Video Nasties: Memorias de un cine prohibido – Entrevista con el autor

Daniel Rodríguez Sánchez: «En el Reino Unido se hacía contrabando de películas debajo de los mostradores de los videoclubs»

Entrevista con el autor de los dos volúmenes de Video Nasties – Memorias de un cine prohibido

 

Con motivo de la próxima publicación del segundo volumen de Video Nasties – Memorias de un cine prohibido, que es la continuación de uno de nuestros éxitos editoriales de 2020, os ofrecemos una extensa entrevista con su autor, por si es de vuestro interés y pensáis que el tema tiene cabida en vuestros medios. También podéis reproducirla total o parcialmente si lo creéis conveniente. Para cualquier consulta o petición de material gráfico, no dudéis en poneros en contacto con nosotros.

 

Daniel Rodríguez Sánchez es una de esas pocas personas en España con la que uno podría pasarse perfectamente cinco horas seguidas hablando del género de terror. O alguna hora más si el contexto es una noche de juerga después de haber acabado la jornada en un festival o cualquier proyección en algún templo de culto cinematográfico. Criado entre las estanterías de videoclubs y salas de Gijón, su pasión por la cultura pop en general, y por sus manifestaciones más intensas en particular, desborda la conversación, en la que demuestra siempre sus grandes conocimientos y, lo mejor de todo, sus ganas de compartirlos, su predisposición a intercambiar impresiones y a seguir aprendiendo. Su alter ego, el Reverendo Wilson, lleva a cabo desde años una constante misión cultural publicando críticas y artículos en internet, así como grabando programas de pódcast. Y su trabajo editorial dio a principios de año un fruto jugoso y muy apetecible, el primer volumen de Video Nasties – Memorias de un cine prohibido, una obra que explica el periodo de censura en la industria videográfica que se vivió en el Reino Unido durante los años ochenta.

El libro analiza todos los títulos de la «lista negra» que se habían producido entre los años 1963 y 1979. Era un repaso fascinante a una serie de cintas de terror definitorias de toda una época, que ahora se completa con una segunda entrega que recoge el resto de películas perseguidas, aquellas que se rodaron entre 1980 y 1983. A pocas semanas de que el ensayo llegue a las librerías hablamos con Daniel para saber de primera mano cómo ha sido la trastienda de las dos publicaciones y para qué nos haga un adelanto de lo que nos espera en las nuevas páginas.

Cuéntanos, ¿qué acogida ha tenido el volumen 1 de Video Nasties? ¿Qué impresiones has recogido a lo largo de este año?

La recepción ha sido muy positiva, ya que es un tema que a los aficionados al cine de terror y/o fantástico nos pilla especialmente muy de cerca. Todos nos hemos topado en algún momento con el fenómeno de las video nasties, un puñado de películas con un culto extra por su condición de objeto perseguido o prohibido. Es cierto que en el listado conviven películas con una fama totalmente merecida en el género, a las cuales no les es necesaria su condición de obra perseguida, pero siempre ha existido un interés por otras piezas soterradas en la lista. Las video nasties siempre han estado ahí, y la predisposición a querer explorar ciertos aspectos del fenómeno, así como a estudiar el agrupamiento de estas películas, tanto los clásicos, como las obras menos conocidas, ha generado un cierto interés que sí he notado con la recepción del primer volumen de la publicación.

¿Y qué me dices de los cinéfilos que no son aficionados al género? ¿Hasta qué punto existe un conocimiento del fenómeno o interés por conocerlo?

Sabes que entre la comunidad cinéfila, los que mostramos predilección por el cine de terror y/o fantástico somos muy pasionales en la lealtad al género, y tenemos predisposición a hacer labores de arqueología entre las enormes maquinarias de producción que se han dado en el mismo. Lógicamente, tarde o temprano, como te he dicho, conoces la existencia del fenómeno y crece cierta curiosidad o fascinación hacia él. Aunque tuvo una enorme repercusión socio-política en el Reino Unido, creo que fuera de esas fronteras no ha pasado de la mera curiosidad, precisamente porque supuso un ataque, directo e incisivo, a unas cinematografías de género tan subversivas como minoritarias. Fíjate que, a posteriori, las video nasties han quedado como un legado de interés casi exclusivo para el fan del cine de terror, cuando a poco que se indague en el tema se llega a la conclusión de que nos encontramos ante un triste periodo de censura y represión cultural, que yo pondría a la altura de fenómenos similares, como el Comics Code de décadas atrás, y que tuvieron un impacto popular mayor. He intentado afrontar la publicación no sólo como una inmersión en de las películas, a las que he querido dar un protagonismo como piezas contraculturales y como productos perseguidos, sino también con la idea de poner sobre la mesa muchas de las situaciones que han definido el propio fenómeno. Así, el lector va saber más cosas sobre los distribuidores o los exhibidores. Y hasta, en algún caso, sobre los creadores.

