hiperestimulante. La sensación de incompletud se acrecienta llevándolo por momentos a declararse indigente mental.
Para este sujeto, el tiempo en el que la felicidad era una búsqueda secundaria, la consecuencia de una vida virtuosa o un encuentro afortunado parecen haber terminado. Su idea de felicidad ha sufrido una mutación que ha derivado en posfelicidad.
El sujeto actual se esfuerza por presentar algo distinto usando los mismos códigos narrativos que consume, mientras que la persona elegante se eleva de lo distinto a lo distinguido. Lo distinto es una variación de la normalidad, lo distinguido implica una elevación ante esta.
El sujeto elegante es un sujeto aseado. Asear es adornar, componer con curiosidad y limpieza. Toda elegancia requiere curiosidad. Uno de los elementos léxicos de la curiosidad es la cura, que significa «cuidado». El sujeto elegante es un sujeto cuidadoso porque es curioso, porque le gusta atender a los detalles.
Lo elegante no manifiesta emociones de manera literal, no espolea sentimentalmente al sujeto, no exacerba estados de ánimo, es sereno. La elegancia estética demanda un ejercicio de control y contención a la hora de construir una narrativa. Sin embargo, en el sujeto hipermoderno, su identidad emocional domina su estética.
La indigencia mental es un estado, por lo general transitorio, que bloquea toda posibilidad de elegancia, entendida como la capacidad de saber elegir.
Dentro de las dinámicas de posfelicidad se ha puesto de manifiesto el denominado «síndrome del bienestar», que no es otra cosa que el incesante empeño por estar / sentirse cada vez mejor.
Los sujetos posfelices se sumergen en una continua optimización de sí mismos desde todas las perspectivas posibles. Se busca mejorar el físico hasta el detalle, se cuidan las dietas hasta el extremo, se realizan operaciones o modificaciones estéticas hasta la saciedad…, a la vez que procuran reinventarse constantemente, trabajando el desarrollo personal, realizando técnicas de coaching, consumiendo autoayuda…
Para el sujeto hipermoderno, cuyo objetivo es alcanzar la posfelicidad, todo se reduce a conservar el dinamismo (dýnamis) y autoinsuflarse el pneuma (aliento).
Sin embargo, dedicar demasiado tiempo a diseñar estrategias sobre el modo de incrementar progresivamente la felicidad nos aleja de ella. Es un efecto rebote que ocurre frecuentemente en muchas facetas de nuestra vida. Si queremos dormirnos y nos obsesionamos con hacerlo es probable que nos cueste más trabajo, si tratamos de no ponernos nerviosos lo más seguro es que aumente el nerviosismo…
La falta de elegancia, unida a la carencia de una pedagogía de la mirada, afianzan este modelo de posfelicidad. La sociedad estética en la que vivimos provoca una disonancia entre las imágenes de la felicidad que nos apabullan y la realidad del sujeto que no es capaz de alcanzarlas. En una sociedad subordinada a lo estético, la imagen de la posfelicidad es totalizadora y omnisciente, y el ideal que asumimos precisa de una vida repleta de placeres y sensaciones que son estéticamente representables.
Esto termina abundando en las insatisfacciones, las angustias y sobre todo las decepciones en torno a una vida que nunca nos parece lo suficientemente feliz, lo suficientemente divertida, interesante, curiosa, admirable…, y ello provoca una eviterna dialéctica ánimo / desánimo que no deja espacio para nada más.
La posfelicidad no busca que la balanza esté equilibrada entre la razón y la emoción. Abandona el enfoque de una vida estabilizada y virtuosa (término medio aristotélico) para dar paso a un culto desmedido de emociones efímeras, asequibles, representables y amparadas en las tendencias.
El desprestigio intelectual de la posfelicidad se ha convertido en una cuestión menor para el mundo de la filosofía, un desprestigio para el academicismo filosófico que ha visto como la seudopsicología, el coaching y la autoayuda se han apoderado del terreno de juego, entre otras cosas porque la propia filosofía no parece haber mostrado interés alguno en jugar.
La felicidad ha pasado de ser el trasfondo de las investigaciones filosóficas en torno a un modelo de buena vida (Antigüedad clásica) a convertirse en una obsesión contemporánea clara y distinta, al estilo cartesiano, y transformarse en una posfelicidad tan explícita que en apariencia no precisa ser pensada.
Por todo esto, José Carlos Ruiz ha escrito este libro.
*Contenido original proporcionado por la editorial
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