LA AUTORA
Isabel Allende nació en 1942, en Perú. Pasó la primera infancia en Chile y vivió en varios lugares en su adolescencia y juventud. Después del golpe militar de 1973 en Chile se exilió en Venezuela y, desde 1987, vive como inmigrante en California. Se define como «eterna extranjera».Inició su carrera literaria en el periodismo, en Chile y en Venezuela. En 1982 su primera novela, La casa de los espíritus, se convirtió en uno de los títulos míticos de la literatura latinoamericana. A ella le siguieron otros muchos, todos los cuales han sido éxitos internacionales. Su obra ha sido traducida a cuarenta y dos idiomas y ha vendido más de setenta y cinco millones de ejemplares, siendo la escritora más vendida en lengua española. Ha recibido más de sesenta premios internacionales, entre ellos el Premio Nacional de Literatura de Chile en 2010, el Premio Hans Christian Andersen en Dinamarca, en 2012, por su trilogía «Memorias del Águila y del Jaguar», y la Medalla de la Libertad en Estados Unidos, la más alta distinción civil, en 2014. En 2018, Isabel Allende se convirtió en la primera escritora en lengua española premiada con la medalla de honor del National Book Award, en Estados Unidos por su gran aporte al mundo de las letras.
ENTREVISTA A ISABEL ALLENDE
Violeta es la historia de un siglo y de una mujer cuya vida empieza y termina con una pandemia. ¿Por qué ese arco temporal?
El siglo xx fue fascinante y terrible, un siglo de guerra, genocidios, bomba atómica, holocausto, y también gran progreso en áreas sociales, florecimiento del feminismo, desarrollo tecnológico y científico, etc.
Violeta vive hasta los cien años. En su lecho de muerte, aislada por la pandemia, reflexiona, recuerda y le escribe a su nieto. Pensé que sería poético colocar su siglo entre las dos pandemias. Ahora que vivimos bajo la COVID-19, podemos imaginar fácilmente lo que fue la pandemia de influenza hace un siglo. Pasaron muchas cosas en estos años y aquí estamos, en el mismo lugar. ¿No es irónico?
Se intuye que hay elementos de la novela que están inspirados en acontecimientos de su historia familiar y, en especial, en la vida de su madre.
Cuando murió mi madre, hace tres años, muchas personas me sugirieron que escribiera sobre su vida. No pude. Estaba demasiado cerca de ella, no tenía distancia ni perspectiva para verla como un personaje. No tuvo una vida excepcional, pero vivió casi un siglo, un siglo fascinante de grandes cambios para la humanidad; en la correspondencia que mantuvimos, registró la mayor parte.
Mi madre era emprendedora, lúcida, visionaria, artista y muy fuerte, pero vivió siempre sometida, primero a su padre y después a su marido. La criaron para ser hija, esposa y madre. Nunca pudo mantenerse sola y al no tener independencia económica, no pudo desarrollar sus talentos. Supongo que al crear al personaje de Violeta, quise que fuera física, emocional e intelectualmente como mi madre, de la misma generación y clase social, pero con otro destino.
Ha hablado muchas veces de la hermosa relación que tenía con su madre. ¿Es cierto que se escribieron todos los días desde 1986 hasta que murió?
Me separaron de mi madre cuando tenía 16 años. Ella estaba en Turquía con mi padrastro, que era diplomático, y yo estaba en Chile en la casa de mi abuelo. Empezamos a escribirnos casi todos los días. Las cartas tardaban semanas en llegarnos, pero no importaba, no era una conversación, era un monólogo compartido, ininterrumpido. Estuvimos separadas la mayor parte de nuestras vidas y mantuvimos el hábito de la carta diaria. Guardé sus cartas y copias de la mayoría de las mías. Recientemente, mi hijo decidió archivar docenas de cajas con esa loca correspondencia. Calculó que tengo 24.000.
La novela está escrita como una carta dirigida a un ser muy querido. ¿Cuál fue el motivo para elegir esta estructura narrativa?
Sin saberlo, repetí la idea de mi primera novela, La casa de los espíritus, que comencé a escribir como una carta de la nieta (yo) al abuelo. Violeta es una larga carta de la abuela a su nieto adorado. Eso me permitió escribirla como una memoria, en primera persona, en un tono informal y muy íntimo.
¿Hay algo de usted en el personaje de Violeta?
Escuché una vez que todos los personajes son parte del autor. No sé si eso es cierto. Tengo cientos de personajes en 25 libros y no creo que ninguno de ellos esté basado en mí. Pero obviamente mis valores, recuerdos, demonios y ángeles están en todos ellos, incluso en los villanos (quizá sobre todo en los villanos…). Violeta es fuerte e independiente, como todas mis protagonistas femeninas. ¿Eso es algo de mí? Probablemente. Es cierto que hay aspectos de mi vida en la novela, pero es por el tiempo y el lugar que Violeta y yo compartimos: el siglo xx en América Latina.
Entre todos los recuerdos, emerge el que es, sin duda, el más doloroso para una madre, uno de los pasajes más emotivos y brutales de la novela. ¿Han cambiado los años la forma en que afronta escribir sobre la pérdida y el duelo?
He escrito y contado mucho sobre la muerte de mi hija. Eso me ha conectado con infinidad de lectores y lectoras en todo el mundo. Todavía hoy, casi 30 años más tarde, recibo varios mensajes semanales sobre el libro. Paula está presente a diario en el trabajo que realiza mi fundación. Su espíritu me acompaña siempre. El duelo, que al principio era un dolor paralizante, se ha ido transformando en un recuerdo vívido y poético. Llevo a mi hija bajo la piel, estoy viviendo los años que ella no alcanzó a vivir y quiero hacerlo como lo hubiera hecho ella: con generosidad y alegría.