 

¿En qué momento decidiste escribir el libro?

Hace años, coincidiendo con los primeros pasos del blog que abrí por entonces y que sigue activo a día de hoy, El gabinete del Reverendo Wilson, me decidí a hacer un repaso por todas las películas que conformaban ese listado, que poco a poco iba descubriendo, en muchos casos llevándome la sorpresa de que algunas de mis películas favoritas, ¡eran video nasties! Cuanto más me metía en ese repaso, así como en la intrahistoria que tenían por su paso por la censura británica, fue creciendo en mí una necesidad de investigar a fondo. Fue ahí cuando, al percatarme de que en España aún no había nada publicado relativo a ello, me decidí a dar un paso más allá.

Se trata de un tipo de proyecto muy diferente al de tu primera publicación, que trataba en profundidad la figura y la obra de Rob Zombie. Supongo que fue más difícil de abordarlo, ¿o no?

La gestación de un libro en el que analizas una única figura creativa, como es el caso de Rob Zombie, con un estilo e imaginario tan marcados, a lo que habría que añadir su polifacética condición, no es fácil. Con ello no quiero decirte que abordar las video nasties haya sido más asequible, pero me ha permitido analizar a muchos cineastas y ampliar la importancia de ciertas películas en su condición de cine popular, más aun entrando en juego el campo de los videoclubs, además de establecer ese nexo en común de cómo fue la persecución que todas ellas sufrieron.

Antes de poner en marcha el proyecto, ¿cuántas video nasties habías visto? ¿Ha sido fácil encontrar todas las películas?

Ya me había visto la mayoría. Lógicamente, cuando se puso en marcha el libro tuve que conseguir las restantes, ya que algunas de ellas están bastante soterradas a pesar del interés que genera su condición de películas prohibidas. Haciendo una búsqueda más o menos pormenorizada, no me ha supuesto una dificultad extra encontrar esas películas más ocultas, pero un buen porcentaje de ellas he tenido que verlas en otros idiomas al carecer de una distribución en España.

¿El resultado corresponde a tu idea original o hubo algún cambio de concepto durante su elaboración?

El resultado es prácticamente lo que tenía en mi cabeza.

La división en dos volúmenes, con la línea divisoria del año 1979, ¿obedece a alguna razón particular o es mera cuestión editorial?

Básicamente, la división de títulos responde a la intención de equilibrar el contenido, en cuando a longitud, de ambos volúmenes. No obedece a ningún tipo de cisma o punto de inflexión respecto a ese año, pero la casi coincidencia de décadas separadas permite que, a su manera, cada volumen tenga cierta unidad, coincidiendo con una de las intenciones que siempre tuve en mente: tomar las video nasties para explorar las vertientes y ramificaciones que definían el cine de terror en esos momentos, especialmente en la dimensión de lo que conocemos como cinema bis o, si prefieres llamarlo así, cine de género independiente de las grandes industrias. Esta división ha hecho que en el primer volumen tenga mayor presencia el cine norteamericano underground, que, siguiendo la estela de emblemas absolutos del cine subterráneo, luego convertidos en clásicos, como algunas películas incluidas en el listado, crearon toda una retahíla de productos que hasta en las más bajas divisiones del género generaron un cine de terror de poso más realista. En el segundo volumen encontraremos muchísimo clásico italiano, cuya bien merecida fama responde a una época en la que el terror europeo mostraba unas maneras toscas, viscerales y desmesuradas, con el hálito creativo de una serie de directores que nos dejaron clásicos incuestionables. Y también, metiéndonos de lleno en los primeros años de la década de los ochenta, tendremos mucha presencia del slasher americano y sus imitaciones europeas.

 

Aparte de esas diferencias en el tipo de películas que comentas, ¿habrá en el segundo volumen algo que sorprenda al lector del primero?

En este he querido añadir un apéndice necesario para comprender la importancia de un fenómeno que no sólo implicó a las películas incluidas en la lista. Es el estudio de toda una retahíla de films que fueron también fruto de persecución y prohibición, pero nunca fueron consideradas video nasties, aunque a efectos prácticos comparten la misma coyuntura comercial que las que conformaron el listado. Y, por supuesto, tengo que otro aliciente son las entrevistas que los cineastas Frederick R. Friedel y Giulio Berruti me han concedido. Son los directores, respectivamente, de Lisa, Lisa (1974) y La monja homicida (1979), dos video nasties incluidas en el primer volumen.

Te voy a pedir que nos hagas un comentario de tus siete películas favoritas del primer volumen, esas antes la que te quitas el sombrero. ¿Por qué las recomiendas?

