Nación
de Alfonso Mateo-Sagasta

¿Cuándo surge la España actual? ¿Cuando se constituye el Estado español tal y como ahora lo conocemos? El historiador y novelista Alfonso Mateo-Sagasta sitúa este momento tras la descomposición de la Monarquía Católica, entre 1808 y 1837, que culmina con el nacimiento de España, entre otras naciones.

En Nación ofrece una crónica novelada de este proceso a través de más de cuatrocientas escenas cuidadosamente elegidas y elaboradas. En el prólogo se resume la historia de la Península Ibérica hasta la Edad Moderna y su incorporación al Imperio occidental de los Habsburgo, su importantísimo papel como corazón de la monarquía compuesta que gobierna el mundo durante los siglos xvi y xvii y su adaptación y modernización durante el siglo xviii, ya con un rey Borbón.

Queda clara la evolución semántica a lo largo del tiempo de las palabras «Estado», «País», «Nación», «Patria» y «España», con la implantación de la soberanía popular mediante la promulgación de la Constitución de 1837, en la que se define la nación casi tal y como la conocemos hoy en día.

Alfonso Mateo-Sagasta (Madrid, 1960) es licenciado en Geografía e Historia, especialidad de Historia Antigua y Medieval. Después de ejercer durante un par de años como arqueólogo, fundó la librería Tipo, especializada en arqueología y antropología y editó la revista Arqrítica. Su primera novela fue «El olor de las especias» (2002). Dos años después apareció «Ladrones de tinta» (2004), galardonada con el I Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza.

Nota de prensa

Hasta el siglo XIX España ni siquiera fue un reino, sino que formaba parte de un enorme poder supranacional de carácter patrimonial, originado por una unión dinástica y ampliado luego por un proceso de conquista. […] Los historiadores se refieren a este conjunto de territorios como Monarquía Hispánica, Imperio español, reino de España, dado que, por razones financieras, la capital se fijó en Castilla, o Monarquía Católica, por hacer de la defensa del catolicismo su principal razón de Estado. Yo he decidido utilizar esta última denominación en la crónica que sigue para evitar confusiones y mantener el concepto de España y lo hispánico apartados del fundamento del poder de la Monarquía, porque hasta el siglo XIX el nombre de «España» debe adscribirse, ante todo, a un espacio geográfico. […] En 1605 se publican las Flores de poetas ilustres de España, y a ella hacen alusión también en múltiples escritos Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Francisco Quevedo, Diego de Saavedra Fajardo… Pero en esas mismas obras también se cita a Italia, que no aparecerá como nación hasta 1861; a Grecia, que contará por primera vez con un Estado propio en 1827 y a Alemania, que nacerá en 1871. Por otra parte, la identificación de España con la Península Ibérica se refuerza al comprobar que Portugal también es España, como dice Camoens en Os Lusiadas en el siglo XVI, y en el XVII resalta Quevedo cuando en su España defendida aclara que esta está formada por tres reinos: Portugal, Castilla y Aragón. Es cierto que resulta confuso el hecho de que a los reyes de la Monarquía Católica se los conozca como reyes de España, reduciendo el total a una de las partes, algo así como le ocurre a Holanda, que es como popularmente se conoce a la República de las Provincias Unidas, siete en total, reconocida como Estado en 1648. […] En los siglos XVI y XVII ser español era una seña de identidad y pertenencia a un grupo que se definía a partir de la fidelidad a la monarquía y al Dios católico ante todo, por encima de lenguas, leyes y costumbres. […] Al igual que la identidad francesa, italiana, inglesa o alemana, la española se convirtió en una fuerza poderosa previa al surgimiento del nacionalismo. Con la llegada de los Borbones y su apuesta por unificar el Estado, se recurrió a esos atributos para fomentar una cultura nacional, y además se invirtió en la definición de una historia, una lengua y un arte común. A lo largo del siglo XVIII nacieron la Real Academia de la Lengua, las cátedras de Derecho Español, la Real Academia de la Historia y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, puntales de un proyecto cuya clave de bóveda siguió siendo la Monarquía, identificada con un pueblo que se extendía por ambos hemisferios, y entre cuyos reyes figuraban desde Ataulfo a Felipe V, incluyendo a Moctezuma y Atahualpa, últimos emperadores mexica e inca.

*Contenido original proporcionado por la editorial REINO DE CORDELIA

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