¿Por qué decidió no citar el nombre del país en el que se desarrolla la novela?
Me da más libertad, no tengo que ceñirme a fechas o lugares precisos. Hice lo mismo en La casa de los espíritus y en De amor y de sombra. Esas historias podrían haber sucedido en casi cualquier país de América Latina.
Parte de la trama de Violeta está inspirada en hechos históricos reales, ¿era la intención reflexionar sobre el impacto de estos en las vidas de las personas?
He escrito varias novelas históricas, siempre me ha interesado mucho el impacto del pasado en el presente. Mis personajes no están desvinculados del mundo real, los acontecimientos sociales y políticos impactan en sus vidas. Mi propia vida ha estado determinada por eventos externos que no pude controlar. No puedo narrar mi propia vida sin referirme a esas circunstancias. De la misma manera, no puedo crear personajes creíbles —complejos y contradictorios como lo son las personas reales— sin describir el tiempo y el lugar donde viven.
En una novela que trata algunos de los hechos históricos más relevantes del siglo xx no podía faltar esa denuncia de las dictaduras latinoamericanas. ¿Qué papel cumplen en la novela?
La dictadura en Chile cambió el rumbo de mi vida y la de millones de chilenos. No fue la única, lamentablemente. Hemos sufrido dictaduras militares y de derecha en casi todo el continente, también algunos gobiernos totalitarios de izquierda. En Centroamérica se perpetraron genocidios contra los pobres y los indígenas. No se puede contar la historia del siglo en Latinoamérica sin referirse a la situación política y social, a la extrema violencia (especialmente contra las mujeres) que nos ha marcado y sigue marcándonos.
Más allá de los hechos históricos, la novela traza un itinerario sentimental del amor y la sexualidad que recorre todas las edades. ¿Cuál de las parejas de Violeta le gusta especialmente?
Me gusta la relación de Violeta con el amante americano, Roy, porque es el amor libre y espontáneo de dos personas que tienen muy poco en común; son compañeros de aventura, sin ataduras, sin complicaciones. Pero el mejor amor de Violeta es el de la vejez, porque es un amor comprometido, en el que ambos se aceptan mutuamente por completo, se respetan, lo pasan bien juntos. Vienen de mundos muy diferentes, pero se complementan perfectamente. Supongo que pude escribir sobre eso porque es lo que me ha ocurrido a mí. Me casé a los 77 años y estoy viviendo un amor tranquilo y contento basado en la confianza y en la gratitud. Sabemos que nos quedan pocos años de vida, queremos gozar este momento. Estamos muy agradecidos de este regalo en la vejez, tan inesperado. Cumpliré 80 años en 2022, valoro el amor más que nunca. A menudo me preguntan cómo es amar en esta etapa. Es como enamorarse en nuestra juventud, pero con más paciencia, tolerancia, buen humor. Tenemos que disfrutarlo. Eso es lo que hace Violeta en su vejez, cuando se enamora del observador de aves noruego.
Soy una romántica invencible. Siempre he estado enamorada desde los siete años hasta el día de hoy. Así que no es de extrañar que el amor aparezca constantemente en mis escritos. Creo que es la fuerza más poderosa del mundo, de diferentes formas, mueve todo en la naturaleza.
Ha dicho que el personaje de Camilo se inspiró en su mejor amigo, que es un sacerdote jesuita. ¿Podría contarnos un poco más sobre él?
Se llama Felipe Berríos del Solar y el libro está dedicado a él. Trabaja con los pobres en un basurero del norte de Chile; su religión se basa en la compasión, la inclusión, la tolerancia, el servicio, el amor incondicional, la lucha por la justicia y el cambio social. Está lleno de dudas sobre la iglesia, pero no tiene dudas sobre su fe. En los años sesenta, muchos católicos abrazaron la Teología de la Liberación, que trataba sobre los valores que abraza Felipe. La jerarquía de la Iglesia aplastada. Hoy, la Iglesia Católica, como la mayoría de las religiones, no está en contacto con las necesidades de la humanidad y los tiempos que vivimos. Y son todas, sin excepción, patriarcales.
¿El personaje de Nieves está inspirado en una persona real?
Estuve casada durante 28 años con un hombre cuyos tres hijos eran adictos. Trágicamente, todos murieron por causas relacionadas con las drogas. Viví muy cerca de la adicción durante mucho tiempo y sé de primera mano lo devastador que es para el paciente, la familia y todos los que me rodean. Nieves se inspira en Jennifer, la única hija de Willie, que murió muy joven, poco después de dar a luz.
Entrevemos en episodios del pasado el reflejo exacto de situaciones actuales. ¿Tan poco hemos evolucionado como sociedad?
Hemos evolucionado mucho como sociedad, pero como seres humanos seguimos siendo los de siempre, con las mismas pasiones que nos inducen a cometer los mismos errores una y otra vez. En los 80 años de mi vida he visto el progreso. La curva de la humanidad es ascendente, pero no es recta, por eso nos parece que no avanzamos. Hay que mirar la historia para comprender que no estamos peor que antes, estamos mucho mejor.
Violeta es una novela muy comprometida desde el punto de vista social. ¿Qué mundo imagina Isabel Allende? ¿Su compromiso va acentuándose con los años?
Mi compromiso ha sido siempre con la justicia, la igualdad, la inclusión. Su manifestación más evidente es mi labor como feminista, pero también se refleja en mi fundación y en otros aspectos que para mí son fundamentales. Imagino un futuro en el cual el patriarcado ha sido reemplazado por una gerencia del mundo en la cual hombres y mujeres en iguales números y con igual poder toman las decisiones. Un mundo inclusivo, justo, pacífico, sostenible, alegre.
*Contenido original proporcionado por la editorial Plaza & Janés
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