Leonor Paqué, autora multigénero y activista: «Escribir es una identidad».
Afirma Leonor Paqué (Bilbao, 1963) que siente particular atracción por aquellas historias donde todo puede desmoronarse y luego volver a reconstruirse, pero que, en general, ella cuenta historias porque le ayudan a calmar su torbellino interior. Esas historias son, por lo general, un tributo a las vidas de mujeres sobre las que nadie escribió nada, una forma de inspirar a las mujeres actuales, que en suma, descienden de aquellas.
¿Qué ha aportado la escritura a tu vida?
Escribir es una identidad. Soy escritura. Hay quien se define como laico o erudito o nórdico o espiritual o… A mí es la escritura la que me contiene.
La experimento como un refugio. Puedo guarecerme en ella, en el espacio físico o emocional que decido. Abstraerme. Reflexionar. Sentirme acompañada. Divertirme. Padecer. Crecer. Soñar.
A la vez, es un reto constante, que no da tregua. Supone un manantial rico, abundante, y sin embargo soy consciente de que cada libro publicado ha provocado un seísmo en mi trayectoria, de diversa índole.
Soy una mujer que relata. Veo el mundo a través de una narración constante. Cuando no obtengo el relato completo, me impide percibir con claridad, tanto a las personas como lo que puedo estar sintiendo.
Escribir es como colocarme unas lentes, que me llevan a observar el entorno de una manera muy personal.
¿Qué debe tener una historia para atraparte como lectora?
Me fascinan las historias donde todo puede desmoronarse y volver a reconstruirse. Aquellas en que, por sorprendente que parezca, hay espacio para la esperanza en el ser humano.
¿Y para que decidas contar una historia sobre ella?
En cada historia puede haber razones diferentes. Suelen responder a cuestionamientos vitales, a actitudes o situaciones que me inquietan.
He querido contar historias de mujeres de las que nadie contó nada y me interesaban muchísimo escucharlas. Me parecía que las mujeres de hoy sentirían esa fuerza de aquellas de las que venimos y sería muy estimulante.
O cuento para denunciar, con las palabras como herramientas.
No es infrecuente que decida contar una historia porque serena mi torbellino interior.
En tus novelas, tratas muchas veces historias familiares, ¿qué significa la familia para Leonor Paqué?
El universo familiar es un entorno tan fascinante que tengo la intención de dedicarle mi próxima novela. La familia es el círculo donde puede suceder lo más sublime y lo más destructivo. El azar de la familia en la que nacemos, o la ausencia de ella, determina nuestra vida. Aboca a relaciones humanas muy intensas. Y eso me atrae poderosamente.
Alguna vez has calificado a Lo que callamos como tu novela más ambiciosa, ¿dirías que es la más lograda que has escrito?
Es ambiciosa en cuanto al contenido, por lo que cuenta y también la forma decidida para hacerlo. Es el relato de una mujer que mira desde su hoy al ayer que fue y al mañana que será. Un arriba y abajo de la burguesía en los llamados años de plomo en el País Vasco, transitado por criadas, señoras, madres, hijas, putas y proxenetas, universitarias, amantes policías, amantes lesbianas, directivas desencantadas… Construida de modo que el lector o lectora ensamble las piezas hasta el mosaico final, que quizá es ella o él mismo quien decide.
«Un espejo poliédrico que da vueltas, te deslumbra, te hiere, te indigna, te ablanda», escribía sobre Lo que callamos un lector, que a menudo son quienes mejor definen mis obras.
Por ello creo que es una novela audaz.
Me gusta confiar en que, si empleé tantos años en escribir Lo que callamos, el lector o lectora pueden tomarse su tiempo para degustarla, con calma.
Cada novela, cuando llega a término, lista para meterla en un sobre, físico o digital, y enviarlo a la correctora, luego a los lectores, sientes que está acabada, redonda, lograda.
Además de por tus libros, eres conocida por tu faceta de activista en pro de los derechos de las víctimas de abusos sexuales por parte de miembros de la Iglesia católica. Enfrentarse a una institución con tanto poder debe de suponer un gran desgaste a nivel personal, pero cada paso que dais es también un gran triunfo. ¿Seguís con fuerzas para llegar hasta el final?
La verdad es que no me defino como activista de esta lacra concreta. Trabajo por los derechos humanos y desde siempre me he posicionado en la defensa de los desfavorecidos o abusados en muy diferentes formas, que por desgracia son abundantes.
No hace mucho me encontraba con un compañero también agredido sexualmente por curas siendo niño, y me decía que algunos días quiere apartarse, dejar de escuchar sobre un asunto que trastocó su vida de manera tan injusta. Y que, sin embargo, luego recobra fuerzas y vuelve a la lucha.
Ni siquiera sé si soy una activista en la amplia acepción de la palabra. Sin embargo, de alguna manera sientes que aquello vivido te acompañará siempre y el modo de afrontarlo, poder respirar, es tener la sensación de que estás haciendo algo para que no le ocurra a ningún niño más.
Tengo la certeza de que ya nunca dejaremos de lado compartir acciones contra la pederastia en la Iglesia. También escribir puede serlo.
¿Dirías que el ser humano alberga más sordidez o bondad?
Soy consciente de que el ser humano es capaz tanto de la mayor heroicidad como de cometer lo más abyecto. En ocasiones, ambas actitudes pueden darse incluso en la misma persona. Por encima de todo ello, siempre he confiado en la extraordinaria capacidad humana para el bien. Quiero creer que, de no ser así, no estaríamos aun aquí, tras tanto tiempo habitando el planeta.
¿Crees que se nos educa permanentemente para tener miedo?
Mi madre me confesaba haberse sentido menguada siempre, cuando sufría abusos o injusticias, en una sociedad en la que los oprimidos debían callar.
Muchas de nosotras recordamos una infancia en la que se nos afeaba si cuestionabas a tu profesor, al médico, al maestro… a la autoridad. Eso me ha rebelado desde que me recuerdo, siendo cría.
Siento inquietud a menudo, sin duda, frente a las más diversas situaciones. Lo que procuro es que ese temor no me inmovilice y a pesar del miedo, apretar los dientes y continuar. Lo contrario es una existencia aprisionada y no conozco reclusión peor que la construida con nuestros propios barrotes.
Por Eva Fraile, de La Reina Lectora
@reinalectora
Libros de Leonor Paqué