Francisco Sánchez, autor de «Vae Victis»: «Escribir historia alternativa es un acto de libertad radical».
La historia es la que es y no se puede cambiar, eso es así, incluso con respecto a hechos que nos gustaría que nunca hubieran sucedido o que nos sonrojan particularmente. Sin embargo, lo que sí tiene solución es la mirada que les dirigimos, el foco que ponemos sobre ellos y la capacidad de imaginar que otra historia hubiera sido perfectamente posible. Esto lo sabe bien Francisco Sánchez (Valencia, 1964), que en su libro Vae Victis pone en cuestión el papel de España y su pretendida neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial.
Aseguras que lo más importante para ti como escritor es buscar la honestidad, ¿cómo se traduce ese valor tuyo en tu obra?
La honestidad siempre es importante, pero en una época en la que no sabemos dónde buscar la verdad, donde las fake news campan a sus anchas, donde los gobiernos nos dicen mentiras descaradas, donde el propio concepto de verdad se cuestiona por la filosofía postmoderna, la honestidad cobra una vigencia y una relevancia muy especiales. El poder, por sus propias dinámicas, siempre está muy alejado de la verdad, y creo que es tarea de todos construir verdades que nos sirvan para convivir en paz, verdades incluyentes, que no dejen fuera a nadie, incluidos los marginados, los vencidos, etc., y de esa manera superar la verdad oficial.
Al decir que Vae Victis es un ejercicio de honestidad, me refiero a que lo he escrito sin miedo, sin autocensura, sin marcos de pensamiento preestablecidos, y todo esto era una condición sine qua non que yo mismo me había impuesto antes de empezar a escribirla. Lo que veis es lo que hay, lo que he encontrado, lo que pienso, y eso es lo que muestro, sin trampa ni cartón, y puede que esté equivocado, por supuesto que sí, pero reivindico el derecho a equivocarme desde una posición de libertad de pensamiento.
¿Cómo de difícil es escribir una novela histórica? ¿Es muy duro el proceso de documentación?
Creo que para escribir cualquier tipo de novela, salvo las que son puramente autobiográficas, hay que hacer un proceso de documentación previo. Puede ser porque la novela trate de un oficio que no conoces, o porque transcurra en un lugar con el que no estás familiarizado, otra cultura, otra identidad, etc.
Probablemente, en el caso de la novela histórica, el proceso de documentación tiene que ser más intensivo. Hay mil detalles en una novela histórica que desconocemos: lo que comía la gente, cómo vestía, los olores, los acontecimientos, etc. Todo ello es importante para crear una novela con textura, que ambiente al lector y le haga sentir que está en otra época. Lo más difícil es entender y trasladar a la novela los sentimientos y las emociones. Muchas veces damos por sentado que son muy parecidos a los de nuestra época, algo totalmente incierto. Los seres humanos somos producto de procesos culturales que nos moldean sin ser conscientes. Y eso determina cómo reaccionamos ante determinados hechos, lo que consideramos justo o no, lo que es tolerable o no, etc. Es el aspecto que considero más complicado, pero al mismo tiempo más apasionante. Por eso para mí el proceso de documentación no es duro en absoluto, es un auténtico placer sumergirme en los libros de historia para ir atrapando todos esos detalles, hacerlos míos e integrarlos, porque luego, a veces incluso sin darme cuenta, van calando en la novela y van creando una historia creíble situada en un pasado que nos puede resultar ajeno, pero con el que al mismo tiempo podemos relacionarnos.
Tu novela Vae Victis es una novela de historia alternativa, un género que me parece muy interesante, ¿crees que tiene la suficiente fuerza frente al género de novela histórica tradicional?
Creo que esta pregunta tiene trampa. Y me explico. No creo que deba haber un enfrentamiento entre novela histórica tradicional y novela de historia alternativa. De hecho, creo que son complementarias.