Vamos allá, en estricto orden cronológico:

Bahía de sangre: una película de calidad incuestionable, donde el maestro Mario Bava parece querer finiquitar las configuraciones del suspense italiano, casi paridas por él, de una manera tan excesiva que incluso la convierte en germen del posterior slasher.

La semana del asesino: Eloy de la Iglesia, al que a mí me gusta ver como un cronista de esa otra España que le tocó vivir, tuvo en esta película sus implicaciones más directas con el cine de terror.

La última casa a la izquierda: una película capital para entender las nuevas formas del terror norteamericano, que derivó en unos componentes sórdidos, de ínfulas realistas, que influyó a toda una generación de cineastas.

No profanar el sueño de los muertos: parida como una explotación pura y dura de La noche de los muertos vivientes de George A. Romero, Jorge Grau supo separarse del modelo con una capacidad interpretativa del subgénero muy estimable.

Island of Death: una inclasificable pieza parida con la intención de transgredir, en un idílico paraje como una isla mediterránea, y dentro de una época en la que el cine de terror parecía no poner freno ante nada.

Rostros de muerte: un perfecto ejemplo de la cualidad arqueológica que tenían los videoclubs, que dieron cabida a todos los límites del terror, aquí rompiendo una barrera entre lo ficticio y lo real.

La violencia del sexo: otro exponente de la derivación que estaba alcanzando el cine subversivo de los setenta, con esta importante y definitoria pieza de las llamadas rape and revenge.

Y como aperitivo para lo que leeremos muy pronto, haz lo mismo con tus sietes favoritas de entre todas que analizas en la segunda parte.

También por orden cronológico, aunque quizá quede un poco desvirtuada porque me voy a permitir no repetir más de una película de algún director.

Nueva York bajo el terror de los zombies: la película que inició toda la importación italiana del cine de muertos vivientes, y primera experiencia de Lucio Fulci en un género donde supo transmitir no sólo su peculiar personalidad, sino también su capacidad atmosférica y visceral.

Holocausto caníbal: la película de culto (y prohibida) por excelencia, un clásico incuestionable de la que cabría que destacar toda una serie de cualidades cinematográficas de Deodato que, quizás, quedaron ocultas por las polémicas que nacieron después del estreno.

La casa de los horrores: un film de Tobe Hooper ensombrecido por la trascendencia que tuvo su inmortal pesadilla tejana, pero que en su exploración del reverso contracultural estadounidense, feriantes mediante, tiene un legado en el género mucho más influyente de lo que se cree.

Posesión Infernal: creo que sobra describir las ya sabidas cualidades de uno de los grandes clásicos del terror americano de los ochenta, nacido desde la ingenuidad y ambición del cine de guerrilla, y que además tiene una carga simbólica muy importante dentro del fenómeno de las video nasties.

Muertos y enterrados: una relectura del muerto viviente dentro de una ambientación impresionante que asimila los códigos del género con resultados asombrosos, tanto en fondo como en forma.

La posesión: la rara avis de la lista por suponer un tipo de cine que queda fuera de los cánones del cinema bis y se asocia a cierta posmodernidad europea. Me parece una fusión entre drama y terror que deja imágenes imborrables al aficionado.

El asesino de la islaslasher que destaca por tener unas ramificaciones oníricas muy interesantes, separándose de los férreos tropos del subgénero, y que muchos ven como una antesala directa al inicio de una de las sagas de terror más populares de la década de los ochenta.

Las acciones censoras que detallas en los dos volúmenes tuvieron su efecto contrario, porque mucha gente quiso ver las películas señaladas. ¿No crees que, en ese sentido, paradójicamente todo esto contribuyó a crear un clima que benefició al aficionado?

No cabe duda de ello. En todas las prohibiciones o procesos persecutorios que se han dado a través de la historia, y más aún dentro de los márgenes culturales, lo vetado genera un morbo extra que origina una paradoja. Lo prohibido como objeto anhelado y codiciado. El ser humano siempre tiene esa tentación inherente por aquello que es inaccesible por decisiones ajenas. Y en el caso de las video nasties y los devotos al cine de terror no iba a ser menos. Te diré que en el Reino Unido, una vez que se disparó el fenómeno, hasta se hacía contrabando de películas debajo de los mostradores de las tiendas y los videoclubs. Muchas de las incluidas en la lista, de no haber sido perseguidas, probablemente hubiesen quedado totalmente olvidadas hasta para los aficionados más incisivos.

 

Todos sabemos que, afortunadamente, los censores son a veces bastante cegatos. ¿Qué película de los sesenta, setenta u ochenta te sorprende que no fuera incluida en la lista negra?