Dicho esto, pienso que la novela de historia alternativa tiene muchísimo que aportar al imaginario colectivo. Tanto la historia como la novela histórica tradicional transmiten, de forma inadvertida, que el pasado fue inevitable. Por su propia epistemología, la historia es una disciplina que se centra, de forma absolutamente mayoritaria, en lo que tuvo éxito, porque lo exitoso es lo que deja huella. Esta huella se traduce en documentos de todo tipo, como obras literarias encargadas por los poderosos, los mecenas, los que ganan batallas y fundan reinos e imperios. Pueden ser obras de arte como pinturas, esculturas, obras arquitectónicas como catedrales o viaductos. Pueden ser tratados internacionales, contratos comerciales, leyes, códigos civiles o canónicos. Y, desde luego, los propios libros de historia. Todo esto es el material en el que se basa el historiador para elaborar su relato de aquello que sucedió. Por lo tanto, el foco siempre está centrado en aquello que perduró, es decir lo que tuvo éxito. Pensemos por ejemplo en los poquísimos documentos que nos han quedado de los pueblos íberos. Entonces, ¿cuál es la fortaleza de la novela de historia alternativa? Precisamente que nos saca de ese marco de pensamiento y desde una perspectiva que siempre es presentista, plantea otras posibilidades. Es un ejercicio intelectual que nos demuestra que otro pasado fue posible y que otro pasado hubiera conducido a otro presente. Ciertamente, cuanto más nos alejamos en el tiempo, menos clara es la influencia de ese «posible» pasado. Pero las posibilidades son inmensas, y desde luego la capacidad de sorprender al lector es infinitamente mayor que con la novela histórica tradicional. Además, al contrastar el pasado real con el imaginado entendemos mejor el primero, ya que nos obliga a identificar los puntos de inflexión claves en la historia, los agentes que intervinieron en cada momento, lo que estaba en juego para cada bando, etc.
Tienes otras dos obras publicadas, La socialdemocracia ha muerto. ¿Qué hacemos con el neoliberalismo? y Mafia Salud S. A. Háblanos un poco sobre ellas.
La socialdemocracia ha muerto. ¿Qué hacemos con el neoliberalismo? es un ensayo de política. Su título original era Los límites de la democracia. Y trata precisamente de esto. Creo que estamos inmersos en un proceso muy preocupante de vaciamiento del concepto de democracia. Es un proceso largo, que lleva décadas, y no es ni mucho menos exclusivo de España, aunque el libro se centra en el caso español porque es el que mejor conozco. El ensayo está compuesto por nueve fragmentos con títulos que a mí me parecen muy sugerentes, como por ejemplo «Empieza el show», donde muestro y analizo el proceso de banalización de la democracia y su conversión en espectáculo de masas. Otro fragmento se titula «Aspiradoras de soberanía», donde se muestra el papel de las grandes agencias internacionales que hurtan la soberanía a los estados y a los pueblos, la mayoría de las veces sin que estos sean muy conscientes, y que, de forma efectiva, bloquean cualquier avance real en democracia, como demostró, de forma muy cruda y dramática el caso de Grecia. En el último fragmento, titulado «Democracia, un paréntesis en la historia», analizo de forma somera la historia de la democracia y pronostico, como ya está pasando, y como pasó en la Grecia clásica, que la democracia irá desapareciendo de forma progresiva, conservando el nombre de democracia, y toda la parafernalia de elecciones, partidos políticos, etc., pero como un cascarón vacío. Hay otros aspectos interesantes como la creación del dinero, los sistemas de representación y de justicia, etc. Creo que se trata de un ensayo que tiene mucho que aportar tanto al debate público como a la reflexión individual. Hay un aspecto del libro que me gustaría remarcar. Puede parecer una obviedad, pero no lo es en absoluto. El fragmento ocho se llama «Produciendo demócratas», y es que cada sistema político «produce» un tipo de personas, y para tener una democracia real, vigorosa, vibrante, el sistema necesita «producir» demócratas. Lamentablemente, la democracia, tal y como la conocemos hoy en día, no produce demócratas, sino personas dependientes y acríticas. Es algo que para mí es muy evidente, pero creo que no está en el consciente colectivo, y desde luego no interesa ni a los poderes fácticos ni a los políticos.
Mafia Salud S. A. (importante remarcar que se trata de una S. A.) es la historia de un pequeño grupo de personas que no se resignan a la privatización de la sanidad pública en su comarca. Deciden entonces enfrentarse a la multinacional que la gestiona, que precisamente se llama Mafia Salud S. A. Es la vieja historia de David contra Goliat. Y es en gran parte autobiográfica. Decidí contarla en tono irónico porque creo que la ironía y la risa es una herramienta muy potente para deslegitimar al poder una vez que los argumentos, por muy justos que sean, no sirven para nada. Se publicó por capítulos en el diario digital La Marina Plaza, y tuvo muy buena recepción. En cierta manera, fue una especie de catarsis, tanto individual como colectiva, de la frustración y la impotencia que había causado la privatización en la comarca.
Hablando del caso particular de Vae Victis, ¿vamos a encontrar datos que nos hagan replantearnos lo que sabemos sobre el papel de España en la Segunda Guerra Mundial?
Sin duda, al menos para la inmensa mayoría de lectores. Me he documentado mucho sobre las relaciones diplomáticas entre España y los aliados por una parte, y la Alemania de Hitler por la otra, y he descubierto muchas cosas que eran para mí desconocidas. Por supuesto todo está reflejado en el propio argumento, y de hecho es uno de los motores principales del mismo. España, sobre el papel, fue un país neutral, como lo pudo ser Suecia o Suiza, pero esto es un planteamiento muy simplista y muy interesado. Se llegó a hablar de España como la cuarta potencia del Eje. No voy a extenderme en esta pregunta porque corro el riesgo de hacer spoiler, pero, como anécdota, puedo decir que cuando Alemania perdió la guerra, Franco prohibió el saludo fascista en España.
¿Tu novela se centra exclusivamente en el caso español o hablas de más países?
Ningún país vive completamente aislado, y menos en un conflicto con las características y dimensiones de la Segunda Guerra Mundial. La mayor parte de la historia transcurre en España, pero también hay otros escenarios europeos. La trama lleva al lector por las capitales de las principales potencias en guerra, así como también de algunos países neutrales. La tensión existente entre los aliados y las potencias del Eje para que España entrara en la guerra era muy importante debido a su posición geográfica, que interesaba enormemente tanto a unos como a otros. España era, en definitiva, una de las llaves del Mediterráneo, y, por lo tanto, tenía un papel estratégico impresionante.
¿Consideras que escribir historia alternativa es un acto de rebeldía?
En cierto sentido sí, aunque a mí me gusta más decir que es un acto de libertad radical. Es evidente que no podemos cambiar el pasado, y lógicamente no es este el objetivo de la novela de historia alternativa, pero sí que podemos cambiar nuestra mirada sobre el pasado, y esto lo cambia todo, porque, según como entendamos el pasado, entenderemos el presente de una manera o de otra. Por eso digo que sí, es un acto de libertad radical, porque rompe el marco de pensamiento impuesto por el pasado y por la historiografía digamos más oficialista, y es un acto de rebeldía en el sentido de que no nos sentimos obligados a identificarnos con esa historiografía, con esa mirada al pasado que muchas veces nos es impuesta, no elegida por nosotros y que condiciona tremendamente nuestro presente. En el caso concreto de España, la imposición de una historiografía concreta sobre muchos asuntos trascendentales hace que todavía no nos pongamos de acuerdo sobre nuestra propia historia, y eso es un factor de división muy importante en la sociedad española, lo que se refleja cada día en las noticias. Necesitamos ponernos de acuerdo en cómo miramos al pasado, con qué luz alumbrados los hechos, para poder establecer un presente y un futuro en común. Ahora mismo es una tarea que veo muy complicada.
Si tuvieras que elegir un hecho histórico y ponerle un desenlace alternativo, obviamente distinto al que planteas en Vae Victis, ¿cuál sería?