Yo iría más allá. Creo con casi total seguridad que en algunos casos los censores ni siquiera se las veían, estigmatizando algunas obras simplemente por su portada o por incluir en su título palabras que eran tabú en cualquier película que se intentase comercializar, como las del subgénero de caníbales, a modo de ejemplo. Respecto a lo que me preguntas, te diré que en esa cuestión se abre una cuestión muy interesante, ya que no solo hay dos o tres películas no incluidas en el listado y que muestran cómo en la confección de las video nasties salen a relucir criterios absolutamente banales. Me gustaría fijarme en lo insustancial de ver cómo muchas obras sí fueron incluidas en el listado, pero sin embargo estuvo ausente la enorme producción anexa a ellas, quedando tan sólo reflejados dos o tres títulos representativos de cada corriente. Te podría poner como ejemplo el cine de caníbales o el de muertos vivientes hechos en Italia. Muchísimas obras de su producción no están en el listado, cuando es posible que su contenido sea más transgresor u obsceno, que era la palabra mágica para los censores, que las sí incluidas.

¿Qué querrías destacar de toda historia de las prohibiciones de la BBFC? Ya sea buena o mala, ¿se podría sacar alguna lección?

Pienso que la persecución de la BBFC tuvo su campo de acción en una época en la que el Reino Unido estaba sufriendo importantes cambios a nivel político, y las ramas más represoras del poder concibieron que, en dicha época de transición, tenían la obligación de proteger al pueblo británico de supuestos ataques a su moral. Aunque en el Reino Unido existía ya esa actitud desde muchos años atrás, el mercado de vídeo y su anarquía interna de distribución, que era un lugar donde podía llegar cualquier producto, fueron el objetivo de un estallido burocrático cuyo frenesí propició una caza que supuso un enorme y vehemente ataque cultural. Estaba basado en aspectos y procedimientos tan triviales que dejó en evidencia lo frágil de esas imposiciones morales.

Y después de Video Nasties, ¿qué será lo próximo?

Te adelanto, en primicia, que mi más inminente proyecto es la reedición de Rob Zombie. Las siniestras armonías de la sordidez en Applehead. Rob es un artista que sigue en activo, continúa madurando creativamente, y conviene actualizar una publicación que en este mismo momento está descatalogada.

Para terminar, dos preguntas más generales, aunque, bueno, la primera está algo relacionada con el tema de esta entrevista. Atención, que está quizás es jodida. Cómo degustador de cine popular de finales del siglo XX, qué elegirías, ¿pasarte la vida en un cine (ya fuera una filmoteca, una sala de sesión continua o, directamente, un grindhouse estadounidense) o en un videoclub de barrio de los años ochenta?

He de decir que en cualquier de los dos sitios estaría encantado de pasar toda una vida entera. He crecido con el apogeo de los videoclubs, y casi toda mi cultura cinematográfica me ha llegado desde esta inolvidable vía de distribución, que merece, quizá por cuestiones de nostalgia o por componentes generacionales, el mayor de los respetos. Aunque suene a topicazo, el videoclub fue la mejor escuela de cine para muchos de nosotros. Pero, si he de elegir solo una, me quedo con la liturgia que proporciona una sala de cine. Cualquiera de las tres opciones me valdría. Aunque me llames purista, la inmensa mayoría de los productos fílmicos que degustamos están concebidos para ser disfrutados en una sala, en una imagen proyectada. La pantalla grande y esa capacidad de abstracción que te proporciona las condiciones de una sala, son inigualables.

Sé que eres una persona con gustos cinematográficos muy amplios. Sorprende a tus lectores u oyentes y dinos qué película fuera de la temática que sueles tratar en los distintos espacios del Reverendo Wilson te encanta y por qué. ¡Pero que se sorprendan de verdad!

Pues fíjate que citándote la primera que se me ha venido a la cabeza, me veo obligado a ampliarlo a tres: la trilogía formada por Antes del amanecerAntes del atardecer y Antes del anochecer de Richard Linklater. Una historia de amor extendida en el tiempo, en cuyas continuaciones veo una metalingüística que me vuelve loco. Cada encuentro entre su pareja protagonista, en diferentes etapas de la vida y en el que se hace esa asimilación tan depurada del paso del tiempo, la madurez y las experiencias de la propia vida… Veo en realidad la reunión entre las tres mentes pensantes que hay detrás de las obras: Linklater, Ethan Hawke, Julie Delpy. Noto en esa trilogía reflexiones que creo que van más allá de lo cinematográfico, con unos reencuentros que dan cabida a una relación humana inexorable y a una evolución personal, pero a ambos lados de la cámara.

Muchísimas gracias, Daniel. Como siempre, ha sido un placer hablar contigo.

¡Muchísimas gracias a ti!

Aquí tenéis un enlace con la misma pieza acompañada de fotos.

Contenido original proporcionado por la editorial Applehead Team Creaciones

Libro disponible en librerías y en la página web de Applehead Team

Editorial : Applehead Team Creaciones; N.º 1 edición (13 enero 2020)
Tapa blanda : 274 páginas
ISBN-13 : 978-8412064179

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