Estamos viviendo momentos terribles de persecuciones, de intentos de aniquilación de pueblos enteros, y muchas veces tengo la sensación de que la sociedad española lo vive como algo ajeno, como algo que pasa en esos «otros países», donde todavía habita la barbarie. Y nos olvidamos de que en este país en 1492 los judíos fueron expulsados por los Reyes Católicos mediante el edicto de Granada, creando un drama humano impresionante y que parece que ha «desaparecido» de nuestra historia. Es uno de los grandes temas «olvidados». En 1502, de nuevo los Reyes Católicos obligan a todos los musulmanes a elegir entre el exilio y el bautismo. Los que optaron por quedarse fueron denominados moriscos. Pero no contentos con esto, en 1609 Felipe III expulsa a todos los moriscos. Es decir, en poco más de un siglo se produce una persecución, con saña y con un espíritu muy poco cristiano, de todo aquel que es «diferente» y por lo tanto sospechoso o peligroso. Es un intento, uno más, de uniformizar a la población española, en estos casos en la cuestión religiosa. Y esto siempre es muy peligroso. Volviendo a 1492, ese año tan celebrado por el descubrimiento de América, empieza una historia trágica de conquista y aniquilación de los pueblos y las culturas precolombinas, de las que hoy en día sabemos tan poco. Nunca hubo un interés por entender a esos otros pueblos, por colaborar con ellos, ni siquiera por aprender de ellos. Es imperialismo puro y duro. Es decir, es arrogancia e ignorancia supinas.
Cualquiera de estas cuestiones podrían haberse enfocado con más comprensión, con más compasión, en definitiva con más amor. Y hoy viviríamos en un país muy diferente. Si miramos este pasado tan trágico desde esta perspectiva, entenderemos que no podemos sentirnos orgullosos de todo eso. Y está claro que no lo podemos cambiar, pero sí podemos cambiar nuestra mirada sobre él, y actuar en consecuencia con los problemas del presente.
Con esto quiero decir que casi cualquier momento del pasado podría haber sido diferente. Pero para contestar a tu pregunta de una forma más concreta, voy a hacer una hipótesis que bien podría dar lugar a otra historia alternativa.
¿Qué hubiera pasado si Cartago, en lugar de Roma, gana la Segunda Guerra Púnica? La Península Ibérica pasa a ser parte del imperio Cartaginés. Los cartagineses están más interesados en establecer un imperio comercial que uno de conquista territorial y colonización, por lo que los pueblos ibéricos y celtas de la península pueden seguir desarrollando su cultura y su lengua con relativa autonomía. Los cartagineses son los mejores artesanos del Mediterráneo, desarrollan una cultura material impresionante y convierten a la península ibérica, muy rica en oro y plata, en un emporio. Además, se trata de un estado multiétnico, de origen fenicio, sin ningún interés por la pureza de raza ni la uniformización cultural. Los pueblos ibéricos nos legan una literatura y una historia propias, que pasan directamente a nosotros a través de los tiempos, como ha pasado con las culturas griega o latina. De esta forma, conocemos mejor nuestros verdaderos orígenes, no mediados por los conquistadores romanos que nos cuentan su historia con su lengua latina, sino directamente por los habitantes primigenios. La imaginación es libre.
¿Hay algún personaje histórico con el que te parezca que la historia ha sido especialmente injusta y al que te gustaría escribirle un final diferente?
La historia está plagada de personajes con los que ha sido especialmente injusta, pero si tengo que decidirme por uno, el primero que me viene a la cabeza es el último sultán del reino nazarí de Granada. Conocido como Muhammad XII, llamado por los cristianos Boabdil o Boabdil el Chico. Probablemente sea uno de los personajes más maltratados por la historiografía española. Este personaje ha estado marcado por la frase que supuestamente le dijo su madre Aixa: «No llores como una mujer lo que no supiste defender como un hombre», cuando salían derrotados de Granada el 2 de enero de 1492. En otras versiones, Aixa dice «Llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre».
Sea cual sea la versión, parece claro que no la dijo la madre de Boabdil. Según algunos historiadores, esta afirmación no es más que invención de Antonio de Guevara, obispo de Guadix y de Mondoñedo, que escribió un relato en 1526. Según otros historiadores, se trata de una creación posterior que hace el padre Echevarría en su obra Los paseos de Granada de 1764, tres siglos después de la conquista. En cualquier caso, estamos ante una distorsión sexista y claramente tendenciosa de los vencedores, interesados en presentar al último rey moro como alguien que es víctima de su propia indolencia y cobardía. Perfectamente podría ser protagonista de una versión alternativa de la historia.
Hablando en términos más generales, creo que es obvio que las mujeres son las grandes olvidadas de la historia. No hace falta extenderse mucho en este tema porque es de sobra conocido, pero sí que me gustaría resaltar que los movimientos feministas han hecho muchísimo por poner a la mujer en el lugar que le corresponde en la historia. La historiografía feminista ha marcado el camino a otros grupos oprimidos a los que se les había secuestrado su historia, como pueden ser las sociedades postcoloniales, y se ha ganado un lugar de prestigio en la historia como disciplina. Aunque todavía hay mucho por hacer. Hay que seguir investigando y publicando, y todas esas publicaciones, que a menudo alcanzan públicos muy minoritarios, tienen que encontrar su lugar en los libros de texto y de divulgación para que lleguen a más gente.
También me gustaría resaltar, aunque no es exactamente el objeto de la pregunta, que Vae Victis pone en un lugar central a la guerrilla antifranquista. Siempre me ha parecido tremendamente injusto que mientras todas las guerrillas que lucharon contra el nazismo y el fascismo a lo largo y ancho de Europa, al terminar la guerra fueron ensalzadas como héroes, representadas en novelas, en películas, etc. y reconocidas por los gobiernos de postguerra, en España esas mismas guerrillas fueron tratadas como bandoleros, denostados y olvidados tanto por la sociedad como por los gobiernos democráticos. Los maquis, como popularmente se los conoce, son un recuerdo incómodo para mucha gente, terroristas diríamos hoy en día, y en el mejor de los casos una anécdota histórica, unos idealistas, soñadores ilusos que no tenían los pies en la tierra. Nada más lejos de la realidad. Era gente perfectamente consciente de su situación, de la evolución del régimen y de la evolución de la guerra mundial. No he pretendido crear héroes, sino trazar un retrato realista y preciso de estas personas tan maltratadas por la historiografía.
¿Qué tipo de literatura te gusta más como lector?
Ahora estoy muy centrado en la novela histórica, pero no ha sido siempre así. A lo largo del tiempo vamos cambiando de gustos y de intereses. Podría decir que no soy una persona que se dedique a leer un solo género. Me gusta mucho variar, y sobre todo no encasillarme en un nicho temático concreto. Por ejemplo, leo mucho ensayo de diferentes temas, historia por supuesto, pero también filosofía, psicología, geografía, política, etc.
Si nos centramos en la novela, me gusta una historia que esté bien contada, que me atrape desde el principio. Puede ser una novela con una estructura clásica, pero también me gustan mucho las novelas que juegan con la forma, que experimentan, que se arriesgan. La novela es un género relativamente reciente, solo tiene algo más de dos siglos, y sin embargo ha evolucionado muchísimo, y lo seguirá haciendo, porque tiene una plasticidad y una capacidad de adaptación enorme. También me interesan las novelas que plantean preguntas, más que respuestas. Novelas que te hacen plantearte cuestiones que jamás te habías planteado. Esto ayuda a expandir tu conciencia al buscar respuestas a esas preguntas que te ha generado tu última lectura. Y esto, de alguna manera está ligado a la primera pregunta, el tema de la honestidad. Porque escribir con honestidad es escribir sobre aquello que te apasiona y sacarlo todo fuera para compartirlo, tanto tus certezas como tus dudas. Compartir es una de las cosas más bellas que podemos hacer los seres humanos.
Por Eva Fraile, de La Reina Lectora
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